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Cultural

Rember Yahuarcani; “Nos han quitado la voz y se resisten a devolverla”

Artista uitoto autodidacta, el jueves pasado inauguró en el Instituto Cervantes de Beijing, China, la muestra mitológica “Cuando los animales eran personas”.

No ha necesitado imaginarlos. Sus personajes vienen de esa patria eterna que son los mitos. En su caso, de la nación Uitoto —del clan Áimen+ (clan de la Garza Blanca)— por su abuela paterna, y de la nación Cocama —del clan Jaguar— por su abuelo paterno. Rember Yahuarcani solo los transfigura en sus lienzos, como él dice, “como un acto de fe” o como quien toma “el camino hacia su identidad indígena”.

Migró desde su pueblo Pebas, en las riberas del río Ampiyacu, Loreto, y se ha hecho artista por la lealtad a la memoria de su pueblo y, por supuesto, por los mitos y relatos que le narraba la última guardia del bosque, su abuela Martha López Pinedo.

Rember Yahuarcani, además de tener talento, ha tenido suerte. Sus personajes lo han llevado de la mano no solo a otros países, sino otros continentes. El jueves pasado inauguró la muestra individual “Cuando los animales eran personas”, en la galería del Instituto Cervantes de Beijing, China.

El año pasado ha expuesto en el Museo de Arte de Shanghái, en la 8ª Bienal de Beijing. El embajador peruano de esa ciudad, Luis Felipe Quesada, y el agregado cultural Ignacio Vargas gestionaron para que ahora exhiba en el Cervantes.

Lo interesante de Yahuarcani es que no solo pinta, sino también medita sobre su trabajo, sobre todo piensa, no sin coraje, desde su condición de artista indígena.

¿De qué trata la exposición?

‘Cuando los animales eran personas’ es una exposición de pinturas recientes que habla puntualmente del origen de algunos animales del espacio amazónico, mayormente peces. Un motivo importante para hablar de los seres del agua ha sido el gran proyecto de la Hidrovía Amazónica, un proyecto que ha sido rechazado por todas las organizaciones indígenas. Un proyecto que nuevamente vulnera todos los derechos fundamentales de los ciudadanos indígenas, un proyecto que nos traerá destrucción, pobreza, frustración y atentados contra nuestra vida. Me pareció propicio empezar a hablar de este proyecto a partir del arte.

Los mitos son memoria, ¿también pueden explicar realidades del presente?

Sí. Los mitos seguirán vigentes una eternidad. Los mitos son los caminos a nuestra identidad, a nuestras raíces. Los mitos indígenas son las profecías contemporáneas. Es la huella y la evidencia fehaciente de nuestra presencia en la tierra. Mis ancestros la recibieron hace milenios, ahora nosotros la mantenemos viva para dar respuestas a la ferocidad del hombre civilizado y buscar soluciones a nuestros problemas.

No recuerdo escenas cotidianas en tu pintura…

Los primeros años pinté escenas cotidianas, de pesca, sembrío, de caza, etc. Ahora ya no, porque me di cuenta de que un indígena podía ser fácilmente encasillado por los “investigadores”, por eso lo dejé. Pero pienso retomarlo.

Supongo que pintar para ti es un rito, ¿es un rito en contra de alguien o de algo?

Pintar para mí es un acto de fe. La fe en mis ancestros, en su filosofía, en sus vidas. No pinto en contra de nadie o de algo, pero sí protesto en contra de la desigualdad, la exclusión, la discriminación; en contra de los funcionarios mediocres, mezquinos y corruptos que no dejan desarrollar nuevas ideas que beneficien a los peruanos más vulnerables y con pocas oportunidades.

¿La pintura indígena ya no es el patito feo del arte?

Continúa y continuará siéndolo. Los esfuerzos que se han hecho para mostrar el “arte hecho por indígenas” los últimos años han sido rescatables, pero se necesitan proyectos monumentales para emparejar años de postergación, exclusión y romper estereotipos. El arte hecho por indígenas continúa siendo considerado un arte inferior a las “artes oficiales contemporáneas”.

Estuvo en Arcos, Madrid, y también en el Panamericano…

No olvidemos que el arte indígena en Madrid estuvo expuesto en el Centro Cultural Matadero, en el programa paralelo de la feria, no estaba en la feria misma. Eso nos deja claro cuál es el lugar del arte indígena: al margen de la oficialidad. Tal “error”, como nos dijeron, no debe volver a pasar, y si volviera a pasar, sería imperdonable. Roldán Pinedo, Elena Valera, Harry Pinedo, Santiago Yahuarcani y otros artistas más hicimos llegar nuestro rechazo enérgico al trato que se habíamos recibido de parte de la Dirección de Artes del Mincul, un trato parcializado, con evidentes hechos de corrupción, excluyente, donde unos fueron más privilegiados que otros.

Has sido crítico con los científicos sociales, ¿acaso no han reivindicado el arte y mundo indígena?

Les ha faltado ser consecuentes con ellos mismos. Valoro mucho lo que han hecho en temas de territorialidad, pero en lo referente a conocimientos, oralidad y literatura nos han robado. Se han apropiado de conocimientos, han hecho suyo algo que no les pertenece. Han hablado de lo que no conocen y lo han tergiversado. Nos han quitado la voz y se resisten a devolvérnosla. El que ha reivindicado el arte indígena es el indígena, con sus máscaras, sus tejidos, viajando en lancha, cargando sus collares, tallados y sus telas enrolladas por el Centro de Lima, Barranco, Miraflores, transportando sus pinturas en los techos de los taxis, buscando e insistiendo a curadores y galeristas que su pintura tiene un valor estético, comercial y de resistencia. Con los CCSS debe haber una cooperación más horizontal entre las dos partes, ninguna de las partes puede ser superior a la otra.

El arte de protestar

De pronto los políticos se han convertido en amenaza de la Amazonia, Bolsonaro en Brasil, Alan García lo fue en el Perú y Trump, que no cree en el cambio climático.

Son los tiempos en que vivimos. Tiempos extraordinarios requieren medidas extraordinarias. En ese sentido, estoy firmemente convencido de que toda exposición de un artista indígena deber ser un acto de protesta, desde las formas más sutiles a las más evidentes. No nacimos con privilegios y tenemos una historia de constantes atentados a nuestras vidas, no podemos darnos el lujo de No Protestar y de No Defender a los nuestros.