Están equivocados los que creen cree que para disfrutar de la naturaleza hay que salir de Lima. Las lomas de Amancaes en el Rímac, a un paso del centro de Lima, demuestran lo contrario. ,En invierno aquellos cerros se tiñen de verdor, entonces, dan ganas de explorarlos, teniendo como punto de partida el asentamiento humano Horacio Zeballos del Rímac (Lima). PUEDES VER: Área Natural Protegida Coto De Caza El Angolo Unas escaleras empinadas dan la bievenida a los exploradores urbanos que quieren descubrir un espacio biodiverso en el que hay mitos, taras, cactáceas, ortigas negras, cayhuas, papas, tomates silvestres, y hermosas begonias. Una flora variada que crece gracias a la niebla y la humedad que esta traslada a las lomas de Amancaes, un lugar que hoy encierra una paradoja. Y es que su nombre hace alusión a un glorioso pasado, cuando en la zona se desarrollaba un concurrido festival. Naturaleza a un paso del centro de Lima. Foto: Lomas de Amancaes Era la festividad de la flor de Amancaes, hoy desaparecida en el Rímac. La contaminación, el tráfico de terrenos y la falta de conciencia ambiental, confabularon para su desaparición. Antiguamente, durante la fiesta de San Juan Bautista -una celebración que data desde el siglo XVI-, los limeños participaban en un festival de bailes y viandas. Allí se recolectaban las bellas flores silvestres que crecían en las lomas. Panorama urbano desde las lomas de Amancaes. Foto: Lomas de Amancaes A pesar de su ausencia, el lugar no deja de ser impresionante. Desde lo alto se otea la ciudad -lejana y gris-, mientras los gorriones, los halcones peregrinos, cernícalos y turtupilines hacen una fiesta de vida. También hay gekos, lagartos e infinidad de insectos. En el inicio del trayecto, el viajero notará la presencia de unas construcciones de piedra semejantes a andenes. Según el arqueólogo José Luis Fuentes Sadowski, no se descarta que sean prehispánicas. El recorrido puede tardar hasta cinco horas, tiempo en el que observará fascinantes formaciones rocosas que desafían la imaginación. Eso es lo que ocurre, por ejemplo en la quebrada de la Boca del Sapo, en la que destaca un enorme farallón de 20 metros que presenta una abertura que recuerda a la boca de ese anfibio. Al continuar con el ascenso, el paisaje se torna amarillo casi por completo debido a la ortiga negra. Es mejor solo apreciar su hermosura y no tocarlas debido al picor que produce. Advertido está estimado visitante. El Apu más alto de Lima La ciudad amenaza y destruye a las lomas. Foto: Lomas de Amancaes El Apu San Jerónimo es el cerro más alto de Lima, superando al San Cristóbal. Cuando el cielo está despejado, desde su cúspide de 700 metros de altura, se observa La Punta y la isla San Lorenzo. En esta zona hay vestigios arqueológicos (probablemente tumbas o depósitos que son llamadas “cistas”) correspondientes al curacazgo de amancaes o a la cultura miramar. Después de disfrutar del aire puro, hay que descender por la cresta del cerro Arrastre Bajo, donde hay una escalinata de 100 metros. En este lugar hay farallones de formas caprichosas.