"Este año la campaña comercial-familiar-religiosa de la Navidad no ha podido competir en presencia mediática con el suspenso de la pugna político-judicial".,Los últimos días de un año pueden ser territorio complicado. Por lo pronto están ubicados entre dos celebraciones muy distintas: el llamado navideño a la calma y la invitación a la fogosidad del Año Nuevo. Además son días que funcionan como una isla o, si se prefiere, una tierra de nadie, medio festivos y medio laborables. Además son días que se mueven entre dos fijaciones algo hipnóticas: recapitular sucesos importantes del año que parte, por si los hubiéramos olvidado, y buscar vaticinios sobre el año que viene. Estamos, pues, ubicados en un mirador que cubre dos tiempos, y desde el cual nos vemos a nosotros mismos avanzar. Pero nos vemos también en medio de una piadosa interrupción del tiempo. ¿Soportaríamos vivir en un solo, interminable, año ininterrumpido, suerte de imagen de la eternidad? Los últimos días del año son también un alivio: nos preparan para la repetición, y por eso nos aferramos a las fiestas. Como hay el hábito de posponer mucho para después de las fiestas, es decir para el año siguiente, suponemos que nada importante puede suceder entre la Nochebuena y el primer día del año que viene. Una revisión del calendario dice que no es así. La cola de un año puede alojar acontecimientos decisivos. A pesar de la acumulación de feriados, hay actividades en las que nada se interrumpe, y la marcha de la política es una de ellas. Este año la campaña comercial-familiar-religiosa de la Navidad no ha podido competir en presencia mediática con el suspenso de la pugna político-judicial, y con la idea de que todo se resuelve el próximo año. Así, hay algo de simbólico en Keiko Fujimori, por cierto la presa emblemática de esta hora, reclamando al juez su libertad tácitamente también en nombre de la reunión familiar, un importante valor navideño. El indulto a su padre el 24 de diciembre del 2017, frustrado a medias, resuena en esta situación del 2018. Todavía nos espera la segunda celebración (la pagana) de este interregno y luego seremos lanzados a esa realidad en que los años se parecen entre ellos. Los reyes magos nos informarán que la Navidad ha terminado y disiparán los vapores de la fiesta de Año Nuevo. Aunque para el seis de enero hace ya tiempo que ellos han partido.