Roberto Ángeles dirige la obra Roberto Zucco. “No estoy sugiriendo el perdón ni la celebración del delito”, nos dice sobre la historia que se verá desde este jueves 2 por Joinnus a dos años de su estreno. Para el teatrista, la crisis ha dejado varios temas para trasladar a escena. “Hay una obra que voy a dirigir, es sobre la desintegración de la familia, se llama Tiempos mejores”. El director agrega que hay algo de lo que no se habla lo suficiente ni en el Congreso ni en el Ejecutivo. “La pandemia ha dejado más de 9 mil huérfanos absolutos”.
¿Cree que hubo ‘tiempos mejores’ o hay que cambiar?
Pues, creo que la historia nos ha llamado la atención, sobre todo, por nuestra severa desconsideración hacia el otro. Nunca ha habido tantos fallecidos en la historia del Perú. Hay tanto sufrimiento en mucha gente, por la enfermedad y porque han perdido sus trabajos o han sido víctimas del desprecio por parte del Estado y por la sociedad. Tenemos que reconocer que ya sabemos lo que somos. Pero no estamos tomando las medidas en consideración especialmente a los que históricamente han sido marginados. En Perú, los marginados son la mayoría, en otras partes del mundo es la minoría, acá es al revés.
Usted suele poner de ejemplo al gremio artístico, dice, “fracasamos varias veces, pero salimos adelante”.
Es que no falta la entrega en los teatristas. Escucho constantemente que el peruano se ha reinventado, pero el peruano se reinventa desde comienzos de la historia. Siempre hemos tenido la capacidad de sobrellevar el fracaso. Eso es ser peruano y también ser teatrista en el Perú, eso ya lo sabemos.
Sobre todo quien no tiene privilegios.
(Sonríe). Así es, somos los descendientes directos de Caín, tenemos el estigma de Caín.
¿Qué espera del espectador de la historia de Roberto Zucco?
Somos una sociedad que, con mucha ligereza, señala el delito, sanciona muy pronto y muy fácil. Es cierto que tiene que haber leyes, no estoy en contra de lo legal, de la moral, ni de los principios cristianos. La justicia lo sancionará, pero no tenemos que ser inhumanos con el enemigo. Eso lo aprendí de mi padre que era servidor de la Cruz Roja Internacional. El criminal surge de la sociedad y somos todos parte.
Por eso la obra tiene similitudes con el trasfondo de películas como Joker…
Absolutamente. La ausencia de los padres, enfermedad, violaciones… a veces por esas razones surge el delincuente. Y de la cárcel salen peor. He tenido la triste oportunidad de hacer visitas a Castro Castro, y es doloroso ver las condiciones en las que viven. Hacer una obra donde se observan las dolorosas razones del delito es un intento por entender hasta dónde puede llegar la miseria del ser humano.
Por otro lado, ¿qué le dejó la reposición de Respira (2019) en el Marsano?
Fue gracias a la iniciativa de Osvaldo Cattone, a quien no conocía personalmente. Él se merece todo nuestro reconocimiento, gratitud y respeto. Yo fui el único director invitado a dirigir por la productora de Cattone, el primero y el único, así que me guardo ese honor. He recibido tantos comentarios que me conmueve muchísimo y me hace agradecer la suerte que tengo de estar en esta profesión.
¿Y cómo ve al teatro peruano tras la reapertura de salas?
Soy formador de actores y, como anécdota, abrí mi taller al día siguiente que Hurtado Miller dijo “que Dios nos ayude”. Yo pensé que nadie se iba a inscribir y ahí estuvieron Norma Martínez, Javier Echevarría y Carlos Mesta. Empezamos en la peor etapa, así que yo ya estoy curtido, estoy segurísimo de que el teatro va a resurgir y mejor de lo que estaba. En mi taller gracias a la virtualidad de ahora, he tenido alumnos de distintas regiones del Perú. Hice la misma reflexión de agosto del 90, pero he tenido más postulantes que en las épocas normales.
¿A qué cree que se debe eso?
A que este espíritu por desarrollar la teatralidad, la fantasía de vivir otras realidades, es una llama que no se va a apagar nunca. Cuando termine de pasar la plaga, vamos a regresar con mucha más imaginación. Somos una nación con muchas cicatrices, pero también con muchos logros.
André Silva, Roberto Zucco