Así como ha sido tremendo el daño que ha hecho el terrorismo al Perú y a otras regiones del mundo, han sido también muchas las respuestas efectivas.,Así como ha sido tremendo el daño que ha hecho el terrorismo al Perú y a otras regiones del mundo, han sido también muchas las respuestas efectivas. En el Perú, por ejemplo, fue efectivo el valeroso papel de la sociedad civil (rondas campesinas, organizaciones vecinales, etc.), dignos efectivos militares y policiales, o el de valientes dirigentes empresariales, sindicales y políticos que enfrentaron al terrorismo lo que pagaron muchas veces con su vida. El Perú también tuvo una contribución fundamental para enfrentar el terrorismo internacional, que sin embargo no es muy conocida. Hoy 7 de junio, se cumple el aniversario de una iniciativa clave hecha en el Perú democrático: en junio del 2002 se aprobó en Barbados la Convención Interamericana contra el Terrorismo, que fue una propuesta realizada por el Perú. Se concretó, así, el primer tratado interamericano para articular la coordinación interestatal en la prevención y en la acción contra el terrorismo. Por la responsabilidad que me cupo en ello, me es inevitable escribir aquí en primera persona, algo que no suelo hacer. Hay dos aspectos medulares que ilustran bien cuál fue el papel del Perú en democracia para lograr contar con esta herramienta fundamental contra el terrorismo. Primero, fue iniciativa peruana. Segundo, un calificado equipo de nuestra cancillería preparó el texto e impulsó su negociación lográndose su aprobación en el tiempo record de nueve meses desde que me correspondió, como canciller del Perú, lanzar la iniciativa. El momento no podría ser más dramático: 11 de setiembre de 2001. Teníamos a todos los cancilleres de América en Lima para aprobar la Carta Democrática Interamericana en asamblea extraordinaria de la OEA. Me correspondía presidirla por ser el canciller anfitrión. Colin Powell de EEUU y todos los demás estábamos allí reunidos en esas horas de tensión e incertidumbre. La aprobación de la Carta esa mañana, a las dos horas de conocido el ataque terrorista contra las Torres Gemelas, fue la primera y más contundente respuesta a uno de los ataques del terrorismo internacional más graves de la historia. Allí mismo, además, se expresó la primera condena en el mundo de una organización multilateral a los hechos sangrientos que acababan de producirse. Pero eso no bastaba. Al instalar la asamblea esa mañana, al reiterar la posición firme del Perú contra el terrorismo internacional, mencioné la urgencia de dotar al continente de una herramienta jurídica adecuada. Enfaticé la urgencia de la actualización del anacrónico sistema regional de seguridad basado en un instrumento de la guerra fría, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) de 1947. Pasé a plantear, allí mismo, a proponerle a las Américas “...la elaboración y aprobación de una Convención Interamericana Contra el Terrorismo...” que estableciera “...obligaciones claras en materia de cooperación para intercambiar información, así como para perseguir, extraditar, juzgar y castigar a quienes están comprometidos en actos terroristas”. Hubo sorpresa en un auditorio aún paralizado por lo que acababa de ocurrir en Nueva York. El proyecto se preparó en la cancillería y luego de un proceso de negociaciones intensas, en tiempo record el texto quedó consensuado y listo para ser votado, en junio del 2002. A los pocos meses –octubre de 2003- se tenía ya las ratificaciones y el tratado entró en vigencia. Es muy importante repetir y destacar cómo la democracia ha creado internacionalmente mecanismos para luchar contra un mal tan grave como el terrorismo. Frente a los calumniadores afiebrados que pretender reescribir la historia y vender la mentira de una supuesta debilidad de los demócratas peruanos frente al terrorismo, existe la información comprobable para desmentirlos. La historia recordará felizmente el curso real de los hechos y no las campañas difamadoras e interesadas.