Por Armando Mendoza Economista Cuando se revisan las declaraciones que desde los altos niveles del Estado se hacen en relación al crecimiento económico y al auge de sectores como la minería o la agroexportación; da la impresión de que entre toda la fanfarria y el reventar de cohetes, se dejan de lado temas críticos, y que no hay ni la voluntad ni la claridad necesaria para plantear, por ejemplo, la cuestión de como articulamos este crecimiento con un esquema de desarrollo económico y social que sea integral, inclusivo, y, sobre todo, sostenible, particularmente en relación a la explotación de nuestros RRNN. Y es que algunos sectores parecen vivir la ilusión de que los RRNN son inagotables e ilimitados, y que hablar de preservación, sostenibilidad, etc., es pérdida de tiempo. Pero no es así, nuestros RRNN no son infinitos; la biomasa del mar peruano, las reservas de gas, los yacimientos de oro, las fuentes hídricas, etc., todos tienen límites y son explotables sólo hasta cierto punto; requiriéndose políticas de manejo sostenible, so pena de degradar y agotar dichos recursos. Por ejemplo, podría mencionarse el boom agroexportador en Ica; fenómeno que tiene beneficios indudables en términos de crecimiento económico y generación de empleo; pero que también tienen sombras y cuestionamientos sobre su sostenibilidad, especialmente en relación a la preservación y renovación de las fuentes hídricas. Así, un estudio elaborado por Progressio-Cepes-Water Witness International (agroexportacionsinexplotacion.blogspot.com) señala que este boom agroexportador demanda enormes cantidades de agua en una zona donde escasea, lo que se traduce en una presión intolerable sobre las fuentes hídricas, que están disminuyendo a toda velocidad. Así, la demanda de agua del sistema hídrico Ica-Willacuri se disparó entre el 2002 y el 2008 debido a la agroexportación; al punto que la demanda superó largamente la capacidad de reposición del sistema. Lo que pasa en Ica con el uso desenfrenado de los recursos hídricos, refleja una visión inmediatista, que no toma en cuenta el real costo económico, ambiental y social de determinadas actividades y su impacto a largo plazo; y en donde la actitud pareciera ser quemar las naves ahora y que él que venga después, que arree… (o que acarree agua). Igual sucede en el caso de la seguridad energética, pues se asume alegremente que nos sobrará el gas por muchas décadas, cuando ya hoy hay problemas para satisfacer la demanda interna, dado que lo de Camisea se comprometió para la exportación. La sostenibilidad a veces parece ser una mala palabra, que no hay que mencionar, porque para que vamos a malograr la fiesta si estamos todos tan a gusto. Pero es el talón de Aquilés del crecimiento económico, un problema que no se resolverá escondiendo la cabeza en la arena, y que algún día nos pasará una factura considerable. Así, cabe preguntarse si vamos a limitarnos a surfear sobre la ola del crecimiento hasta que reviente o si, por el contrario, vamos a aprovechar la coyuntura favorable para asumir un esquema de desarrollo que sea sostenible; incluso en épocas de vacas flacas; porque no todos los días vamos a tener Camiseas a la mano.