Inmigrantes en Chicago narran cómo viven en medio de las redadas de Trump: "Seguiremos trabajando, pero con miedo"
Las políticas contra la inmigración irregular en Chicago ha dejado a miles de migrantes en un estado de miedo e incertidumbre. A pesar de las redadas, muchos continúan trabajando, conscientes de su vital contribución a la economía local.

Desde el 20 de enero, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó varias órdenes ejecutivas, pero las que más incertidumbre generaron fueron las migratorias. "Claro que tenemos miedo, pero ¿qué vamos a hacer? Pues seguir trabajando, a eso hemos venido, no a cometer fechorías”, cuenta Manuel, uno de los inmigrantes de Chicago, quien trabaja como camarero en una cafetería del centro del Estado para El País.
"No pude ir cuando murieron mis padres, porque sí salía de EE.UU. no podía reingresar. Pero después de haber hecho la vida acá, ¿qué nos espera? ¿Vivir con miedo? ¿Ocultarnos? Pagamos impuestos, contribuimos a la economía, consumimos (…) No tengo ningún antecedente, como mucho alguna multa por saltarme un semáforo, ya pagada, pero para Trump todos somos criminales”, declara Bonifacio, un mexicano que llegó a Chicago hace 34 años con su esposa y dos hijas.
Aumenta la preocupación por políticas 'antiinmigrantes' en Chicago
En Chicago, entre el 23 y el 29 de enero, se han producido 5.500 arrestos, con una media diaria de 800 frente a los 300 de hace un año. El aumento de redadas e intervenciones policiales continúan causando incertidumbre en la comunidad de inmigrantes.
Erika tiene temor de viajar a Houston para ver a sus hijos, pues su estatus migratorio le impide emprender la travesía con tranquilidad. Los padres de Yasmín han tenido que cancelar su fiesta de quince años, aun teniendo el vestido de princesa y el salón de baile encargados desde hace meses. En el taller de recauchutado del también indocumentado Iban, en La Villita, como se conoce al barrio de South Lawndale, cuelga, como otros locales vecinos, el cartel de cerrado desde la semana pasada.

Defensores de los derechos de los inmigrantes y otros participan en una manifestación en el Edificio Federal en el sur de Manhattan. Foto: AFP
Una de las metas de la Administración de Trump es crear pánico, y lo está consiguiendo: niños que no están yendo a la escuela, restaurantes vacíos, negocios cerrados”, afirma el pastor Paco Amador, de la Iglesia Nueva Vida, en La Villita de Chicago
La comunidad que ayuda a los inmigrantes
La Villita es un territorio de colmados y cantinas. En el colegio, frente a la iglesia, solo una fila de muchachas aguarda a los pequeños a la salida; “nuestros padres prefieren no aventurarse en las calles”, cuenta Yasmín, la adolescente que se ha quedado sin su gran fiesta. Se ven pocos adultos, los que acuden al banco de alimentos de Nueva Vida, “porque comer hay que comer, ahí no manda el miedo, en todo lo demás sí”, cuenta una abuela. O Erika e Iban, vecinos que se consuelan mutuamente de su miedo.
La despensa comunitaria surte a 7.000 familias cada mes. El propio pastor, y otros residentes con papeles, se turnan “para llevar al trabajo a indocumentados que temen ir en autobús”. Porque una deportación, apunta Amador, es más que una expulsión: es una piedra arrojada a un pozo que provoca ondas concéntricas.
“Los que llevan aquí años, incluso décadas, dicen que siempre han sido conscientes del riesgo [de ser deportados] y que deben seguir adelante como han hecho siempre. La presencia del ICE no es nada nuevo, tampoco una redada, la diferencia ahora es el ruido mediático”, acota Diego Valdivia, director del servicio a inmigrantes de la asociación YWCA en Rockford. A medida que las redadas continúan, la lucha por la dignidad y los derechos de los migrantes se vuelve cada vez más crucial.