Por lo pronto el candidato tiene una opinión tajante sobre el régimen venezolano, al que considera una dictadura sin atenuantes.,Con el muy probable triunfo de Jair Bolsonaro este fin de octubre, América Latina empezará a convivir con un poderoso vecino de extrema derecha. Es cierto que Brasil tiene una tradición de mantenerse relativamente al margen de los asuntos continentales, pues ha considerado siempre que lo suyo es el escenario mundial, donde ficha como BRIC. Como para confirmar lo anterior, las declaraciones horribles de Bolsonaro en campaña han sido prácticamente todas sobre asuntos internos. Cuando en junio pasado dijo que China se estaba comprando Brasil, luego se apresuró a rectificar esa declaración. Sin embargo el peso específico del país lo va a obligar a dar opiniones sobre la región. Por lo pronto el candidato tiene una opinión tajante sobre el régimen venezolano, al que considera una dictadura sin atenuantes. El discurso le ha servido muy bien para la campaña, pero falta saber cuánto énfasis tendría su antichavismo desde la perspectiva del poder. Brasil bajo Michel Temer, un derechista suave comparado con Bolsonaro, se puso de perfil ante Caracas. Mucho de la actuación internacional de Brasilia tendrá que ver con la variante de extrema derecha que practique Bolsonaro. Si la entraña abiertamente fascista del nuevo gobierno se confirma, entonces el paquete podría venir con un nuevo tipo de interés en los asuntos de América Latina. Por ejemplo una cruzada anti-izquierdista y hasta anti-liberal. Pero aun si Bolsonaro mantiene su interés confinado a su país, la ósmosis de su fulminante éxito electoral desde la derecha puede cruzar fronteras. Para muchos la naturaleza de su triunfo en cierto modo replica la de Donald Trump. La idea es una expansión de la extrema derecha en América Latina similar a la que se viene dando en partes de Europa. La misma base de aparente irracionalidad y de influencia de un estilo personal está allí. Lula da Silva hubiera ganado la elección al galope, pero Haddad la pierde. Así, las consideraciones ideológicas, o incluso algunas de beneficio particular, parecen quedar entre las patas de los caballos, y se impone una furia popular sin mucha dirección. Todo podría terminar, políticamente hablando, en una suerte de Maduro de derecha. Pues como presenta esta semana Andrés Hoyos su columna de El Espectador (Bogotá), “la gente en Brasil tiene rabia y la rabia suele conducir a la toma de muy malas decisiones”.