Siempre estuvo en el campo de la literatura, como lectora, pero también como profesora de escritura creativa. Escribía guiones, entrevistas. Escribir ficción, siempre lo consideró un “acto muy íntimo”. Pero se animó, acaba de publicar Infértil (Random House), una novela que se adentra en el tema de la maternidad. Rosario, la protagonista, está en un laberinto de enfrentamientos y dudas.
-¿El tema de la infertilidad es un tema caro de la intimidad?
-Sí, es un tema de la intimidad y no necesariamente tendría que ser así. La novela se basa en una experiencia personal, de un tratamiento de fertilidad que tuve con mi esposo y el tratamiento despertó muchos sentimientos y dudas. Entre los sentimientos estaba el sentimiento de culpa y de vergüenza y eso me llevó a preguntarme por qué era así. Creo que tiene que ver con que el tema se habla poco y se mantienen en el ámbito de la intimidad. Yo me preguntaba de dónde venían estos sentimientos. Pensaba que quizás por esa presión social de tener hijos que tienen muchas mujeres y muchas parejas. Creo que eso fue el origen de la novela.
-En la novela no ocurren muchas cosas, pero el diagnóstico moviliza a Rosario…
-A partir de ese diagnóstico, se pone en marcha un proceso introspectivo que lleva a la protagonista a cuestionarse sobre sus motivaciones de ser madre. Se encuentra entre la espada y la pared, ya va a cumplir los 40 años y a pesar de que tiene una vida plena, no sabe si poner check a esa casilla en blanco. Ahí pone marcha este cuestionamiento.
-¿Entre la culpa está la de interrogar al cuerpo sobre lo que la naturaleza manda?
-En este caso, hay una cuestión que es biológica, que la fertilidad de las mujeres a partir de los 35 decae. Y Rosario ya está a punto de cumplir los 40 y ha postergado la maternidad por privilegiar otros aspectos de su vida, también porque nunca la ha mirado con mucha convicción. Lo mira como con duda y temor. Bueno, recibe este diagnóstico y se cuestiona si tardó demasiado, porque recibir un diagnóstico de infertilidad te hace también a enfrentarte y cuestionarte tus decisiones de vida, enfrentarte al envejecimiento del propio cuerpo.
-Sobre el cuerpo, como drama, ella dice: “Venimos al mundo con una carga vital, pero también con una fecha de expiración”.
-Sí, ella se está enfrentando a eso, pero más importante que el diagnóstico o el tratamiento que ella sigue, es el espacio de vida. O sea, lo que usted acaba de decir, que ella vive un drama, no. En realidad, no está viviendo un drama. No es una novela sobre duelo, sobre la pérdida. Es una novela sobre la duda, sobre estar en el punto de no retorno, que son los 40 años, digamos. Entonces, al enfrentarse a ese momento, ella tiene que tomar una decisión. Y lo que despierta es, justamente, duda. Creo que ese es el espacio en el cual se construye la novela.
-Pero ella asocia: ve a la isla San Lorenzo como a un niño recostado, que la estación trajo nuevas flores. Ve señales de maternidad…
-Sí, justamente, ese es un punto interesante porque a partir de su tratamiento no solamente hay un cuestionamiento interior del personaje, sino que la lleva a reinterpretar varios aspectos de su vida. A partir de eso, se despiertan recuerdos del pasado, se dan muchas comparaciones con muchas mujeres, incluso con mujeres de la literatura de tiempos milenarios…
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-Como con Nikasiboula de Mesene, que era infértil y va al templo a pedir un hijo.
-Sí, Nikasiboula. Como bien dices, el cuestionamiento es tan grande que todo lo que le rodea de pronto le habla del tema, le da señales de que sí, pero también de que no. Eso es lo que yo quería plasmar en el texto, cómo la mirada de Rosario de pronto está trastocada por el momento en el cual se encuentra y la lleva a cuestionarse no solo sus deseos y motivaciones sino su propia identidad.
-Ella dice que en la sociedad, el cuerpo femenino se define por su utilidad, ¿la maternidad?
-Sí, creo que hay una presión muy fuerte hacia las mujeres de ser madre, desde hace muchos años. Yo, lo que quería evitar, es que esta mujer, que tiene una mirada bastante plena, se convirtiera en una víctima y se le mirara con condescendencia o suscitara una mirada lastimera. Ella no es una víctima. Ella no es una persona que haya fracasado. Esa no es la historia, sino que más bien es una mujer que se detiene a cuestionar ese deseo.
-Usted ha anotado que la estructura de su novela es fragmentada...
-No tiene una estructura tradicional, capítulos, sino más bien tiene una serie de reflexiones. Decidí por esta estructura porque refleja ese estado de fragmentación de Rosario, que se debate entre quiere o no quiere, se entusiasma y se aterra. Justamente, esa estructura fragmentada es la fragmentación del deseo.
-Mira hacia adentro, ¿no en plan de autoayuda?
-Mira hacia adentro, pero no es un libro que busque dar respuestas. No es un libro de autoayuda o que busque dar respuestas, sino, más bien, que dé espacio para plantearse esas dudas.