“Le viene bien la mano al gobierno: aeropuerto de Chinchero, Línea 2 del Metro de Lima, los Panamericanos, tren de cercanías, etc.”,Martín Vizcarra podría, si quisiese, mantener el horizonte promedio que en estos momentos ha trazado en materia económica, albergando simultáneamente a ministros derechistas junto con ministros progresistas o heterodoxos en esa materia. Y no hacer mayores olas. Así podría llegar al 2021 sin mayores sobresaltos políticos, de la mano de una protagónica lucha anticorrupción en materia judicial y de una confrontación con el Congreso en materia política. Pero si así lo hiciese traicionaría el sentido histórico que a su gobierno corresponde. Vizcarra, quiéralo o no, recoge un mandato que ha sido postergado desde el 2001 hasta la fecha, como es la ampliación de la economía de mercado y su profundización. Las reformas de los 90 solo construyeron el primer piso de una sociedad liberal y cabía esperar que esa labor de ingeniería fuese continuada por los gobiernos de la llamada transición democrática. Al respecto, sin embargo, es poco lo que se ha hecho en estos últimos dieciocho años. Toledo firmó los acuerdos de libre comercio y eliminó la 20530; después de eso, casi nada. García solo se dedicó a pichicatear grandes grupos empresariales y no hizo ninguna reforma económica; Humala se abocó a otros temas y dejó de lado los cambios en dicha materia; y PPK menos. Y hay mucho por hacer. Por lo pronto, es imperativa una reforma laboral y otra tributaria. Además, una reingeniería radical del formato de procesamiento institucional de concesiones privadas o asociaciones público-privadas. En general, le viene bien la mano al gobierno: aeropuerto de Chinchero, segunda pista del Jorge Chávez, Línea 2 del Metro de Lima, los Panamericanos, tren de cercanías, etc., pero ello no es suficiente. Ya es hora de que un gobierno central, en correcta coordinación con los gobiernos regionales, saque adelante tantísimos proyectos mineros que aguardan luz verde. El Perú posee en cartera pendiente 49 proyectos mineros valorizados en US$ 58.500 millones, pero solo tres de ellos empujarán el crecimiento de la inversión privada para 2019. ¿Por qué no pensar puntualmente en aquellos procesos trancados por la protesta social, como Conga o Tía María? Con inteligencia política podrían ser puestos en valor. La buena noticia es que el presidente Vizcarra está demostrando no haberse quedado pasmado por los halagos provenientes del referéndum ni tampoco ensoberbecerse autoritariamente. Esos dos riesgos estaban presentes una vez conocidos los resultados de la elección del 9 de diciembre. Uno era que el presidente Vizcarra se halagase tanto con los mismos que pronto se recostase en su popularidad y se resignase a la inercia gubernativa. Que llegase a su nivel de incompetencia rápidamente. Otro, que entusiasmado y excitado por los resultados, se embalase y discurriese por los caminos del autoritarismo, aplicando respecto de otros ámbitos o instituciones una lógica de avasallamiento. Ambos escenarios parecen descartados. Se ha visto a un Presidente dando un mensaje político de inmediato, y proponiendo claramente una agenda de reformas pertinentes y complementarias al punto de partida dado por el referéndum. De pasmo, nada. Pero, además, y quizás aquí radica lo más importante, ha mostrado que no está dispuesto a ir por fuera del reglamento cuando se trata de temas peliagudos o controversiales. Todo indicaba que el Presidente había decidido emprender una reforma laboral bastante flexibilizadora, que luego de anunciar en el CADE con la correspondiente renuncia del titular del sector, no se detendría en tutías. No ha sido así. Con perspicacia política ha anunciado que de acá a tres meses se presentará el plan de competitividad y que el mismo se discutirá en el Consejo Nacional del Trabajo. Nada de atajos autoritarios. La ruta está trazada. Veremos política en ristre los siguientes meses. -La del estribo: el escándalo suscitado alrededor de las autoridades de la Pontificia Universidad Católica se explica por la conjunción de dos elementos altamente explosivos: un manejo institucional poco transparente y a la vez un manejo gerencial poco profesional dependiente del poder interno. Corresponde un gobierno corporativo en lo gerencial y uno académico, profundamente diáfano, en lo institucional. Y urgentemente la conformación de una comisión investigadora que explique lo que sucedió y, sobre todo, por qué nadie lo detectó y corrigió. Mientras más rápido se reaccione mejor se podrá evitar una corrosión mayor de la necesaria. La crisis presenciada es grave y amenaza con llevarse de encuentro más de cien años de trayectoria institucional.