La calle, el parque, no eran un problema. Todo lo contrario, eran la solución para soltar sus historias y sus personajes para la felicidad de los vecinos y transeúntes. Hace 40 años, Wili Pinto Cárdenas tenía que hacer teatro y no le importaba dónde. Fundó el grupo Maguey y se echó a andar. Y es que Pinto Cárdenas es una teatrista de raza, autodidacta, pero no por eso menos riguroso. Su vocación escénica le vino de familia.
“Mi madre, Elvira, hizo teatro aficionado, y mi abuelo, Fortunato Cárdenas, también era director de teatro en Tarma, en donde yo nací. Allí es reconocido, el Centro Cultural de Tarma lleva su nombre. Cuando vinimos a Lima, siempre acompañé a mi madre cuando iba al teatro”, explica sus orígenes.
Su padre, Arturo Pinto, también estaba ligado al arte. Era músico, un músico viajero, y con él recorrió los pueblos de la costa, sierra y selva.
“Sus fiestas, danzas, máscaras, música de esos pueblos, han sido mi inspiración. Con el tiempo, aprecié y aprendí la teatralidad que había en ellos”, dice Wili Pinto.
“Mi madre, Elvira, hizo teatro aficionado, y mi abuelo, Fortunato Cárdenas, también era director de teatro en Tarma, en donde yo nací” Foto: difusión
Con su grupo ya tiene un largo camino. Dice que le puso “Maguey” en honor a esa planta suculenta con la que se hacen cuerdas para puentes, bebidas, esculturas, cestos y hasta casco para los tambores. O sea, tiene muchos roles (como en el teatro).
— ¿Hace 40 años, Maguey quiso ser solo un grupo de teatro?
— En realidad, desde que nosotros nos fundamos, teníamos la meta de ser un grupo que trabaje el teatro en diferentes dimensiones. Además de la producción de espectáculos, nuestro proyecto incluía la línea de investigación y la línea de pedagogía, que ahora está muy consolidada. Maguey hoy en día se ha convertido en una escuela y en una escuela alternativa donde, permanentemente, tenemos alumnos de todas las edades. Tenemos proyectos pedagógicos para actores profesionales, adolescente, niños, educadores. }
— En ese proyecto, ¿con qué obstáculos tropezaste?
— Bueno, las dificultades resuenan con las dificultades del país. Desde el punto de vista cultural, el país tiene un desarrollo donde no se impulsa o funcionan bien los espacios llamados a promover la cultura, como deben hacer el Estado, los municipios y las instituciones de la sociedad civil, salvo algunas excepciones. Orgánicamente, el Estado es carente de políticas culturales sólidas. Claro, hay algunas líneas como el Ministerio de Cultura, pero tiene un presupuesto ínfimo. Que en ese ministerio haya tantos cambios de ministros, eso, de por sí, solo expresa cuál es la actitud del Estado con respecto a la cultura.
— ¿Y en los municipios?
— En ese caso, salvo en algunas excepciones, hay ausencia de personas preparadas, profesionalmente, para gestionar la cultura que no sea de una forma anecdótica. No hay proyectos orgánicos, sistemáticos de mediano y largo plazo. Entonces, ese es uno de los obstáculos con los que siempre los grupos de teatro independientes, como Maguey, nos enfrentamos. Ahora que nosotros autogestionamos una sala, ya te imaginarás cuántas dificultades adicionales se suman a eso. El caso de Maguey es un ejemplo de lo que sucede con otros grupos de teatro independiente en todo el Perú.
Gran parte de la historia de estos pueblos se da a través de su cultura, de la música, danza, iconografía, tradición oral. Fuente: difusión
— Ahora tienen un centro cultural. ¿Cómo fue al principio?
— Al principio fuimos nómades. Nos iniciamos haciendo teatro en campos abiertos, como calles y parques. Empezamos en el parque Castilla, en el distrito de Lince. Después pasamos a espacios cerrados, en un colegio amigo. Luego por el centro de Lima, en casonas alquiladas. También en Breña y Surquillo. En ese tránsito, tenemos un agradecimiento especial a la Escuela Nacional de Arte Dramático, ENSAD, que nos brindó su auditorio. Fueron 15 años de esfuerzo hasta tener este local aquí, en San Miguel, donde ya vamos 25 años de trabajo intenso.
— La semana que viene presentas Dúik Múun (El saber de los ancestros). ¿Qué propone?
— La obra es como un recital escénico en donde integramos a la actuación, la narración de diferentes tradiciones orales de pueblos amazónicos, como el awajún. Integramos el lenguaje visual a través de imágenes en sombra, también música en vivo.
— En la obra han insertado textos del poeta César Calvo. ¿Cómo así?
— Sí, hemos incluido textos de Las tres mitades de Ino Moxo de César Calvo que hablan del poder de la palabra y cómo la palabra es un ser vivo, que tiene descendencia y tiene un poder como cualquier otro ser animado; con alma y capacidad de reproducción y de transformación. Los textos tienen un nivel mágico y los hemos usado como conectores entre una historia y otra.
— ¿El intento es rescatar las culturas originarias?
— Sí, claro. Es un homenaje que hacemos a los pueblos amazónicos, en general, y a sus culturas porque en Maguey siempre hemos trabajado en la línea de investigación de la historia del país y de aspectos que no están en la historia oficial. Gran parte de la historia de estos pueblos se da a través de su cultura, de la música, danza, iconografía, tradición oral. Además de ser relatos que tienen historias muy divertidas, mágicas, también nos están hablando de relaciones de poder, de reciprocidad y de pertenencia a la naturaleza. Una cosmovisión que normalmente en la estructura oficial del país ha estado marginada.
La obra Dúik Múun (El saber de los ancestros) va del 6 hasta el 28 de mayo. Centro Cultural Maguey: jr. San Martín 600, San Miguel. Foto: difusión
— O sea, no solo teatro sino también proyección social…
— Siempre hemos trabajado sobre el tema de la marginalidad, esta vez enfocamos el territorio amazónico. Entonces, esta obra es una manera de poner sobre la mesa el valor de la historia y la presencia contemporánea de estos pueblos.
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— ¿El Perú es un teatro?
— El mundo, diría yo, es un teatro. Hay muchos conflictos a flor de piel, hay una lucha permanente de diferentes tipos de protagonismos, uno ligados al poder oficial y otros ligados a las poblaciones mayoritarias que históricamente han estado al margen del poder. Justamente, el teatro lo que hace es cuestionar ese orden e imaginar otros órdenes posibles a través de la creatividad donde se critica esas formas inequitativas que se han establecido en el mundo. Y lo hace con un lenguaje poderoso: el lenguaje poético.
— Si miramos el Perú contemporáneo, es una tragedia griega.
— Es una tragedia y es una crónica. Podemos decirlo en dos sentidos, es una crónica de una tragedia y también una tragedia crónica. Los conflictos nos vienen desde nuestros orígenes y no hemos sido capaces de procesarlos para construir maneras no colonizadas de pensar, nuevas formas de entender la diversidad.
— ¿Y cómo ayuda el teatro?
— Mucho. El teatro es el territorio de lo diverso donde las diferencias enriquecen. El país es un territorio de diversidades que luchan por ser visibles de una manera igualitaria. La forma como está organizado el país no contribuye a eso, pero, alternativamente, los artistas, como los de teatro grupo, son los que hacen de esa diversidad una verdadera riqueza y la comparten.
Temporada. La obra Dúik Múun (El saber de los ancestros) va del 6 hasta el 28 de mayo. Centro Cultural Maguey: jr. San Martín 600, San Miguel. Horario: sábados 8 p.m. y domingos 6 p.m. Actúan María Luisa de Zela y Wili Pinto Cárdenas.