Por Armando Mendoza Suena el teléfono: es un viejo amigo de la universidad, perteneciente al sector de los “emprendedores” (adjetivo huachafo a más no poder), quien la ha hecho linda con el boom constructor. Se araña porque no ganó Keiko, “que garantizaba estabilidad y crecimiento”; y me pregunta si de verdad esta vez se jodió el Perú, Mendocita; y es hora de hacer maletas y chapar su visa para un sueño antes de que le estaticen la empresa. El angustiado emprendedor también quiere saber por qué en un país con tasas de crecimiento tan altas, con indicadores económicos en positivo, y en el que el consumo y la riqueza se expanden, puede haber tanto cuestionamiento al “modelo”, y si eso es producto de una conspiración comunista. Bueno, le aclaro algunos puntos a mi amigo (y de paso a tanto neoliberal en crisis existencial) porque, sí, pues, el “modelo” tiene serios problemas y limitaciones estructurales, porque crecimiento no necesariamente empata con desarrollo, y requerimos reformas sustanciales. Le explico a mi amigo que no pues, que el tan mentado auge no ha beneficiado a todos; que en algunos aspectos se han exacerbado las desigualdades, y persisten el atraso y la marginalidad. Le mando un grafiquito del PBI per cápita por regiones, para que entienda que aunque a él le va bien, en regiones como Apurímac o Huánuco la prosperidad no es tan evidente. Le explico que Perú no puede seguir siendo un ente esquizofrénico; donde coexisten Suiza y Biafra; y que el país no termina en el kilómetro 97,5 de la Panamericana Sur doblando a la derecha. También le explico que ser “competitivo” a base de pagar un ripio a sus trabajadores ya fue, que el “cholo barato” debe evolucionar al “cholo bien pagado y altamente productivo”, y que debe invertir en la capacitación de su mano de obra. Igualmente, le explico que apostar nuestra prosperidad al crecimiento continuo de la demanda por materias primas y que los altos precios internacionales continúen, es peligroso; y que es hora de establecer una estrategia de desarrollo sostenible en serio, para cuando la mina se cierre y el pozo se agote. Le explico que en este proceso es indispensable fortalecer y modernizar al estado. Que es una vergüenza que el Perú tenga una incidencia de tuberculosis cercana a Haití, que no podemos seguir con un sistema educativo tercermundista, y que la inseguridad ciudadana nos cuesta 5,1% del PBI al año, según estima el BID. Es hora de tener una policía, un sistema de salud y una educación como la gente. Pero eso cuesta, así que hay que ser conscientes, meterse la mano al bolsillo aunque duela, y pagar impuestos; apóyame, varón. Finalmente, le explico que no se asuste, que si algo queda de estas elecciones es que el Perú votó por el cambio, y que mal haríamos en permitir que el escepticismo y el miedo nos controlen. Le explico que hay una natural preocupación, pero que la economía está firme, las perspectivas son bastante buenas, y que al final un Perú más inclusivo, con oportunidades para todos, será más estable, productivo y próspero, con lo que él también se beneficiara. Así que, chochera, tranquilo no más.