"Por segundo año consecutivo el ambiente navideño vuelve a ser enturbiado por la posibilidad de la promulgación de nuevas medidas repudiadas por la gran mayoría de los peruanos".,En la medianoche del 24 de diciembre todos celebramos la Navidad. Parece sorprendente, porque la fecha remite a una festividad religiosa muy precisa: la conmemoración del nacimiento de Jesús de Nazaret, el Dios-hijo de la Trinidad cristiana. No existe en la Biblia ninguna referencia a la fecha del nacimiento de Jesús, y la selección del 25 de diciembre tiene más que ver con el proceso de expansión conversora de la Iglesia que con alguna evidencia histórica fundante. La versión histórica más acreditada asocia la Navidad con la antigua celebración del nacimiento del dios-Sol en el solsticio de invierno (natalis invicti Solis), “adaptada por la Iglesia católica en el tercer siglo d. C. para permitir la conversión de los pueblos paganos” (https://bit.ly/2T6DKo7). Huellas de este proceso se pueden encontrar en los nombres de los días del calendario: el nombre castellano de Domingo viene de Dominus Dei (Día del Señor), y en inglés Sunday significa literalmente Día del Sol. Más allá de las precisiones históricas, la Navidad se ha convertido para el Occidente en la fecha por excelencia de celebración de la paz, la familia y, especialmente, de los niños. Tradicionalmente la Navidad representa un alto en los conflictos humanos. Esto fue superlativamente plasmado hace un siglo, en la Navidad del año 1916, cuando, durante la Primera Guerra Mundial, millones de soldados, que llevaban años matándose amargamente desde los dos lados de la línea del frente, oyeron cantar villancicos desde las posiciones del enemigo, recordando que, más allá de los uniformes y la diferencia de idiomas, habían hombres que, como ellos, penaban de nostalgia, añorando a la familia con la que no podrían pasar la Nochebuena. Venció el espíritu de la Navidad; los soldados abandonaron repentinamente sus trincheras, cruzaron la tierra de nadie y confraternizaron por horas con sus enemigos, menudeando los abrazos entre ellos y el intercambio de simples presentes, como el botón de una chaqueta del uniforme, o un cigarro. Cundió la desesperación en sus estados mayores. Si los simples soldados decidían declarar la paz por su cuenta, ¿qué iba a suceder con los ejércitos y sus gobiernos, y su política conquistadora revestida de grandes palabras como honor y justicia? Pronto vino la orden de arriba: los soldados deberían volver inmediatamente a sus puestos de combate y, pasado el plazo que les daban para hacerlo, se tiraría a matar contra los propios soldados que no obedecieran. Vencido el plazo se cumplió rigurosamente la orden y, con la muerte de algunos centenares de remisos, se abandonó ese anormal estado de paz y se volvió a la normal y meticulosa matanza que hasta el año 1918 dejaría entre 25 y 60 millones de muertos. Tenía que ser gringo Pedro Pablo Kuczynski para creer, hace un año, que podía aprovecharse impunemente del ambiente navideño de paz y distensión que reinaba en los hogares para decretar en la Nochebuena el indulto a Alberto Fujimori, una medida repudiada por la amplia mayoría del país. Basta recordar cómo terminó su aventura y de qué manera pasará PPK a la historia del Perú para juzgar su perspicacia. Por segundo año consecutivo el ambiente navideño vuelve a ser enturbiado por la posibilidad de la promulgación de nuevas medidas repudiadas por la gran mayoría de los peruanos. Esta vez se trata de la amenaza de que el fiscal de la nación, Pedro Gonzalo Chávarry, intente aprovecharse de la Navidad para ordenar el retiro de los fiscales Rafael Vela y José Domingo Pérez del caso Lava Jato. El masivo repudio de personas e instituciones que esta posibilidad ha producido debería ser suficiente para disuadir a quienes creen que esta puede ser una buena idea. Pero es de considerar también la desesperación de quienes saben que la información y las pruebas que deben llegar en pocas semanas desde Brasil son su perdición. Rentar un fiscal de la nación kamikaze, más aún cuando este no es neutral, porque está comprometido en las investigaciones del caso paralelo Lava Juez, puede ser una idea muy tentadora. Cuando los lectores lean esta columna (la escribo a mediodía del 24) sabrán si la amenaza se concretó o no. Igualmente, entramos en días decisivos. El desenlace previsible de la crisis del fujimorismo será el fraccionamiento de su bancada parlamentaria y la pérdida de la mayoría que permite a los aprofujimoristas arrasar impunemente con la justicia. Buenas noticias para el país. Celebraremos pues como ayer, en estado de alerta. Recordando siempre que la paz y la concordia tienen como premisa la justicia. Por el triunfo de la honestidad y por una nación incluyente, ¡Muy Feliz Navidad!