Durante años, los peces rapes han atraído a los científicos por su misteriosa manera de reproducción. Con solo pocos centímetros de longitud, los machos se aferran a las hembras con la intención de fusionar su sistema circulatorio para alimentarse de los nutrientes de su pareja y suministrarle, a su vez, esperma. Este proceso es conocido por los biólogos como parasitismo sexual.
Pero el rape macho no solo sufre ese cambio. En el proceso de fusión, lentamente sus ojos, sus aletas y la mayoría de sus órganos se degeneran hasta convertirse en lo que el científico Stephen Jay Gould llama “un pene con corazón“. Hasta ahora, los expertos no entendían cómo esto podía ser posible sin que hubiera un rechazo de los cuerpos. Un nuevo estudio publicado por Science el 30 de julio tiene la respuesta.
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“En los vertebrados, esta fusión de tejidos no debería ser posible”, afirma Thomas Boehm, del Instituto Max Planck de Alemania y coautor del estudio, ya que el sistema inmune no lo permitiría. “¿Cómo pueden dos personas fusionar sus cuerpos sin problemas cuando el rechazo y la destrucción de los tejidos es la norma cuando intentamos el trasplante de órganos?”, agrega.
Según reseña Cosmos, Boehm y sus colegas analizaron diez especies diferentes de rape, incluidas las que se fusionan permanentemente y otras temporalmente. Los investigadores se asombraron al encontrar que hubo una adaptación en el sistema inmune de los peces durante su apareamiento.
Ambos grupos mostraron una clara ausencia de genes para la respuesta de anticuerpos. Además, una pérdida de funciones de células T asesinas por completo. Es decir, los peces no contaban con un sistema inmunitario adaptativo o adquirido (que es la línea de defensa que se crea con el tiempo, después de exponerse a nuevos agentes).
Los investigadores manejan la teoría de que los peces rape evolucionaron para eliminar esta parte de sus defensas y quedarse solo con la innata. De esta manera, evitan el rechazo que provocaría la fusión del parasitismo sexual.
Curiosamente, al contrario de lo que se pensaría, el rape parece no haber tenido problemas para adaptarse a las profundidades del mar, un ecosistema sin escasez de microbios parásitos, a pesar de la falta de maquinaria inmunológica. Se cree que esto se debe a que el rape posee un sistema inmune innato reforzado.
“Suponemos que las fuerzas evolutivas aún desconocidas impulsan primero los cambios en el sistema inmunitario, que luego se explotan para la evolución del parasitismo sexual”, agrega Boehm.