Repetiremos hasta la saciedad que todos los avances sociales importantes se consiguen con movilizaciones en las calles y presión popular, y no solo renegando desde las redes sociales o metidos en casa.,La marcha del pasado jueves contra la corrupción y el hampa enquistada en los poderes del Estado –sin duda vendrán más– sucedió en una fecha muy significativa: 19 de julio, en que se conmemoraron 41 años del gran paro nacional de 1977 que obligó al gobierno militar de Morales Bermúdez a convocar elecciones para una asamblea constituyente y dar el primer paso en la vuelta a las formas democráticas. Tiempos de sindicatos fuertes, grandes líderes, y a la vez de televisión y prensa censurada. De rumores, “bolas” y heroicas revistas como Caretas, Oiga o Marka clausuradas y hostilizadas a cada rato. El paro fue totalmente acatado en el país, pero en TV seguían pasando La Familia Ingalls como si nada. Yo aún era chico: obviamente no hubo colegio, y era imposible que me dejen salir. Pero los jóvenes cineastas veinteañeros de entonces, Juan Durán, Rodolfo Pereira o mi tío Francisco Adrianzén, entre otros, sí salieron a las calles con cámaras de 16 mm. prestadas por Jorge Vignati, de esas que usaban película de celuloide y el revelado era carísimo. Desafiaron ejército, tanquetas, rochabuses, esquivaron bombas lacrimógenas, piedras, barricadas, y filmaron la Historia con mayúsculas. Luego siguieron el toque de queda, estado de emergencia y cuanto hay. Pero entre la grave crisis económica, la represión y los paquetazos, el militarismo de Morales quedó herido de muerte y tenía los días contados. Por eso repetiremos hasta la saciedad que todos los avances sociales importantes se consiguen con movilizaciones en las calles y presión popular, y no solo renegando desde las redes sociales o metidos en casa. Y así como los veinteañeros de los 70 fueron valientes, hoy les toca a las nuevas generaciones. Hasta la próxima marcha anticorrupción.