Por Dr. José Luis Pérez Albela Dr. José Luis Pérez Albela A lo largo de nuestra infancia y de nuestra adolescencia, en la escuela o en la universidad aprendemos muchas cosas, pero generalmente queda pendiente una asignatura, acaso la más importante en la vida. Nuestros maestros nos enseñaron muchas cosas, aprendimos teorías y desarrollamos técnicas, memorizamos fórmulas, asistimos prácticas o talleres, pero nunca aprendimos a conocernos a nosotros mismos y a vivir una vida acorde con todas nuestras potencialidades. Hemos podido acumular mucho conocimiento respecto a aspectos personales, propios de nuestras conductas pero eso no significa conocernos. Quizás experimentamos nuestra juventud con todo tipo de vivencias pero eso no es haber vivido. Tal vez hemos podido soñar muchas cosas "que nos parecían maravillosas", pero soñar no es vivir, y la vida, si estamos realmente despiertos, es maravillosa. Nuestro reto entonces está en conocernos mejor pero más aún en escuchar las señales de nuestro entorno y si se trata de salud escuchar los mensajes de nuestro cuerpo. Debemos considerar que la enfermedad por sí sola no es algo separado de la salud o de la vida, por el contrario la enfermedad, el dolor y el sufrimiento son mensajes de nuestro cuerpo para expresar que una parte nuestra requiere atención y cuidado. El verdadero protagonista de la enfermedad no es el enfermo, sino la vida que se manifiesta con un desacuerdo. Muy a menudo andamos demasiado ocupados para prestar atención a lo que tenemos más cerca; muy a menudo nos olvidamos de que tenemos un cuerpo y debemos cuidar de él. La aparición de la enfermedad nos obliga a prestar atención a nuestro cuerpo, nos obliga a escucharlo, y ello es muy importante, más de lo que creemos. Normalmente estamos tan absortos por nuestras ideas, deseos y emociones; o sea por nuestra mente, que parece que nos molesta que el cuerpo manifieste sus "molestias". Es como el niño pequeño que nos incomoda con sus travesuras cuando nosotros estamos ocupados en esas cosas tan serias del mundo de los adultos. Solemos exigir a nuestro cuerpo más de lo que nos puede dar y esto tarde o temprano nos pasa la factura que tiene un nombre concreto: enfermedad. Como ya lo entendemos, la enfermedad es un desequilibrio energético que requiere ser ajustado. Es como una caja de Pandora que encubre muchas cosas más que vienen de nuestro interior. No se trata de lucha con la enfermedad sino de superarla, de restablecer la correcta y armónica circulación de la energía. Superar la enfermedad en primer lugar entendiendo por qué ha aparecido y en segundo averiguar que significado tiene su aparición justo en ese momento de nuestras vidas. El hecho mismo de estar enfermo nos hace aprender algo, una lección que significa que jamás debemos cerrar la puerta a los mensajes que nuestro cuerpo nos envía.