“La ciudad atravesaba por un período de gran agitación, para nadie era un misterio que las tropas realistas tenían la intención de abandonarla a su destino... Todos sufrían de la angustia general; los menos animosos no ocultaban sus temores; los valientes no sabían en qué emplear su valor i los irresolutos estaban en una situación deplorable... Las mujeres se portaban mejor que los hombres, demostrando más valor y menos espanto”.
De esta manera describe el viajero inglés Basil Hall el miedo que estremeció Lima por el acercamiento de la expedición libertadora. El oficial naval, recordado por sus relatos de sus pasos por países de América, Estados Unidos y Oriente, fue un valioso testigo de lo que ocurrió en ese período.
Miedo, desconfianza, inseguridad, descontento, desconcierto general, un permanente estado de agitación, se vivió en la capital del virreynato español en ese decisivo año, 1821.
Cuenta Hall (en Viaje a Chile, Perú y México. Estracto de un diario) que el 5 de julio el virrey José de la Serna anunció en una proclama que abandonaría la ciudad. Y esa fue “la señal del desbande general... La mayor parte de la población estaba poseída de un terror, pánico, verdaderamente extraordinario”.
Camino a Lima, Hall tuvo que abrirse camino en medio de la “muchedumbre de fugitivos”. Eran familias enteras. “Hombres, niños, mulas cargadas de objetos, esclavos encorvados bajo el peso de los bultos, todo mezclado en medio del desorden y la confusión mas espantosa, era lo que veía a mi alrededor. En Lima, la consternación era terrible”.
Antes de llegar a este momento de máxima ebullición del temor, debido al abandono de Lima por parte de La Serna (huye a la sierra central con 4000 soldados), desde unos meses atrás se producen otros hechos que acumulan angustias.
El 8 de setiembre de 1820 se produce el arribo de la expedición libertadora a Pisco.
Este arribo se suma a otros sucesos que poco a poco van a convulsionar la Lima de entonces. Por ejemplo, se intensifica la persistente propaganda revolucionaria de San Martín. Y se produce el bloqueo de la Lima virreinal a través del mar, con Thomas Cochrane y su escuadra acechando las costas.
El inglés Hall, al referirse a este punto, dice que la expedición “sorprendió completamente a los limeños, porque siempre habían despreciado a Chile como mero apéndice del Perú, del que no había que temer ningún ataque”. Con este cerco, Lima poco a poco se entrega a los brazos del desconcierto.
También el 6 de noviembre de 1820 se produce la captura de la fragata Esmeralda por parte de la escuadra libertadora, era el buque español más poderoso en el Pacífico. Este hecho, a decir de Mariano Paz Soldán, causa primero “la vergüenza de haber perdido uno de sus mejores buques” y luego la desesperación.
Como reacción, se produce el asesinato de tres ingleses y crece el rumor de que el virrey está detrás de esas acciones. San Martín le envía una misiva, que en realidad es una amenaza.
Mientras, el cercamiento a Lima va a provocar una carestía de alimentos que exacerba los ánimos. Y para colmo de males la peste empieza a abatir a la tropa. En medio de todo eso, crece la desconfianza de los jefes realistas en la capacidad del entonces virrey Joaquín de la Pezuela.
LIMA. En la ciudad había crecido la población de españoles peninsulares y americanos. Un dibujo de Rugendas, luego de la independencia.
Lima ya entonces era el reino de la inseguridad. Y de ello sabe San Martín pues una red de espías le informa de cada movimiento. Como cuenta el historiador Arnaldo Mera Ávalos, los criollos patriotas Fernando López Aldana y Joaquín Campino comunicaron secretamente a San Martín que, por lo del Esmeralda, estaban “los chapetones tan irritados contra el comandante de la Marina que han tratado de asesinarle... han esparcido pasquines contra el virrey acusándolo de la ruina del reino y proclamando virrey al general José de la Serna”.
La investigadora del miedo en nuestra historia, Claudia Rosas, también señala otros hechos que van a exacerbar el temor en la capital, como que el batallón realista Numancia se pasa a las tropas libertadoras; triunfa una expedición patriota en Cerro de Pasco; en Trujillo, el marqués de Torre Tagle se pasa a la causa patriota y declara la independencia en esa intendencia; y también desertan y arriban al cuartel de San Martín más de 100 efectivos. Y el 29 de enero de 1821, finalmente, Pezuela es reemplazado por La Serna.
Así que cuando La Serna deja la capital el 6 de julio y deja al marqués de Montemira a cargo, se entiende que el miedo ya recorría por la ciudad tal y como huía la gente a refugiarse a los conventos o al Callao.
ACTA. De la independencia, redactada por Manuel Pérez de Tudela. La firman 339 personas de la élite
Hall relata: “Una o dos horas después de la partida del Virrey las calles estaban llenas de fugitivos, pero a mediodía escasamente se veía una persona... todas las puertas trancadas, las ventanas cerradas y parecía ciertamente una vasta ciudad de muerte”.
El arzobispo de Lima, Bartolomé de las Heras, decidió quedarse. San Martín saludó el anuncio. Pero unos días después de la independencia fue deportado a España, acosado por el implacable hispanófobo ministro Bernardo de Monteagudo.
En ese turbulento 1821, Lima, ciudad en que se estimaba había 70 mil habitantes: “... estaba conmovida y en la mayor consternación: los que se hallaban comprometidos por sus opiniones o los que temían perder su fortuna...”, decía Mariano Paz Soldán. Otro mensaje anónimo recibido en el cabildo describía: “Nueve meses hace que el Perú está en revolución y más de cuatro que su capital yace en la más horrorosa anarquía”.
El temor no cesó. Las fuerzas del rey reaccionaron y los castillos del Callao resistieron hasta 1826.
AVANCE. Detalle de un combate en Santa Fe. Arribo de patriotas causó temor en Lima.