Cuando el escritor tanzano Abdulrazak Gurnah (Zanzíbar, 1948) ganó el premio Nobel de Literatura en el año 2021, el mundo aún seguía paralizado por los efectos de las restricciones del coronavirus. Se trataba de un Nobel de Literatura nuevo para muchos y de acuerdo al parte de prensa de la Academia Sueca, se destacaba “su penetración inflexible y compasiva de los efectos del colonialismo y los destinos de los refugiados en el abismo entre culturas y continentes”. Abdulrazak Gurnah recibió el mayor galardón de su trayectoria en diciembre de 2021, en una ceremonia reducida en Londres.
Desde entonces, sus libros, algunos de los cuales ya estaban traducidos al castellano (las novelas Paraíso (1997), Precario silencio (1998), En la orilla (2003), por ejemplo) y volvieron al ruedo tras las luces del Nobel, pero aún seguíamos en restricciones sanitarias, por lo que buena parte de la difusión se tuvo que hacer de manera virtual. Pero una vez superado dichos óbices, Abdulrazak Gurnah comenzó a salir para difundir y discutir su obra.
La República se dirige al encuentro con Abdulrazak Gurnah, quien, tras su paso por Arequipa y Cusco, se halla en sus últimas horas en Perú. De sus novelas que he tenido la oportunidad de leer, El desertor (Salamadra) es la que podría sintetizar el mundo interior del premio Nobel de Literatura. Aquí se cuenta una historia que empieza en el siglo XIX, pero la misma adquiere un sentido contemporáneo al abordar la descolonización de África en 1950. Es una novela familiar que contiene los mayores tópicos de la poética de este escritor cuya lengua literaria es el inglés desde los 21 años: la colonización y la migración. Dos hermanos y un forastero inglés, son los personajes de esta novela ambientada en África Oriental, los cuales condensan los tópicos ya señalados, pero a la vez proyectan la mayor pasión de su autor: la lectura literaria, como dijimos, su mundo interior. Pero El desertor tiene algo más, no solo es colonización y migración.
“La novela plantea un dilema. Un hermano decide quedarse y el otro irse. Y esta es la pregunta: ¿qué fue lo mejor que se pudo hacer: seguir en el país o encontrar la realización personal en otra parte”, señala Abdulrazak Gurnah a La República. Imposible no asociar lo dicho a su propia vida. A los 16 años, Abdulrazak Gurnah migró a Inglaterra, en donde se hizo escritor. En este sentido, si tuviéramos que asociarlo a una tradición literaria, esta sería la que siguieron autores como Vladimir Nabokov, Joseph Conrad, Salman Rushdie, Samuel Beckett, a saber, que optaron por una expresión literaria ajena a la propia.
“En vez de verlo como un conflicto entre dos culturas, lo veo como una convivencia de ambas en mi mente. Al igual que otros escritores, he nacido y he crecido en un lugar y en determinado momento de mi vida me fui a otro, moviéndome a otro idioma y es a veces en este segundo idioma donde uno encuentra el impulso para escribir, uno encuentra en ese segundo idioma más recursos para expresarse. Es una perspectiva que viene de otro idioma. En esta novela se juntan dos culturas, la del colonizador y la del colonizado, lo cual permite que cuente las cosas de una manera distinta. Un escritor no escoge su lengua para escribir, no solo escribimos sobre ideas, si ese fuera el caso, escribiríamos solo de filosofía, de historia, pero también tenemos poesía y ficción que no son necesariamente ese tipo de ideas. Un escritor, para producir, tiene que encontrar placer en la lengua que está escribiendo”.
Una de las cualidades de El desertor, es la riqueza poliédrica de sus personajes. Para el escritor tanzano, “hay que encontrar el enfoque a los personajes. Hoy tenemos muchas maneras de contar historias y hay lectores para todo: para la literatura realista, la literatura fantástica y la literatura moderna. El mundo de los lectores no es limitado como antes. Entonces, el reto está en crear personajes con una manera particular de ver el mundo. El escritor debe tener una concientización sobre su personaje”.
Pero otra cualidad de la novela, la cual dibuja una sonrisa en Abdulrazak Gurnah cuando se lo hacemos saber, es el humor. Hassanali y su hermana Rehana, en su interacción, se las traen. “Me alegra mucho que lo veas así. El humor es importante, nos permite apreciar mejor la ridiculez de las circunstancias, no tomarnos tan en serio”, indica el Nobel de Literatura. Por grandes tramos, en donde los hermanos conviven con el escritor Martin Pearce, la dinámica puede llegar a ser paródica, irreal. El desertor puede ser leída como una novela latinoamericana. Abdulrazak Gurnah sonríe otra vez. “Me alegra escuchar eso. Cuando leo algunos libros de Gabriel García Márquez, cuya obra es totalmente original, hay páginas que me hacen recordar a lo que también somos nosotros. Asumimos con humor nuestra cotidianidad. Esa es la fuerza de la literatura. Cuando uno lee, aprende de nuevos lugares y aprende a reconocerse en otros lugares y se da cuenta de que las personas comparten cosas en común en sus culturas. La humanidad, en general, tiene mucho que compartir. El humor que uno ve, por ejemplo, nos recuerda a mi hermano, a mi tío”.
El personaje Martin Pearce, por su configuración moral y presentado como escritor, podría estar relacionado a Abdulrazak Gurnah.
“Martin Pearce fue un escritor no muy conocido, usé solo su nombre. Es un oficial de la colonia que ama la poesía. Es un extraño y tiene que aprender de nuevo muchas cosas. La migración trae riqueza cultural, pero lo que yo celebro de la migración es cuando las personas salen airosas de su situación. No todos son de la misma clase, no todos tienen las mismas oportunidades, no todos tienen dinero. El migrante es una persona ansiosa que debe esforzarse mucho”.
Abdulrazak Gurnah, de 76 años, a diferencia de otros autores que abandonaron sus países, no se considera un autor desarraigado.
“He vivido en Inglaterra casi toda mi vida. Siempre me he sentido abierto a otras culturas. Hace años no hubiera podido contestar a qué lugar pertenezco. Ahora sí. Pertenezco a Zanzíbar e Inglaterra. Son mis dos hogares. Siento como si tuviera dos casas. Saber que tengo estos dos hogares, me hace sentir que pertenezco a ambas culturas”.
Otro de los factores que hacen de El desertor una novela especial, es su carácter moral. La denuncia a todo tipo de injusticias está presente en muchísimas páginas, pero atenuadas con humor, con la interrelación de los hermanos con Pearce y, en especial, con el fraseo que derrocha una atmosférica poética, la cualidad mayor de su escritura. A Abdulrazak Gurnah le gusta escribir, pero sobre la injusticia dice:
“La injusticia es lo que me molesta más. De los temas que estamos hablando, todos tienen que ver con la injusticia. Las personas siempre deben tratar de extender algún tipo de empatía con los demás. Esa empatía es muy importante. Así como hay cosas malas por las que nos dejamos llevar, como es el tema del egoísmo y el tema de la crueldad, que también se da en las palabras, habría que cultivar la empatía para superarlas, inclusive con la amabilidad”.
Desde antes de ganar el premio Nobel de Literatura, Abdulrazak Gurnah ya era un escritor reconocido. Sabe, como pocos, de los peligros de la fama literaria, que no es lo mismo que reconocimiento. Prueba de ese cuidado, es precisamente la morfología de su escritura. “Porque tenga un premio Nobel, no significa que voy a dejar de hacer mi trabajo, la computadora no va escribir las palabras por mí. Las tengo que escribir yo. El trabajo no es el problema. Lo de la fama, no me afecta. Soy una persona normal, voy de compras, cocino, tengo una esposa, tengo hijos, hermanos, estoy pendiente de mi familia. No me levanto de la cama y digo “soy el premio Nobel”. Soy un hombre con los pies en la tierra”.
El escritor recuerda sus inicios. Nunca tuvo duda de su vocación, pero “sí dude de tener éxito. Pero siempre fui perseverante, fui obstinado en mi trabajo. Si hay un consejo que le puedo dar a los escritores jóvenes y mayores es que sigan escribiendo, y que no dejen de leer. La lectura es parte de la escritura, así se tenga éxito o no como escritor, se tiene que seguir leyendo. Leo muchos libros y todos me dan algo diferente. Si me preguntan quién es mi autor favorito, no lo dudo: Charles Dickens”.