Pocas peruanos han vivido tanto el periodismo cultural como la periodista, crítica y escritora Fietta Jarque, quien actualmente dirige la revista del ICPNA Cultural, Ojo dorado. Su trabajo como editora es excepcional. La revista, como ya lo he señalado, ofrece un contenido de primer nivel tanto nacional como internacionalmente. No sorprende viniendo de una persona como Fietta que siempre está al día y que se ha ocupado de la cultura en medio tan relevante como El País de España. Recientemente, publicó Madame Gauguin (FCE), una novela sobre la hija de Flora Tristán, quien fue madre de Paul Gauguin.
Fietta describe que la labor del periodismo cultural, pues “a pesar de que hayan periodistas, escritores y críticos es difícil que no vayan a lo trillado y a lo ya súper conocido”, comenta desde su escritorio en Madrid. “Si tú has trabajado en medios de comunicación grandes, los jefes normalmente no saben mucho de cultura, no les interesa o lo menosprecian, porque claro, siempre es la política, el deporte, las cosas, los grandes titulares, prefieren ir a cosas conocidas… Cuando tú le propones algo que puede ser un escritor exquisito, que tú sabes que gana el premio Nobel o lo que sea, pero ellos no lo conocen, dicen ‘este no lo conoce nadie, no lo vamos a dar, o lo damos reducido’. Entonces, en Ojo dorado evitamos eso. Entre otras cosas porque Alberto Servat, que es el gerente del ICPNA Cultural, es también un periodista cultural de carrera y de práctica, y sabe que, cuando tú conoces realmente de literatura o de cine o de arte, sabes quiénes son realmente los más importantes, y no son necesariamente gente muy popular o conocida. Entonces nosotros queremos dejar constancia de eso”, declara.
Me parece muy interesante lo que dices y coincido absolutamente. Es un fenómeno lamentable. ¿Cómo crees que un escritor, un artista, un cineasta se hace conocido cuando tiene ese lugar secreto? Hay mucho artistas de todas las disciplina con obras muy bien trabajadas, minuciosos. Sin embargo, no se les da una preferencia en los medios debido a esto que tú describes: no son famosos o no suenan o no venden… hay una idea muy errada de la gente que está metida en los medios de que la cultura tiene que vender. Eso es algo que nunca va a suceder, ¿no?
Sí. Mira, eso sucede en Perú, sucede en España, seguro que sucede en Francia, en Mozambique y en Japón. Los medios de comunicación generalistas, masivos, nacionales, salvo algunos —que tienen alguna vocación cultural, quizás porque el director o directora del medio es cercano a eso o por prestigio y le interesa dar más espacio a las páginas culturales— no nos suelen valorar. Yo he trabajado en el Diario del País casi 30 años a diario. No era colaboradora, era de redacción todos los días de 8 a 10 horas diarias. Al principio, teníamos de diez a doce páginas diarias de información de cultura y espectáculos, y se nos quedaban cosas fuera por montones. Siempre porque hay mucha actividad, mucha más de la que la gente cree. Entonces, obviamente, es un campo en el que tienes que conocer, ¿no? Así como el deporte, pues no puedes poner a cualquiera, tienes que conocerse cómo funcionan los equipos, en fin, los nombres, los récords y todo, pues, en este medio también. Y eso es, digamos, reconocido también por sus semejantes. La cultura es un medio mucho más grande de lo que la gente piensa y mucho más pequeño de lo que debería, a veces, ¿no? ¿Qué puede hacer un artista, un creador, o escritor, o escritora, o músicos, actrices, de todos los medios de expresión? Seguir trabajando. Aunque también puede haber los típicos casos que siempre se dicen de ‘ah, este escritor secreto, que nadie lo conoce, porque es muy retraído y no se sabe comunicar con los medios’. Eso también puede suceder. Pero, normalmente, para eso también existía y existe la crítica literaria que debería ocuparse de todo tipo de publicaciones. En el Perú, por ejemplo, es lamentable que nunca hubo demasiadas páginas culturales. Cuando yo empecé en el diario El Observador, dirigido por Luis Jaime Cisneros, quien era un erudito. Entonces, obviamente, había páginas culturales y todos los escritos tenían una calidad y una exigencia. Además, en esa época salía en el diario de marca El Caballo Rojo, que también era un extraordinario elemento cultural. Pero claro, eso ha ido de menos a menos. Y se ha contaminado por algo tan extraño llamado “la farándula”, que no existe en ningún sitio, creo, más que ahí. Por supuesto que existe la chismografía y algunos famosos que son famosos por ser famosos, pero eso no es, digamos, lo que ocupa al mundo que llamamos cultural, que tampoco es que tenga que ser necesariamente elitista… Hay de todo fuera de esa farándula.
¿Y qué crees que debe privilegiar un medio cultural? ¿Cubrir la mayor cantidad posible de cosas o tener artículos de calidad, profundos, una crítica literaria, por ejemplo, una crítica de arte?, ya que vivimos en una época en donde uno casi que tiene que elegir o lo uno o lo otro…
Mira, es una buena pregunta porque yo creo que quienes hemos ejercido el periodismo cultural hemos tenido que convivir con las dos cosas, ¿no? Depende del medio, porque realmente ahora ya, y no es ningún secreto, digamos, el periodismo en papel está a punto de desaparecer. Cada vez hay menos páginas, ya no hay publicidad sobre el papel, y entonces están ganando los medios digitales. Ahí puede convivir las dos cosas, ¿no? Porque si bien es cierto que, vamos a decir, la gente cada vez lee menos y ya al primer párrafo ya se están cansando, luego hay gente que sí, que le gusta leer y es capaz de leerse un buen artículo largo si es interesante. Entonces, el medio digital puede albergar ambas cosas. Ahora, todo depende de la confianza que tenga el director del medio en la persona a la que le encarga la información cultural. Debe tener mucha confianza. Y si le dicen ‘fulanita o fulanito, es un poeta o un artista extraordinario’ y el director no lo conoce, que le diga ‘ok, tú decides. Tenemos tantas páginas o tantos espacios, confío en tu criterio’. Yo creo que eso es importante. Creo que los periodistas culturales deben tener esa voracidad por estar al día, deben conocer cuáles son las últimas novedades de literatura, de música, de teatro y todo. Porque a las personas que nos interesan los temas culturales nos interesan varios y no solo uno. Yo quiero saber cuál es la última serie extraordinaria que acaba de aparecer y un libro y una cantante o lo que sea. Sí pienso que hay que tener prescriptores, que es una palabra tan fea. En el primer número de Ojo Dorado, yo puse que no sabíamos a quién nos dirigíamos. Normalmente se hace una revista o un producto con un público objetivo. Yo no sabía. Pensé en esperar que nos vayan encontrando e irlos encontrando nosotros a ellos. Creo que sí hay un público, el tema es que faltan medio que interesen.
Has ejercido como crítica de arte, ¿cómo ves el panorama del arte peruano actual si lo comparas con el arte contemporáneo a nivel latinoamericano o global?
Mira, en cuanto a artistas, estamos en la mejor época de la historia de Perú. Hay muchísimos artistas peruanos de primera. Muchos de ellos están siendo reconocidos en el extranjero: tienen galerías aquí o allá, los invitan a ferias, y están en colecciones importantes. Perú es uno de los países que tiene cosas de lo mejor a nivel universal. Lo que es un desastre es todo lo demás. Es decir, no hay un museo de arte contemporáneo que puedas visitar y ver a artistas modernos y contemporáneos peruanos. No hay ninguno porque en MALI nunca construyó la ampliación. Entonces, tienen la colección, pero no la muestran. Hacen exposiciones, pero no hay un sitio donde tú puedas conocer a los artistas. No hay ni un museo. Creo que es el único país importante de América Latina que no tiene un museo. Sé que el MAC de Barranco, está haciendo intentos un poco para paliar esas cosas, pero aún está lejos. Luego, cada vez hay menos galerías. Hay mucho más artistas —sobre todo los más jóvenes— que no tienen posibilidad con galerías en Perú. ¿Y por qué no hay galerías? Pues porque no hay muchos coleccionistas. Los coleccionistas peruanos, los que tienen posibilidades, van a las ferias internacionales y se compran ahí otros artistas, incluso peruanos, pero no las compran en el Perú. Y claro, los artistas viven de su trabajo, y es un trabajo muy sacrificado. Es como ser actores, ¿sabes? No sabes cuándo te van a llamar, te van a pagar, y tienes que vivir normalmente. Entonces, hay un gran momento de artistas y un pésimo momento de infraestructuras, de apoyo y de difusión del arte.
Eso genera una situación extraña, en la cual tenemos, como dices, muy grandes artistas, pero en el Perú no necesariamente los conocemos, no los vemos en medios, no son artistas que se pronuncian tampoco, ¿no? La figura del artista como un intelectual que habla, que opina sobre la política, sobre arte, sobre cultura, ya no existe casi en nuestro país, ¿no?
Sí. En el primer número de Ojo Dorado hice algo que yo sé que fue un poco polémico, pero que yo creo que lo hice correctamente: una especie de ranking de los artistas peruanos con mayor proyección en el extranjero. En el Perú, casi todos los que estén metidos en el mundo del arte los conocen, pero cualquier persona por la calle no tiene ni idea de quiénes son. Por ahí le suena a Fernando de Syszlo o Gerardo Chávez. No más ¿Por qué? Por lo que tú has dicho. Porque Fernando de Syzslo era una persona que constantemente, desde muy joven, antes incluso de hacerse famoso como pintor, ya escribía artículos en en la prensa, y cada cosa que pasaba pues estaba ahí dando su opinión. Era un intelectual comprometido, como se usaba pues en esa época, a mediados del siglo pasado. Hoy, el único que más o menos de vez en cuando se pronuncia y quizá tiene más repercusión es Ramiro Llona, que escribe y es una persona que lee mucho, pero también hasta cierto punto… Los demás nunca se pronuncian. Entonces, obviamente, no tienen esa difusión mediática más allá de lo que puede ser su última exposición cuando sale. Después de eso se acaba. Y crítica de arte hay poquísima. Entonces, es complicado. Entre que no hay museos que se pronuncien públicamente sobre temas como buenos ciudadanos, ¿sabes? También no, pues, claro, pasan más inadvertidos.
Mencionabas el tema de la ausencia de la crítica. Pienso que la labor de la crítica muchas veces es acercar al público común a espacios culturales a los que no necesariamente está acostumbrado. Es decir, el crítico es una persona con la autoridad de traducir o acercar algo que está en un lenguaje más complejo. Entonces, tiene una labor por un lado de educador y por otro lado de promotor. La ausencia de crítica de arte dificulta que alguien tenga interés por una obra más allá de si le parece bonita o si va bien en su sala.
Claro. Bueno, mira, es un poco distinta la crítica de arte de la de cine, o teatro, o literatura, que es mucho más activa. En teatro tú dices, ah, ¿qué tal será esta obra, no? Y ves un comentario que dice, ‘bueno, extraordinario, esta nueva actriz o esta directora o este, la puesta en escena’. Entonces, te provoca a ir y vas. En cine, igual. Estamos acostumbrados a eso. Pero en arte, en arte es más importante la crítica, para los propios artistas, a veces. Fuera de que aparezcan un poquito en los medios, no hay en casi ningún lado crítica de arte por escrito, que diga algo como ‘este joven artista, atención, muy interesante,’ y lo justifique. Además, para los artistas, dentro de lo que es el sistema del arte, es muy importante la crítica porque casi que su avance y su prestigio se basa en eso. Si no ha escrito nadie…
Creo que hay una cuestión que es transversal a esa situación: la diferencia de la música, el teatro, el cine o incluso la literatura, también, con las artes plásticas. Estas son las únicas que no tiene una condición de entretenimiento. Es decir, uno puede asistir a una obra de teatro, a un concierto, o a una sala de cine, al igual que puede leer un libro, y puede juzgar en base de si la pasó bien o no la pasó bien, si se entretuvo o se aburrió. Evidentemente, es un juicio muy superficial, pero existe esa herramienta de acceso absoluto, que permite decir algo sobre la obra. Entonces, las redes sociales están plagadas de comentarios. En las artes plásticas no. No hay de dónde se puede agarrar alguien que no conoce sobre arte para hacer un juicio más que, ah, sí, bonito, lo pondría en mi sala… Ni siquiera hay un factor que les permita justificar o reconocer si es que realmente te gusta o no. Es mucho más complejo y por eso mismo insisto en que la labor del crítico de arte como autoridad, como promotor y como educador es mucho más importante.
Sí, pero se gana poco si es que no hay dónde ver las obras. Hoy en día los museos de todo el mundo cada vez están dando más presupuesto e importancia a las actividades educativas con niños, por ejemplo. Desde chiquitos, aprenden a sentirse cómodos en los museos, a ver las obras. Aparte que los niños son muy espontáneos. Tú le llevas a ver obras de arte contemporáneo y no se están preguntando si los engañan o no. Ellos tienen su propia impresión. Además, alguien tiene que llevarlos. Terminan yendo los papás o abuelos, que de no ser por eso, jamás irían a un museo. Primero tiene que haber donde ver arte y hacerte una idea un poco de la historia. Todos sabemos en Perú mucho más de arqueología que de arte. ¿Por qué? Porque no hay dónde ver arte. Hay unas cuantas pinturas y eso, pero todos nos sabemos todas las culturas precolombinas, y estamos muy orgullosos. O sea, no hay una cultura histórica realmente, ni se difunde, más que cuatro personajes que están muy bien, pero digamos que muy por encimita. Lo importante de la experiencia del arte es ver los cuadros o las esculturas, ver las exposiciones y no así de pasadita, sino quedarte un rato y hablar sobre ello, que te cuenten un poco, familiarizarte, y que no sea una experiencia que te dé miedo y que tengas ganas de salir corriendo, sino que vayas. Igual que vas al cine, que vayas al museo. La ferias de arte tienen eso, a pesar de esa cosita medio de social que parece un centro comercial. Ves juntas un montón de cosas. Tiene ese atractivo también. Ir a una galería para una exposición puede ser toda una expedición para quizás encontrar con una obra que no te llama. Una persona o una familia, así como así, no se plantea ir a una exposición. Una exposición de los incas, ahí sí van todos, pero una exposición de un artista o de un grupo de artistas, no. Quizás sí un poco esté despertando interés lo del arte amazónico como conjunto. Ese es un movimiento interesante. Ahora que no hay movimientos en el arte, este sí lo es. Y la gente ya tiene curiosidad. Pero igual no se siente del todo cómoda porque, como tú dices, no está dentro del entretenimiento. Y no lo está no tanto por la crítica, sino porque se siente solitario, ya que no hay espacios a los que ir.
Bueno, y en algún momento en el Perú sí hubo cierto intento de que los hayan, ¿no? Estaba el IAC, la Bienal de Trujillo, la Bienal de Lima. Ahora, en cambio, tenemos una serie de cacaenos, como el alcalde de Miraflores, que parecen convencidos de atentar contra la difusión cultural.
Lamentablemente, eso está pasando también en España, que es un país donde hay tanto apoyo, tantos centros de arte contemporáneo con una gran trayectoria. Se están cambiando arbitrariamente directores buenos, poniendo gente a dedo, quitando presupuestos, diciendo esto no es rentable. Hay una tendencia internacional ultraconservadora que ve en el arte una libertad expresiva de temas que son incómodos para mucha gente, y no quieren apoyarlo. Y sí, no es rentable. Luego dicen ‘ah, si los cuadros se venden por miles de dólares y no sé qué’. Algunos venden sus cuadros al precio que el mercado lo demanda, pero viven de eso. Muchos viven todo un año con la venta de ese cuadro. La mayoría de los artistas no venden tanto y con la justa se sostienen. Hay una visión no solo equivocada, sino una voluntad de cerrar todas las puertas al arte contemporáneo. Yo creo que es un momento en que artistas y personas relacionadas tenemos que reaccionar en ese sentido y defender un tipo de trabajo importantísimo. Es la única forma de ver lo que está pasando con los lenguajes de nuestra época.