Desde el 28 de julio el Presidente ha marcado la agenda, manteniendo el tono crítico. La propuesta de referéndum ha sido bien recibida.,Hace poco tiempo (6/6), señalaba en este espacio que Martín Vizcarra estaba decepcionando como Presidente. No había logrado construir una posición que le garantice estabilidad y capacidad de respuesta ante el fujimorismo, más bien se le veía subordinado a éste. La receta del apaciguamiento del Ejecutivo supuestamente le brindaría estabilidad. Nunca vi una pelea pues PPK fue, la verdad, tibio con el fujimorismo, pero ese diagnóstico errado parece haber marcado esos meses de gobierno. Vizcarra no estaba aprovechando la poca legitimidad del Congreso para mostrar, por contraste, que sí podía gobernar para todos. No abrazaba una agenda de cambios que respondiese a la indignación en temas de corrupción. Permitía que lo pecharan sin reacción en distintos temas relevantes para los electores que llevaron a PPK al poder. Se iba quedando sin base de apoyo. En esa columna señalaba que: “Debía ser prudente, claro, para no entrar en peleas idiotas con un Congreso irresponsable. Pero para lograr esa base de apoyo era necesario audacia y firmeza. Entusiasmar”. Demostrando lo voluble que es nuestro sistema político, bastó un buen discurso en 28 de julio para que la situación cambiara. Queda para reflexionar si cambios de timón tan drásticos son posibles en sistemas políticos con estructuras organizativas más sólidas y legítimas. En un sistema donde la opinión pública importa mucho y el desprestigio es general, Vizcarra pasó en un día de ser considerado un timorato a pasear entre aplausos por la calle. El terreno estaba más abonado para realizar este gesto que el que tenía PPK, claro. Después de dos años de desaciertos y escándalos el Congreso estaba en la lona. Además, los audios habían levantado la indignación popular. El mensaje de Vizcarra conectó y gustó en parte por ese contexto. Pero también es cierto que la persona importa. Vizcarra tiene mejores reflejos, más apoyo en regiones, menos esqueletos empresariales en el closet y es más pragmático que PPK. El ex presidente difícilmente podría haber hecho algo similar. Así, desde el 28 de julio el Presidente ha marcado la agenda, manteniendo el tono crítico. La propuesta de referéndum ha sido bien recibida, incluso levantando la aceptación de un tema impopular como la bicameralidad. El aumento en las encuestas ha dejado claro que la tesis del apaciguamiento fujimorista no solo era ingenua y negativa para la conducción del país, sino políticamente torpe. Sin embargo, consolidar estos avances no será sencillo; la opinión pública es voluble; evaluará pronto si estos gestos se concretan. Seguir la ruta del referéndum requiere mucho talento; talento que todavía su gabinete no ha mostrado. Se necesitan voceros enérgicos que eleven los costos del fujimorismo si se opone a las reformas. Debe marcarse el paso hacia un referéndum que fácilmente puede perderse en trámites. Además, habrá resistencia al aterrizar las propuestas y allí será clave poder explicar o recular en algunos puntos. Varios expertos y columnistas han señalado que aprueban el gesto del Presidente a pesar de cuestionar el contenido de una o varias de sus propuestas puntuales. Me incluyo en este grupo. Estas discrepancias pueden ir sumando costos a la propuesta general. Personalmente todo esto me reafirma en ciertas opiniones. La política requiere de diferencias, saber por qué y para quiénes se gobierna. Los consensos se construyen desde posiciones, no en el mundo de la malagua. Si el fujimorismo privilegió las diferencias, los intereses pequeños y la matonería, era necesario para gobernar marcar que el Ejecutivo era distinto. Explicar por qué los ciudadanos debían respaldarlo, tanto a sus votantes de segunda vuelta como a los de Keiko Fujimori. En el corto plazo la audaz apuesta de Vizcarra ha pagado, pero hacia adelante requiere aliados e inteligencia.