Elga Reátegui como reportera conoce las calles y veredas de Lima. A finales de los 80, corrió tras las noticias, entre otros medios, para el Popular y La República. Pero en ella no todo era periodismo, sino también incubaba, silenciosamente, una poeta y una escritora. Esa pasión, con los años y libros publicados, le ha granjeado satisfacciones. Su último libro, que es de relatos, La fugacidad del color (Lastura Ediciones), acaba de ganar nada menos que el premio International Latino Book Awards 2020, en la categoría Best Collection Of Short Stories.
El International Latino Book Awards premia cada año a los mejores libros latinos en los Estados Unidos. En la vigésima segunda edición, se presentaron cerca de 3 mil obras y el libro de Elga Reátegui quedó en la terna de finalistas. Y resultó ganador en su categoría.
“Es verdad que cuando uno espera nada, las cosas se dan”, me responde desde Valencia, a donde migró el año 2005.
Tampoco esperaba que este mismo libro haya sido finalista de los Premios de la Crítica Valenciana en el 2019.
Elga Reátegui nació en Lima, hija de padres amazónicos. Estudió Ciencias de la Comunicación en la U. Inca Garcilaso de la Vega y se licenció en Periodismo en la U. Jaime Bausate y Meza del Perú. Ha publicado, entre otros poemarios, Ventana opuesta (1993), Entre dos polos (1994), Alas de acero (2001). Asimismo, junto con el escritor y decimista Pedro Rivarola, los epistolarios Correo de Locumba (2002) y Violación de correspondencia (2003). En 2007 publicó su primera novela, El santo cura; y el 2011, De ternura y sexo.
La fugacidad del color reúne 108 relatos breves que giran en torno a temas de carácter amoroso, social y espiritual.
“Son historias que he ido recolectando en el camino. Algunas tienen que ver con mi historia personal o vivencias de mi época como reportera”, explica Reátegui.
“Lo curioso −agrega− es que las he ido ‘cazando’ de mis recuerdos. Es decir, de repente aparecían en mi memoria, casi siempre durante los viajes en coche. De inmediato, los capturaba escribiendo la idea o las ideas en un pañuelo desechable o trozo de papel cualquiera”.
La portada del libro exhibe una pintura que resume el significado del conjunto. Un día estaba en un consultorio médico, cuando una pintura le llamó su atención. Se trataba de unas manchas de colores que se iban desgastando hasta quedar casi invisibles.
“La vida es de ese modo. Somos colores vivos al comienzo, luego nos vamos desgastando de acuerdo a nuestras experiencias vitales, sin embargo, llegamos al final, blancos, a la unidad, pues el blanco es la suma de los colores. Y somos así, fugaces como los colores”, dice Elga Reátegui.
Afirma que su libro está contenido de vida, de situaciones humanas, sociales, muchas veces dramáticas y duras como la violencia de género, el abuso infantil y la discriminación en diversas formas y matices.
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“Hay mucha idiosincrasia peruana en mi libro, pero, en realidad, los temas son comunes a todos. El ser humano es el mismo, sin importar su color de piel, nacionalidad o lugar de residencia”, sostiene la escritora.
Por supuesto, en sus relatos también fluye la historia reciente de nuestro país.
“En mis relatos, por un lado, intento retratar el país que me tocó vivir, esa terrible época que padeció mi generación. Por otro lado, también expongo el realismo mágico que cohabita en los hogares peruanos, sobre todo en quienes somos hijos de padres selváticos”, enfatiza.
En varias ocasiones ha viajado a Estados Unidos, pero ha sido su prima Isabel Jimison quien la postuló al Latino International Book Awards 2020. Considera que su libro es una insistencia del idioma de Cervantes en el gran país del norte.
“Que el inmigrante no olvide su lengua, que no la deje de hablar por prejuicio, que se enorgullezca de ella, de su legado y la historia que contiene. Mi acento prevalece y, como digo ahora, soy limeña, valenciana, peruana, española. Y selvática, por supuesto”, afirma, rotunda, Elga Reátegui.