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Jorge Drexler: ¿cómo dejó de ser otorrinolaringólogo en Uruguay para convertirse en músico mundial?

En este salto de vida está vinculado uno de los principales exponentes del estilo poeta-folk-urbano de la década de los 90. ¿De quién se trata?

Jorge Drexler, el cantante que cura cuerpos y almas. Foto: Facebook / Freepik / composición de Gerson Cardoso / La República
Jorge Drexler, el cantante que cura cuerpos y almas. Foto: Facebook / Freepik / composición de Gerson Cardoso / La República

Joaquín Sabina y Jorge Drexler se conocieron en 1994 en el Teatro de Verano, Montevideo: el telonero del maestro español era un joven médico —un joven Drexler— que ocupaba sus fines de semana para germinar letras y melodías. Así, en un camino paralelo a su profesión, había lanzado su primer álbum, "La luz que sabe robar". Y robó admiración, porque después del concierto, en el bar El Lobizón, el 'flaco de Úbeda' le extendió una llave: probar suerte en la tierra europea.

Jorge Drexler: de médico a músico foráneo

Según recoge el medio El Siglo de Torreón, la voz de "Todo se transforma" se graduó de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República Oriental de Uruguay en 1992, dos años antes del encuentro al estilo maestro-aprendiz. Las palabras de Sabina, al igual que sus canciones, sostuvieron un eco en el tiempo y, en 1995, impulsaron por completo la mudanza: Jorge Drexler llegó a Madrid sin casa, sin pareja y sin el trabajo como otorrinolaringólogo que tenía en la clínica donde también era socio.

Durante una entrevista para El País, el foráneo contó que compartió piso con siete uruguayos más en la calle de Bretón de los Herreros. “Llamábamos a la casa Bretoña. (...) La primera impresión de Madrid fue de enorme libertad. Tenías un anonimato maravilloso. Nadie te conocía y tú no conocías a nadie. Pero descubrí pronto otra virtud de esta ciudad. A la semana de estar aquí, andando de arriba para abajo en el metro, te sentías muy en casa".

El reencuentro con Joaquín Sabina

Los primeros días en la capital hicieron del pedazo de papel, donde estaban la dirección y el teléfono de Sabina, su amuleto. Visitó y llamó, pero la ausencia era la respuesta. Sin embargo, un día alguien atendió la llamada. El reencuentro tuvo fecha, lugar y compañía: el también poeta deseó que Drexler conociera a Pedro Guerra y Luis Pastor. “Joaquín debió de aterrorizarse al verme. Siempre que se lo cuento se mata de risa. Soy más loco de lo que pienso con esa decisión”, confesó para el periódico español.

Pedro Guerra le invitó a su concierto en la sala Libertad 8. “Me conmovió profundamente lo que vi esa noche (...) Vengo de una ciudad muy chiquita que es Montevideo, donde la música va por un carril muy diferente. Entonces, veo lo que pasa en Libertad 8: un tipo solo con su guitarra, dejando subir a otros a cantar, toda la pequeña sala sabiéndose las letras y cantando con el músico… El tipo estaba centrado totalmente en la comunicación”. Drexler se iluminó.

Empezó, entonces, a configurar su propio lenguaje. "Aprendí a leer al público, a salir de la endogamia de la que venía y a buscar lo universal en los códigos increíblemente provincianos que tenía. Era muy provinciano en el sentido bueno y malo. Me vino muy bien conocer el mundo para contar mi aldea”, explica para El País.

Ahora, España es su casa y Libertad 8, su escenario recurrente. Su fama; sin embargo, desconoce las paredes: es materia que se expande ante la audiencia de todo el mundo.

La gratitud de Drexler hacia Sabina

Si bien los Grammy Latinos de 2021 encumbraron a Bad Bunny, también reconocieron el peso de Joaquín Sabina en el rubro, y fue Jorge Drexler el encargado de entregarle el premio en la categoría a la excelencia musical. Lo hizo; no obstante, de una manera gloriosa: le compuso un poema.

Nos hizo llorar a mares
reír a gritos, bailar.
Nos enseñó que rimar
tiene riesgo, tiene urgencia.
La musa hizo residencia
en su copa de tequila.
Su pluma nos encandila,
con ustedes: su excelencia.

La gratitud fue pública, el respeto también.