Lo hemos visto asistir al estadio, tomarse fotos con los futbolistas, vestir la camiseta mundialista y “colgarse” de Paolo Guerrero pero no cuestionar con firmeza, por ejemplo, los gastos suntuosos e innecesarios del Congreso o la vergonzosa negativa del fujimorismo para que la SBS supervise a las cooperativas de ahorro y crédito probadamente vinculadas al narcotráfico.,Martín Vizcarra está empeñado en cometer los mismos errores de su antecesor y tal vez tenga el mismo final. Al comenzar su gestión destaqué el cambio en su estilo de gobierno pues, en relación a PPK, tuvo algunos aciertos en cuanto a comunicación política aprovechando determinadas situaciones mediáticas para acercarse a la opinión pública. El problema es que se quedó en gestos y olvidó pasar a las acciones. Lo hemos visto asistir al estadio, tomarse fotos con los futbolistas, vestir la camiseta mundialista y “colgarse” de Paolo Guerrero pero no cuestionar con firmeza, por ejemplo, los gastos suntuosos e innecesarios del Congreso o la vergonzosa negativa del fujimorismo para que la SBS supervise a las cooperativas de ahorro y crédito probadamente vinculadas al narcotráfico. No ha defendido con ahínco el etiquetado a los alimentos propuesto por el propio ejecutivo o el proyecto para reducir el uso del plástico, temas en los que otros países nos llevan, de lejos, una enorme ventaja. El presidente tampoco parece entender la gravedad de las protestas en el sur del país. Una ola de violencia podría estallarle en el rostro pero prefiere almorzar con personajes cuestionados amantes de la censura a la prensa, como Luis Galarreta, o exconvictos, como Moisés Wolfenson, que fueron parte del aparato fujimontesinista para tapar la corrupción con psicosociales y perseguir a sus opositores a través de la llamada prensa chicha. ¿Después de esto podrá asegurar Vizcarra que respeta y defiende la libertad de prensa o de expresión? Uno supondría que tras las justificadas críticas por la reunión que sostuvo con Óscar Medelius, exoperador montesinista, cuidaría mejor su imagen pública, pero no. Por último, lamentar la muerte de Eivy Ágreda siendo incapaz como gobernante de liderar una verdadera cruzada para erradicar la violencia contra las mujeres es hipócrita e incoherente. Sobre todo cuando uno gusta de compartir la mesa con conocidos machistas y misóginos o con aquellos quienes permanentemente obstaculizan todo esfuerzo por trabajar a favor de la equidad de género. Estamos jodidos.