"Si tanto Keiko Fujimori como Alan García hubiesen respetado los parámetros ideológicos de su propia historia nada tenían que hacer uno junto al otro". ,Se ha roto el pacto tácito entre el aprismo y el keikismo. Vigente desde que Alan García retornó al poder en el 2006, nunca antes se había producido una desavenencia tan evidente entre los intereses de una y otra agrupación. Mientras el APRA apostaba a que se consolide la salida de los fiscales José Domingo Pérez y Rafael Vela, se fortalezca Pedro Chávarry, se debilite Vizcarra y se aleje la posibilidad de que la cooperación judicial de Odebrecht termine comprometiendo a Alan García, Keiko Fujimori jugaba una carta distinta, propicia a la declaratoria de emergencia del Ministerio Público alentada por el Ejecutivo y que suponía la salida de Chávarry del cargo de Fiscal de la Nación. No hay forma de determinar cuál ha sido la lógica de Keiko Fujimori. ¿La creencia de que así lograría que el gobierno interceda en las instancias judiciales y fiscales y sea liberada (lo que al final no ha ocurrido)? ¿Temor a que de extremar el conflicto con el Presidente se corría el riesgo de partir aún más la bancada, como sucedió cuando se quiso vacar a Pedro Pablo Kuczynski (por lo que se ha visto, igual se ha fracturado su liderazgo, ya que muchos congresistas han desacatado su indicación)? Vaya uno a saber. Lo cierto es que el desenlace marca una disyuntiva keikista con la lógica aprista. Es sorpresiva la coyuntura, más aún luego de que en la década de los 90 la gran bestia negra del fujimorismo auroral fuese Alan García. Si tanto Keiko Fujimori como Alan García hubiesen respetado los parámetros ideológicos de su propia historia nada tenían que hacer uno junto al otro. Será ocasión de un análisis histórico más extenso el determinar cómo así ocurrió el paulatino proceso de derechización de ambas colectividades, pero en la conservadurización sufrida por ambos movimientos terminaron confluyendo. En la ultraderechización, hermanos. El APRA y el keikismo se han retroalimentado en la extrema derecha. Comparten el mismo odio hacia lo que sus pongos en las redes sociales llaman la “alianza caviar liberal”. Se han alejado de las libertades políticas, la modernidad moral y el libre mercado para hacer suyos el autoritarismo político, el mercantilismo económico y el conservadurismo moral. Nunca antes, como en el gobierno aprista se empoderó a empresarios, sacerdotes, periodistas y dirigentes sociales y políticos vinculados a la extrema derecha. Se les alimentó con dineros públicos y prebendas estatales. En el mejor de los casos, con lisonjas ostentosas. García traicionó conscientemente el espíritu de la transición democrática y contó para ello con el apoyo entusiasta y sumiso del fujimorismo keikista. En los últimos tiempos, mientras el keikismo ofrecía sus votos en el Congreso, el alanismo aseguraba influencia en el Poder Judicial y el Ministerio Público. Ninguno de los dos contó con que el keikismo se hiciese trizas en el Legislativo (proceso que aún no culmina) y que el alanismo, que durante tantos años logró infiltrar el Consejo Nacional de la Magistratura y por su intermedio controlar buena parte de los jueces y fiscales, se viese avasallado por el escándalo de los audios de Lava Juez que se tumbaron al CNM y le hicieron perder el predominio del que se ufanaba. Lo que fue una alianza doctrinaria, basada en la acelerada derechización de ambas agrupaciones, terminó convertida en un pacto por la mutua protección legal, el mismo que ha empezado a resquebrajarse con imprevisibles consecuencias. A la gran batalla judicial y fiscal librada por Vizcarra ahora se le pone en bandeja la ruptura de dicha alianza. Por ello, dicho sea de paso, sería bueno que el gobierno evalúe este inesperado escenario y reflexione sobre si es conveniente un caballazo institucional como el de la declaratoria de emergencia al Ministerio Público. Puede haber otros y mejores caminos que las nuevas circunstancias permitan considerar. -La del estribo: en medio de la zozobra política que vive el país es necesario destacar una buena noticia: la reincorporación de un burócrata de polendas, como el ingeniero Alejandro Afuso, a los altos niveles del aparato estatal. Sacado de mala manera de Innóvate, recaló en Concytec donde tuvo logros extraordinarios. Acaba de ser asignado a la Presidencia del Consejo de Ministros, puntualmente a la oficina encargada de retomar la tan reclamada como postergada modernización del Estado, labor compleja, pero crucial como parte esencial de las llamadas reformas de segunda generación. Enhorabuena por la decisión política del gobierno.