No se han escrito pocos libros sobre el autor de Los heraldos negros, existen una serie de estudios y biografías, incluso novelas. Jorge Nájar (Pucallpa, 1946) se suma a ese coro de vallejianos con su novela documentada César Vallejo, la vida bárbara (Sinco Editores), libro en el que indaga, y también imagina, la estadía del poeta santiaguino en París. Asegura que con respecto a Vallejo en la capital francesa solo había anecdotarios y que él, en un trabajo de articulación sobre la vida del vate, intenta que la historia se abrace con la ficción.
Vallejo es un poeta. ¿Cómo así lo ha convertido en un personaje de novela?
Tú sabes perfectamente que la creación, la tuya, la mía, la de todos... todos hemos sido vallejianos. Todos hemos tenido nuestro Vallejo. Yo tenía el mío, tenía la documentación y me costaba dar el paso. Estaba dudando mucho tiempo entre la biografía pura simplemente y la novela o esto que he hecho, una novela documental. ¿La novela documental qué cosa es? Es servirse de la información científica, histórica, y allí donde había espacios vacíos recurrir a las estrategias de la ficción para estructurar la vida de este personaje.
¿En ese sentido, de algún modo, diluir la biografía en nombre de la ficción?
No, no hay una disolución de la biografía, sino la necesidad de articular los datos, las anécdotas, para que todo tenga un sentido. En esa articulación, ¿qué haces cuando no tienes los datos? Recurres a la imaginación. Esa es la tarea que he realizado allí.
García Márquez, cuando hizo la novela sobre Bolívar, no pudo hacer con el Libertador lo que hacía con los Buendía. La historia es un corsé. ¿No le ha pasado lo mismo?
Las historias de Gabo sobre Bolívar nos enseñan cómo fue ese personaje. Todos hemos visto retratos, pero era otra cosa describirlo en su condición humana. Para los historiadores a lo mejor no cumpla con lo que ellos pensaban de Bolívar. En el caso de Vallejo, lo que he tratado, primero, es visualizarlo yo mismo como un personaje de carne y hueso. Una vez que lo he tenido bien visualizado, bien constituido en sus bases, ya empezó a caminar. Es un Vallejo que camina por la ciudad, que se encuentra con los amigos, un Vallejo con sus grandezas y sus flaquezas. En ningún momento me he sentido limitado. Qué no se ha dicho sobre Vallejo, pero todo estaba disperso. Mi quehacer ha sido un trabajo de articulación de la vida de Vallejo en París.
Esto de articular, en la mitología de Vallejo, por ejemplo, están las anécdotas que cuenta Ernesto More. ¿Cómo articular todo ello al curso de la novela?
Por ejemplo, vamos a recordar una de las anécdotas más graciosas que relata More, la escena del farol, los que ponen de noche para advertir que se está haciendo una obra. Vallejo lo coge para llevárselo, pero se da cuenta de que un policía lo ha descubierto y que lo está siguiendo. El poeta camina con más prisa y recorre callejas hasta una comisaría y entrega el farol, con lo que desbarata la acusación del policía de que se estaba robando el farol. Todo eso, siendo real, ingresa al curso ficcional, imaginativo, de esta novela documental.
Hay un pasaje en tu novela en que Vallejo dice que Haya de la Torre, por su condición de orador, es un molino de palabras. ¿Has articulado personajes cronológicamente?
Sí. Está articulado cronológicamente. Tú sabes que el terreno predilecto de Haya de la Torre fue Londres y Roma y de vez en cuando pasaba por París. En esos de vez en cuando, yo no conozco en qué momento, se encontraron, entonces, como escritor, ficciono un encuentro en uno de los bares centrales de Montparnasse. Y Allí se da cuenta de que Haya está imbuido en la necesidad de hablar y hablar, por eso la asociación de molino de palabras. Ellos eran grandes amigos, entonces no es extraño que salgan a caminar y vayan a un bar.
¿ Y cómo ocurre ese impase de enemistad entre Vallejo y Neruda después de que ambos eran amigos?
Se ha hablado de este tema desde diferentes ámbitos. Yo creo que uno de los que ha visto más cosas en contra de Neruda ha sido Juan Larrea. Cuando me doy cuenta de ese conflicto, me pongo a revisar la obra de Neruda, encuentro hasta tres poemas dedicados a Vallejo. Entonces, estos no han podido ser enemigos, habrán tenido un percance, un intercambio de carácter, pero enemigos no. Yo en este caso he estudiado la situación, no tomar partido por uno o por otro, y citar los poemas que Neruda dedicó a Vallejo. Yo creo que han sido amigos. Ha habido problemas, dicen, en la designación de quién se iba a ocupar de la redacción del órgano de la comisión en defensa de la República de España. Eso dicen.
Ambos han escrito a favor de la república, Vallejo España, aparta de mí este cáliz y Neruda España en el corazón. Como novelista de Vallejo, ¿por cuál se inclina?
A mí me gusta mucho ese poema circunstancial, creo que es el único poema circunstancial que ha escrito Vallejo. España, aparta de mí este cáliz es un gran poema. Yo no me canso de descifrarlo las veces que puedo. El poema de Neruda no creo que sea tan intenso. Sin embargo, tenemos ese poema. La intensidad vallejiana ya la sabemos. Y el fraseo nerudiano también sabemos lo que es. Son dos grandes poetas.
Mario Benedetti dice que Vallejo y Neruda son los grandes poetas de nuestro continente, pero mientras que Neruda corteja y seduce la palabra, Vallejo va de frente y la viola.
Son sus formas de escribir. La primera vez que se encontraron Vallejo y Neruda fue por invitación de Juan Larrea en París. En ese encuentro, Vallejo se da cuenta de la personalidad de Neruda, que es seguro de sí mismo, que todo gira en torno a él. Vallejo es un hombre rural, huraño y no sería extraña su actitud de distanciamiento con Neruda.
Hablando de intensidad, Trilce tiene esa naturaleza.
Para mí, sin la experiencia carcelaria que tuvo Vallejo en Trujillo, sin esa experiencia, tal vez Trilce no hubiera existido.
Fue concebido en la cárcel…
El poemario se articuló dentro de la prisión. Luego fue editado en Lima. Esta experiencia es la experiencia más grande. Yo creo que esta novela, La vida bárbara, aporta a todas las biografías que se han escrito sobre Vallejo. La vida de Vallejo ya había sido bastante estudiada, pero, de la vida de Vallejo en París solo había anécdotas. Es decir, todo era anecdotario. Creo que es la primera vez que articulamos todo eso, donde la historia es la herramienta principal y la ficción es la herramienta de articulación de esas anécdotas.