El precio a pagar por mantener la Cuestión de Confianza, con la misma potencia, sería sacrificar la reforma de la bicameralidad. ,Primero intentaron quebrar la Cuestión de Confianza a través de una modificación del reglamento aprobada por la mayoría parlamentaria. En otras palabras, legislaron para sus propios intereses. El Tribunal Constitucional los acaba de corregir fallando, de modo unánime, que la iniciativa del legislador Mauricio Mulder, apoyada por Fuerza Popular, no es viable, pero el dilema no está solucionado como algunos piensan. La inconstitucionalidad de su criollada estaba en sus cálculos y la mayoría parlamentaria, en sintonía con su confrontación con el Ejecutivo, introdujo por lo bajo el mismo objetivo en las preguntas del referéndum del 9 de diciembre. Antes de los remilgos parlamentarios por la reconciliación, no lo olvidemos, se quería seguir arrinconando al presidente. La trampa está escondida en la cuarta pregunta: ¿Aprueba la reforma constitucional que establece la bicameralidad en el Congreso de la República? De responder afirmativamente, permitiríamos, de refilón y sin saberlo, que el Congreso se salga con la suya. Se perdería el contrapeso de poderes, el equilibrio. Por ello, la estrategia del Ejecutivo fue recomendar responder “No” y no ponerle coto a Cuestión de Confianza: La única herramienta democrática que tiene un presidente, en el país, de hacerle frente a un eventual Parlamento abusivo con la posibilidad de cerrarlo luego de dos negativas. Las modificaciones constitucionales, que encubre la pregunta, establecerían que la Cuestión de Confianza, en adelante, solo podrá ser invocada respecto de políticas generales de gobierno y ya no respecto de iniciativas legislativas y que, si es rechazada, ninguno de los miembros del gabinete podrá ser nuevamente ministro durante un año. Esto ni siquiera aparecerá en “letras chiquitas”. La trampa fue contrabandeada por la mayoría congresal al aprobar el referéndum. El precio a pagar por mantener la Cuestión de Confianza, con la misma potencia, sería sacrificar la reforma de la bicameralidad. Sin embargo, lo sensato es esperar la publicación de la sentencia del TC para conocer sus lineamientos porque, de pronto, los ciudadanos tendremos la posibilidad de quedarnos tanto con la soga como con la cabra.