Según cálculos de El País, el candidato de la izquierda Andrés Manuel López Obrador, AMLO, tiene 85% de posibilidades de ganar las elecciones mexicanas de julio próximo. Tendríamos la clásica historia de que quien la sigue la consigue, tras dos derrotas en ese complicado mecanismo electoral.,México está al borde de un importante cambio. Según cálculos de El País, el candidato de la izquierda Andrés Manuel López Obrador, AMLO, tiene 85% de posibilidades de ganar las elecciones mexicanas de julio próximo. Tendríamos la clásica historia de que quien la sigue la consigue, tras dos derrotas en ese complicado mecanismo electoral. Solo el triunfo del PAN sobre el PRI en el 2000 habrá sido más importante. En México la izquierda es un concepto fluido. Desde los años 30 el PRI practicó una política exterior simpatizante con los socialismos, como un timbre de independencia nacional. Varias de sus políticas sociales se ubicaron bajo lo que hoy se llama populismo. Por muchos momentos partidos de izquierda efectiva cogobernaron supeditados al PRI, pero sin problemas. La postura de AMLO, hoy desplazada algo más al centro, es hija de esa fluidez de lo izquierdista. Paul Imison, de Foreign Policy, ve dos ideas centrales en su propuesta: “que la corrupción sin freno de una élite rapaz ha minado mucho del potencial de México, y que las reformas neoliberales de gobiernos centristas desde los años 80 han fracasado”. Son planteamientos que pueden dispararse en cualquier dirección, y así están siendo leídos. Los enemigos de AMLO en la derecha lo definen como el próximo Hugo Chávez, una grosera exageración. Los críticos desde la izquierda dudan que vaya a hacer un gobierno más radical de lo que fue en su exitosa, y moderada, gobernación del Distrito Federal, 2000-2005. Pero por donde se le mire el de AMLO no dejaría de ser un triunfo de la izquierda, la cual así finalmente llegaría a la tan ansiada presidencia. El peso simbólico de esto sería enorme en un país que se ha mantenido en la veneración de la revolución de 1910 y sus secuelas. También tendría un efecto importante en el mapa geopolítico de América Latina. Los problemas que enfrentaría AMLO son gigantescos. La corrupción es desde hace decenios segunda naturaleza del sistema político mexicano. Esto a partir de un momento se ha potenciado con el auge de los violentos carteles de la droga. Luego están la pobreza y la desigualdad, viejas lacras que las cuotas de progresismo convencional no pudieron resolver.