“Los científicos siguen buscando un mapa que haga predecibles estos estallidos, en el tiempo y en el espacio, pero la sorpresa sigue un paso adelante”.,Los chalecos amarillos franceses podrían poner al gobierno de Emmanuel Macron de rodillas. Es un movimiento sin liderazgo a la vista, y con reclamos fluctuantes, hoy focalizado en reclamar por demasiados impuestos a los combustibles, y demasiado bajos a los ricos. Se está empezando a extender hacia otros puntos de la Unión Europea. Desde hace un par de decenios la furia ciudadana concretada en súbitas movilizaciones masivas es cada vez más frecuente en todo el mundo. ¿Por qué surgen? Una explicación es que partidos y sindicatos no están logrando ser vehículos suficientes para los reclamos, lo cual ha llevado a algunos a hablar de una nueva forma de política. Pero no estamos ante un escenario unificado, como los movimientos estudiantiles de mayo 1968 en el mundo. Ahora los comunes denominadores son la furia y la heterogeneidad. Los resultados varían mucho de caso a caso, y rara vez la protesta produce mecanismos de presión duraderos. Como si fueran gigantescos mítines relámpago. La primavera árabe iniciada en el 2010 fue por democracia y mejores condiciones de vida en por lo menos seis países. En el 2015 tres millones de brasileños salieron a protestar por la corrupción imperante, pero recién tres años después han alcanzado parte de sus objetivos. Nadie habla hoy de una primavera brasileña. Los movimientos son para expresar desagrado y exigir cambios. ¿Pero funcionan? Esto es impredecible, y depende de la naturaleza del reclamo y de la agilidad del gobierno. En cierto modo son primos hermanos de las votaciones inesperadas en temas cruciales, como el Brexit británico del 2016 o el plebiscito colombiano sobre la paz ese mismo año. Algunos analistas ven el nuevo fenómeno como una ola alentada por la tecnología (mayor capacidad de los ciudadanos para comunicarse y organizarse), el surgimiento de nuevas capas medias (más aplomo social para movilizarse), y una revolución de expectativas, y decepciones, frente a las promesas de la política. Los científicos siguen buscando un mapa que haga predecibles estos estallidos, en el tiempo y en el espacio, pero la sorpresa sigue un paso adelante. Hay cada vez más protestas mostras, y no todas llegan a la publicidad. Este fin de año se trata, sin duda, de los chalecos amarillos.