La única forma de evitar que sobrevenga un gobierno afín a esas pretensiones es dando una dura y vigilante batalla ideológica, tarea que pasa por conquistar para la modernidad a las mentes y corazones de las mayorías.,Duro revés han sufrido los ultraconservadores que se oponen al enfoque de género en el currículo educativo del país. La Corte Suprema falló en contra del recurso planteado para impedir que dicho esquema se aplicase y adicionalmente, en el mismo día, el gobierno promulgó la Política Nacional de Igualdad de Género. No es, sin embargo, y eso es lo que debería preocupar, un triunfo de las mayorías modernas e ilustradas del país respecto de unos grupúsculos minoritarios anclados en el pasado. La verdad es que los sectores conservadores del país son creciente mayoría. En el Perú de las últimas décadas se ha producido un fenómeno de derechización paulatino que, lamentablemente, en lugar de servir de basamento a la constitución de agrupaciones políticas liberales ha terminado por irse a extremos conservadores que han percolado en la esfera política, lo que se confirma en el discurso cada vez más ultramontano de Fuerza Popular y el APRA. Sociológicamente hablando se puede especular respecto de las múltiples causas de este fenómeno, pero de hecho, un lugar preponderante lo ocupa la huella dejada por la subversión terrorista, cuya vesania fue de tal intensidad que despertó, sobre todo en los sectores populares (principales víctimas de sus andares), una pulsión reaccionaria que hoy se manifiesta en actitudes moralmente rígidas y fundamentalistas. De otro lado, normalmente un proceso de migración masiva del campo a la ciudad, como el que ocurre en el Perú las últimas décadas, debiera generar protoliberales, si cabe el término, porque la migración alienta un proceso de individuación en teoría permeable a un discurso ideológico más moderno. Sin embargo, cuando dicha migración ocurre en una sociedad desinstitucionalizada, incapaz de absorberla, potencia más bien los impulsos tradicionales. La informalidad ha generado conservadores antes que liberales, yendo en contra de las teorías de Hernando de Soto, alimentadas a su vez de las impresiones del economista austriaco Friedrich von Hayek. La informalidad ha devenido en una matriz generadora de radicales cristianos, conservadores morales o amantes del populismo. A estos dos factores –huella de Sendero y migración– habría que sumarle, sin duda, un movimiento religioso global, del que el Perú no está libre, como es la expansión de credos cristianos o evangélicos que compiten con el ala conservadora de la iglesia católica por acopiar fieles. Por ello, si bien se ha ganado una batalla, no solo estamos muy lejos de que la modernidad liberal se asiente en el país sino que, además, corremos el riesgo permanente de un retroceso. Inmensos sectores populares apoyan una agenda conservadora antimoderna, y pretenden que el Estado se convierta en confesional, en contra de los legítimos derechos de las minorías o los individuos. Hay que dar una batalla política y social permanente para impedir que el oscurantismo se haga realidad legal en el Perú. La única forma de evitar que sobrevenga un gobierno afín a esas pretensiones es dando una dura y vigilante batalla ideológica, tarea que pasa por conquistar para la modernidad a las mentes y corazones de las mayorías. -La del estribo: muy recomendable la comedia teatral Invencible. No hay buenas comedias en el país, por lo que cabe recomendar ésta con entusiasmo. Un buen e ingenioso guion, muy bien adaptado al Perú, con excelentes actuaciones de Valeria Escandón, Alfonso Dibós, Lia Camilo (una grata sorpresa) y Nicolás Fantinato. Va en el Teatro de Lucía.