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Cultural

Salomón Lerner: “Cuando era pequeño se enseñaba en el colegio a escuchar música”

Conversamos con Salomón Lerner Febres, presidente de la Sociedad Filarmónica, acerca del rol y la importancia de la música en la educación de los peruanos. 


Salomón Lerner Febres destaca la importancia de escuchar música. Foto: difusión

Muy puntual, Salomón Lerner espera sentado en el museo Larco. No lo conozco, a pesar de que siempre quise llevar una de sus clases de filosofía antigua. Quienes tuvieron la suerte comentan que eran fantásticas..‘Esperemos a Pilar’, me indica, refiriéndose a Pilar Flores, quien es la coordinadora general de la Sociedad Filarmónica. El doctor Lerner preside dicha sociedad desde el 2008 y, como en todos los cargos que ha ocupado, ha logrado grandes cosas. Es en parte a su esfuerzo que hoy tenemos una Sociedad Filarmónica que ha sobrevivido en un país que no cuida la cultura y temporadas tan excepcionales como la que se anuncia para este año, que va del 17 de abril hasta el 29 de noviembre, en el auditorio Santa Úrsula.

-¿Cuál es la importancia de educar a los jóvenes musicalmente?

-Bueno, yo creo que es fundamental, partiendo del acceso universal a ella. Es la anti-Babel. Nosotros sabemos, por historia sagrada, que Babel era la confusión de los lenguajes. La música tiene la maravilla de hablar un solo lenguaje. Por más de que uno solo hable castellano, o ruso, escuchando la misma melodía se siente de alguna manera concernido y tocado. Es una dimensión en el sentido universal que hay que valorar, y que, de otro lado, no se agota simplemente en el fenómeno físico y biológico de percibir determinados sonidos, sino, más bien, de sentirse atravesado por ellos. Yo creo que la música nos transporta a distintos sitios, y es el modo más directo de conectarnos con valores estéticos. En ese sentido, aunque sea casi un cliché, pienso que se trata de un lenguaje universal. Que mueve los sentimientos más hondos de las personas, es innegable.

-Encuentro una doble condición en la música. Por un lado, es la expresión artística más difícil de entender y analizar, pero, por otro, es la que estéticamente siempre va a producir algo. No se necesitan herramientas a priori para llegar a tener una conexión estética con la expresión musical.

-Es verdad. La vinculación entre lo que ella puede manifestar, con cierta riqueza, y la sensibilidad es directa. Desde esa perspectiva, relativiza el tiempo y las circunstancias, y va creando una especie de mundo muy personal, en el cual uno, justamente por ese carácter, encuentra la posibilidad de autoconocerse.

-Diría que establece una conexión muy fuerte con el inconsciente. Algo que no necesariamente ocurre cuando uno se expone a cualquier otra expresión artística. Me parece, además, que la música clásica tiene una capacidad de contener lo sublime que otras expresiones artísticas no tienen.

-Es así. Y lo es porque la música no solamente te interpela en el instante en el cual ella está sonando en una determinada melodía, en determinadas notas, sino que uno vence el tiempo. Es decir, conforme la música avanza, uno sabe qué es lo que va a venir. Si bien, uno no es músico, no es intérprete, a su modo lo es, porque va adelantando la música. Es una especie de re-lectura, pero que te hace sentir bien, y que justamente cuando está mal interpretada, te fastidia, porque no es el sonido que esperabas. Es una maravilla. Yo verdaderamente envidio mucho a aquellos que pueden interpretar, pero no me quejo para nada de ser un oyente y de haber abierto esa posibilidad desde relativamente joven. Con el tiempo, así como uno se realiza leyendo libros o estudiando, uno también se va purificando o haciendo más fina su sensibilidad y su espíritu con relación a la música.

-Usted tiene formación como filósofo, ¿cuál fue su formación en música? Es decir, ¿cómo se acercó usted a la música?

-Gracias a Dios, tuve una familia en donde se solía escuchar la música que en esos momentos —y también para los chicos— era más atractiva. La música de Tchaikovsky nos cautivaba desde pequeños…

-Además, se enseñaba en los colegios a escuchar música.  

-Sí, se enseñaba en los colegios a escuchar música. Hoy en los colegios no se enseña ni siquiera bien la historia. Recuerdo un decreto famoso de Fujimori, por el cual se prohibieron los cursos de Filosofía y también de lo que eran Ciencias Sociales en los colegios. La educación en los colegios se ha empobrecido muchísimo. Además, la educación superior permitió la creación de universidades con fines de lucro con lo cual se desvirtuó totalmente el sentido de estas, porque es la enseñanza superior y la formación profesional. En fin, cuando yo era pequeño sí teníamos clases de música y eran clases de música que vinculaban las piezas a las fantasías del niño. Especialmente sucedía con los ballets de Tchaikovsky, por ejemplo. Los Cisnes, el Cascanueces y La Bella Durmiente…  Todo eso era aceptado y querido dentro de las casas. En las clases se enseñaba música, pero se enseñaba música vinculándola a la vida y a la historia. Por ejemplo, si yo aprendí bien las campañas napoleónicas, en buena medida se debe a la obertura de 1812 de Tchaikovsky, cuando se invade en Rusia y suena el himno, la Marseillaise.

Cellista Zuill Bailey y pianista Víctor Asunción en el auditorio del Santa Úrsula. Foto: difusión

-¿Recomendaría o cree que hay algunas lecturas que son ideales para empezar a acercarse a la música desde un punto de vista más intelectual?

-Bueno, primero hay que acercarse a la vida, a las cosas. Recuerdo que leí el libro de Alma Mahler sobre Gustav Mahler, su esposo, es tan maravilloso. Me abrió más a un músico que me parece excelente. Y no solo pienso en el Adagietto de la Quinta, sino a la Primera Sinfonía, toda esta sinfonía con coros. Luego recuerdo haber leído un libro grande sobre Mozart, pero no recuerdo yo ya los nombres. Aprendí mucho. Son libros que de muchas maneras van retratando la vida de los compositores, sus alegrías y sus penas. Sobre todo, sus dolores, porque si uno comienza a escarbar y a leer y a enterarse sobre la vida de un Bach, uno termina preguntándose cómo pudo escribir cosas tan maravillosas esta persona que realmente no fue tan bien tratada por la vida. Cómo puede ser que casi se pierde La Pasión según San Mateo, si no fuese porque Mendelssohn la rescata. ¡Eran unos papeles tirados! O Tchaikovsky con el problema personal que tiene, y ni hablar de una persona que es un genio en música y lamentablemente sordo… Son historias fascinantes. Creo que hay lectura directamente para los músicos sobre la música, pero hay lecturas también que tienen que ver con tiempos, con momentos, y ahí viene la música en ayuda de una mejor comprensión.

-¿Le interesa la música que se ha desarrollado aquí en el Perú?

-Sí, aunque no la conozco a profundidad. Creo que se han hecho esfuerzos, pero todavía estamos lejos de tener compositores como Ginastera, por ejemplo, de Argentina. Nosotros tenemos algunos buenos compositores. Cuando yo era rector en la Universidad Católica, sacamos discos de Celso Garrido Leca, obras buenas, simpáticas, pero no es precisamente el terreno de la música que llamamos clásica en donde más hemos avanzado, creo.

-¿Y en la popular?

-La popular es muy linda, aunque hay que distinguir entre popular y populachera (se ríe). Creo que la música popular y la música folclórica es de primer nivel. Todo esto que llaman la música criolla, las composiciones de una persona como Chabuca Granda, por ejemplo, tienen una producción incomparable. Creo que también hemos tenido muy buenos intérpretes, en el terreno de la guitarra, o de la percusión.

-Es una pena que incluso en una universidad como la Católica no haya cursos de apreciación musical para estudiantes de Letras o Humanidades.

-Es verdad. Cuando yo estaba de rector, compramos dos pianos, compramos un clavicordio, y editamos discos con Chalena Vásquez y con Laszlo Benedek y su conjunto de cuerdas. Sacamos también un disco de cuarteto de guitarras, y otro de un cuarteto de cuerdas. Hubo interés en la música. Incluso llegamos a traer —para que veas que no nos quedábamos simplemente en la música clásica— a Pablo Milanés y a Joan Manuel Serrat para que se presentaran en la universidad. Había ese interés, pero, desgraciadamente, no se ha desarrollado más. Supongo que ahora en la Universidad Nacional de Música, Lydia (Hun) estará trabajando intensamente. Acabo de leer que hay un joven peruano que ha ganado en un concurso de dirección de orquesta. Me parece que él está en Alemania.

-Bueno, se está reviviendo cierto interés hacia la música clásica a través del cine también. Salió la película de Bernstein y también Tár, y la biopic de Ennio Morricone.

-Sí, exactamente. Me parecen películas fantásticas y creo que eso despierta interés en la música en espectadores que no necesariamente tenían estas preferencias. He visto todas estas películas que has mencionado y me han gustado mucho.

-Me podría contar un poco de la historia de la ópera en el Perú o en Lima.

-No soy una persona que sabe mucho respecto a ópera. Lo que sí tenemos es una serie de cantantes que han destacado por la calidad de su voz.  Alejandro Granda es un poco el que abre este espacio para otra gente y para que se hagan representaciones aquí. Pero es difícil por el tema de cómo financiarlo. Vivimos en un país en el que incluso nuestros conciertos son difíciles de presentar y montar. Los escenarios cuestan mucho y, tratándose de las óperas, más aún. La escenografía tiene un costo enorme. Y, por desgracia, creo que nadie puede asegurar que vaya a haber un aforo que permita cubrir siquiera los costos. Entonces, lo que más que yo he visto aquí en Perú alguna vez son recitales.