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Cultural

La primera novela de Jaime Bayly

Edición de aniversario. No se lo digas a nadie, novela que este 2024 cumple 30 años de vigencia (para los lectores). Bayly estará en la próxima FIL de Lima.

larepublica.pe
Polémico. En el 2023, Bayly la rompió con Los genios, novela que abordó la enemistad entre Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Foto: difusión

En 1994, Jaime Bayly publicó su primera novela, No se lo digas a nadie. Por aquel entonces, Bayly ya era un personaje famoso de la vida política y social peruana a cuenta de su rol en el periodismo televisivo. Era muy conocido por su espíritu liberal e irónico, pero tras el autogolpe de Alberto Fujimori en 1992 decidió parar sus actividades y enfocarse en la escritura de la que sería la primera de sus muchas novelas.

En el ámbito local, el libro tuvo un accidentado tránsito. Por un lado, su temática gay generaba burlas; y en segundo lugar, el desdén del lector culto e informado sobre lo que se podía esperar de un periodista “frívolo” (a saber, su programa ‘Qué hay de nuevo’, ¿se acuerdan?, en el que desfiló mucha gente dispuesta a todo). Sin embargo, su recepción fue distinta en el extranjero —la primera edición la publicó Seix Barral con un pequeño y elogioso texto de Mario Vargas Llosa, quien también estaba en la cresta mediática por sus memorias El pez en el agua (1993)— pese a que también se percibía el prejuicio hacia lo gay. La publicación obtuvo buenas reseñas y el favor del público hispanoamericano, que no tardó en darse cuenta de que la novela era más que hormonas desatadas a la búsqueda de la eclosión.

Si bien Joaquín Camino es un tipo atormentado por su indefinición sexual, la narración que lo configura tiene un encanto risueño e irónico —marca de la casa Bayly—, el cual quebró ideas preconcebidas sobre lo que podía esperarse de un periodista famoso asociado al divertimento. Si No se lo digas a nadie sigue fresca y vigente —no nos referimos a la temática—, se debe precisamente a su transmisión mediante el humor, que le ha permitido a Bayly explorar como pocos los alcances de la narrativa del yo (exponiéndose y burlándose de sí mismo, como tiene que ser) y en estas coordenadas decir vía sus protagonistas lo que le venga en gana. Bayly, desde sus comienzos, entendió que el humor sería clave en su poética y sus años en la escritura de ficción han constatado que no se traicionó en sus postulados, que lo han llevado a la cima, como también al traspié (inevitable cuando nos referimos a autores prolíficos).

En la edición de Revuelta Editores por el trigésimo aniversario de No se lo digas a nadie, la cual se presentará en la próxima FIL de Lima, Bayly señala en el prólogo un dato que sí me parece digno de mención: sus generosas palabras sobre el ensayista y editor catalán Pere Gimferrer. Gimferrer es una autoridad literaria en el imaginario hispanoamericano, un sabio/erudito que aparece cada medio siglo, y fue quien animó a Bayly a no suspender la primera edición de su novela. Bayly tenía temor de lo que podía pasar si se publicaba. Gimferrer detectó la valía literaria en No se lo digas a nadie, de la misma manera en que Roberto Bolaño lo hizo en 1997 cuando Bayly ganó el Premio Herralde de Novela con La noche es virgen. ¿Tanto le cuesta a la crítica local reconocer que estamos ante un muy buen escritor?

No es una pregunta antojadiza. Te puede o no gustar Bayly, este mismo principio es aplicable a todo escritor. Los lectores, entrenados o no, están con él, porque han visto una identificación no con su mundo, sino con la manera irónica en que se narra ese universo signado por la autorreferencialidad.

Además, y creo que no es malo decirlo, aunque sí polémico (inevitable): esta novela, aparte de literatura, es igualmente memoria cultural.  No cuestionemos lo evidente.