Duelo andino. El charanguista ayacuchano, a quien Arguedas le dedicó Todas las sangres, falleció a los 85 años de edad. Como artista, cultivó la música tradicional y se preocupó de que esta no pierda su originalidad.,En una de sus canciones, Jaime Guardia, al compás de su charango, cantaba: “me voy, me voy,/ mañana me voy,/ pero me voy con las esperanzas de volver,/ si no, me muero”. Esto, sin embargo, ya no es cierto. Jaime Guardia ya no va a volver, se ha ido para siempre en la madrugada del lunes, acaso, más que vencido por sus 85 años, quebrado por la incuria y su enfermedad. Era un gran artista, y del pueblo. Su charango era una joya que el Perú, como Estado, cuidó poco o no cuidó nada, como le pasó al violinista Máximo Damián. Sin embargo, el destino quiso que en tiempos tempranos el gran José María Arguedas reconociera en ellos la autenticidad de su arte y los cobijara. No por nada, el escritor andahuaylino le dedicó la novela Todas las sangres con las siguientes palabras: “A Jaime Guardia, de la villa de Pausa, en quien la música del Perú está encarnada cual fuego y llanto sin límites”. PUEDES VER El músico ayacuchano Jaime Guardia falleció a los 85 años Desde Pausa vengo Jaime Guardia vino desde lejos, de su pueblo Pausa. Allí nació en febrero de 1933. Creció en una familia en donde había tíos, primos y hasta vecinos dedicados a la música, pero para él estaba prohibida. Y él, a pesar de que aún era un niño para hacerse músico, ya era un viento que no pide permiso, un río que no respeta el cauce impuesto y recurrió a todas la mañas para tener cada día una cita con su charango. Un día nos contó que ante el celo policial de sus padres optó por esconder su charango entre matorrales. Y que allí, en la soledad, en la inmensidad de la noche, entregado a las cuerdas, escuchaba el trino de su charango. Es conocida también la anécdota de que un primo suyo le regaló un charango hecho con madera de sauce y cuerdas de tripa de chivo. O aquella otra, cuando se rompió su charango. Su madre, a manera de consuelo, le regaló una pelota bonita, pero él, sin más, la cambió por un charango. Lima y Arguedas En los años 40 viajó a Lima. Era un jovencito de 20 años y formó y se integró al grupo musical La Lira Pausina creado por un paisano suyo, el músico Jacinto Pebe Pueyrredón. Entonces, Jaime Guardia empezó a pasease con el grupo por los coliseos que entonces había en Lima. Y conoció a José María Arguedas. “Eso ocurrió en el coliseo Lima, en Breña. Yo bajaba del escenario y se acercó un señor blanco, de bigotes, todo emocionado me abrazó y me dijo: ‘¡Qué maravilla, muchacho, te felicito! Esto hay que conservarlo. Este estilo tienen que mantenerlo hasta el final. No te dejes engañar por los empresarios. Ellos te van a ofrecer hasta dinero para que modifiques tu estilo, pero no les hagas caso porque ellos lo que cuidan es su dinero y no la cultura’. Así me dijo y eso es lo que estoy cumpliendo hasta ahora”, me confesó en una de las entrevistas que le hice. Como Arguedas, Jaime Guardia sabía quiénes eran de los suyos. Ahora que ha muerto, quiero recordar sus respuestas de nuestra conversación: “¿Le da miedo ese final? Miedo, no, todos tenemos que terminar, por eso mejor hay que asegurarse uno mismo, hasta cuando se pueda y si se puede. ¿Qué le diría si en su día final un presidente coge su charango y dice: “Este es el músico del pueblo”? Yo le diría: Es del pueblo, pero usted por qué lo coge si al artista del pueblo no le da nada”. Así era don Jaime, valiente como su charango. El dato Los restos mortales del maestro del charango se están velando en su domicilio, calle Gral. Morillo Mz 1, Lote 7, La Campiña, Chorrillos (a la altura de la cuadra 14 de la Av. El Sol).