"Si el objetivo es denunciar el machismo y defenestrarlo de nuestra realidad, es imposible no trabajar directamente con los estereotipos sobre el 'hombre peruano'".,La movilización de mujeres en contra de la corrupción del Poder Judicial y de la impunidad en su tercer año contó con un número menor pero no por ello menos enérgico y combativo. Hoy las jóvenes mujeres de nuestro país, las que han podido estudiar y formarse, tienen los objetivos claros y uno de ellos es demostrar que no van a permanecer calladas mientras otras mujeres sufren sobre sus cuerpos la violencia. Así como la marea verde en Argentina, o las movilizaciones contra La Manada en España, en toda América Latina se están movilizando miles de mujeres en busca de justicia y de paz para nuestras vidas. El presidente Vizcarra ha sido enfático sobre el tema durante el discurso del 28 de julio y ha insistido en la necesidad de una campaña contra el machismo que atraviese centros de trabajo y nuestras propias casas. Las mujeres, en muchos sectores sociales como en las rondas campesinas de Cajamarca o en los sindicatos de obreras agroindustriales, lo tienen claro. El problema son los varones. La periodista Lourdes Fernández, del diario El Comercio, ha publicado un informe sobre los 8.340 presos por haber violado a un o a una menor de edad que están encarcelados en la actualidad. Solo entre 2015 y 2018 se registraron 21.861 denuncias por violación sexual, la mayoría contra menores de edad. Si el objetivo es denunciar el machismo y defenestrarlo de nuestra realidad, es imposible no trabajar directamente con los estereotipos sobre el “hombre peruano” y la justificación soterrada de una sexualidad irrefrenable que es la base de todas estas violencias sexuales. Durante la época del conflicto armado interno muchos soldados en grupo violaron a mujeres y cuando fueron denunciados por los padres de las jóvenes la excusa inmediata de sus oficiales era la necesidad de “vaciar su sexualidad”. Los cuerpos de esas jóvenes campesinas no eran importantes, menos sus derechos y mucho menos su psique: la “necesidad irrefrenable” de sexualidad y la disposición de las mujeres para satisfacer esa necesidad era normalizada por las altas instancias del Ejército y de la Marina. En un testimonio recogido por José López Ricci durante esos años, un suboficial de la Marina en Ayacucho, cuyo seudónimo era Pancho, decía al respecto: “Un día nos dieron una chola para que le demos curso […] todos pasaron por la pobre chola. Me acuerdo que previamente los patas la vistieron bien con su vestidito y todo […] aquí uno aprende a ser mierda”. Son los discursos sobre los mandatos de masculinidad que justifican la sexualidad aparentemente irrefrenable de los varones la forma de aprender a ser mierda. Por eso las excusas que hasta los curas pedófilos lanzan contra los propios niños o niñas, aduciendo que “ella quería” o “él me seducía”. ¿Qué hay en la mente de estos hombres adultos? Machismo como una ideología que justifica esas prácticas obscenas. ¿Acaso no fueron también ellos violentados de niños?, ¿esa situación no se normaliza con el estúpido estereotipo de la sexualidad irrefrenable? Por eso es SUMAMENTE NECESARIA una campaña que, descarnadamente, coloque lo que somos como país y lo que queremos dejar de ser. Los inocentes deben ser defendidos.