“Así, aparatos considerados poco más que juguetes empiezan a ser vistos como una posible solución a los nudos del transporte urbano”.,Una novedad del año ha sido cierta proliferación de los vehículos eléctricos de dos ruedas. En lo esencial son bicicletas y patinetes que se cargan en casa conectándolos a un enchufe. Su precio es de unos US$ 1.000 y su uso no exige licencia de conducir. Parecen riesgosos en tráfico pesado, pero cómodos en tramos urbanos más despejados. En algunas ciudades se han desarrollado en torno de ellos imaginativos negocios. Con una tarjeta de crédito se puede contratar un patinete (e-scooter) donde se le encuentre por la calle, y dejarlo en cualquier otro punto, sin más trámite. Aunque hay quejas de vecindarios donde hay desórdenes de vehículos abandonados y acumulados. En Lima su uso todavía no se ha vuelto público, y todas son máquinas particulares, que siempre dan la impresión de estar realizando viajes cortos, ya que la carga es para recorridos breves y no hay enchufes públicos disponibles. Circulan sobre todo por veredas y ciclovías, a una velocidad similar a la de un pedaleo. Sus dueños suelen considerarlos bienvenidos antídotos a los atolladeros, más económicos que un auto y fáciles de manejar. Pero se quejan de problemas para estacionarlos en la calle, esencialmente los mismos que los de las bicicletas convencionales. Por algún motivo muy poca gente se siente obligada a usar casco. En ciudades donde el uso se ha extendido han aparecido algunas críticas: la competencia por el espacio en las veredas, la vida de las baterías, la escasa autonomía (generalmente 30 km para ir y volver), el peso del artefacto, poca fuerza para cuestas empinadas, casi nulo precio de reventa, y así sucesivamente. Aquí todavía estamos en la etapa del descubrimiento, iniciada con la apertura de ciclovías en varios distritos, y el paso de las dos ruedas del deporte al transporte. Con cada vez más automóviles sobre la vieja infraestructura vial, la búsqueda privada de alternativas se ha vuelto desesperada. Pedalear o enchufar son las primeras opciones. Así, aparatos considerados poco más que juguetes empiezan a ser vistos como una posible solución a los nudos del transporte urbano. Los motores eléctricos significan menos saludable ejercicio, pero también menos neurosis de pérdida de horas en el transporte, privado o público. Parecen haber llegado para quedarse.