Un reclamo feminista, citado por Reuters, lo llama una propuesta sexista: “Los hombres no pueden controlar su vejiga y entonces toda la sociedad tiene que adaptarse. El espacio público se tiene que transformar para causarles mínima incomodidad”,París, la Ciudad Luz, ha instalado urinarios masculinos al aire libre, informan los medios. Han sido bautizados uritrottoirs (oriveredas), y la idea es contrarrestar la difundida costumbre de hacer pichi en cualquier rincón, no siempre discreto, en situaciones de emergencia (la multa es de unos US$ 40). Práctica que muy raras mujeres comparten. En el nuevo invento se dan la mano el pudor y la protección del medio ambiente, pero muchos parisinos no están convencidos, y reclaman soluciones más convencionales. Un argumento es que los artefactos, de un color rojo bandera que los hace muy ubicables, son feos, además de impúdicos en sí mismos. Después de todo se trata de una micción a vista y paciencia de todos. Un reclamo feminista, citado por Reuters, lo llama una propuesta sexista: “Los hombres no pueden controlar su vejiga y entonces toda la sociedad tiene que adaptarse. El espacio público se tiene que transformar para causarles mínima incomodidad”. El argumento es razonable, salvo en los casos en que el descontrol parece real. Pero en efecto los estudios sobre el asunto sugieren que la proclividad masculina a orinar en la calle es sobre todo cultural, pues las mujeres tienen vejigas parecidamente expuestas al desborde. La cosa sería, entonces, que los hombres están más inclinados a tomarse la libertad allí donde los alcanza el llamado de la naturaleza. Un aspecto poco comprensible del novedoso artefacto es por qué no está cubierto, como tantos retretes químicos públicos, fijos o móviles. Estos pueden ser algo apestosos, pero resuelven el tema de la discreción, y generalmente producen más agradecimiento que quejas. En cambio las oriveredas tienen un inocultable elemento de desafío. Entre las críticas más extremas a las oriveredas está la idea de que pueden incitar al exhibicionismo. Pero también está la idea contraria: que la condición expuesta al público del nuevo artefacto, pintado de rojo además, lleve a muchos a preferir la fórmula de dar la espalda al público en un rincón apartado. Habrá que esperar las estadísticas. El tema puede parecer ligero, y hasta levemente pícaro. Pero la conducta de los hombres en la calle es parte de los problemas que en estos tiempos afrontan las relaciones entre géneros. Son cuestiones que claramente comienzan en la indiferencia a las normas públicas.