“Frazada tigre”, la manta que combate al frío peruano desde hace un siglo, vuelve al ruedo
El testimonio de Franklin Aragón, gerente y heredero del negocio, pone en evidencia que la "frazada tigre" no es solo inmune al frío sino también a las tragedias.
Sentir frío en casa no es una alternativa cuando tienes una frazada tigre. Esa semipesada manta de hasta dos kilos con marcas de felino, que tuvo una pausa durante la cuarentena por el azote del nuevo coronavirus en Perú, volvió al ruedo para envolver, como un capullo, a los hombres de carne y hueso que no soportan el invierno. Tiene más de 130 años de existencia y no hay tragedia que pueda librarla de su imprescindible papel en los hogares peruanos.
El italiano Bartolomé Boggio y el estadounidense Enrique Price fueron quienes iniciaron el negocio en el siglo XIX: específicamente en 1888. Luego, éste pasó a manos de la familia Prado Ugarteche. Durante el gobierno militar de Velasco Alvarado, la empresa tuvo un nuevo giro en su directiva y quedó en poder de los trabajadores, lo cual, la empujó a un difícil camino que casi la condujo a la quiebra. Recién en 1992, la familia Aragón sacó al negocio del fondo para ponerlo, otra vez, en lo más alto. Franklin Aragón, gerente comercial de Santa Catalina, empresa encargada de este producto, conversó con La República para relatarnos un poco más sobre su historia.
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El negocio tiene incontables antecedentes, pero Aragón resalta uno de los episodios que considera más importante. “Durante el gobierno militar se cooperativizó [el negocio] y fue difícil mantener el producto”, cuenta. “Era una planta que estaba prácticamente quebrada. Cuando esto pasa a manos de la familia Aragón, se pudo recuperar la empresa”, agrega.
El local de Santa Catalina, el único, está ubicado en el corazón de Lima. Exactamente, en el Jr. Carabaya 416, a una cuadra de la Plaza Mayor. Este rincón de la capital es tan cosmopolita como la frazada Tigre, según las palabras del mismo Franklin. “Tiene bastante demanda no solamente a nivel Perú sino que vienen inclusive desde el extranjero para comprarla; de España, de Francia, de Japón”, cuenta.
Local de Santa Catalina en Jr. Carabaya 416 y un ejemplar de la frazada Tigre. (Fotos: John Reyes)
Los puntos a favor del producto son “la calidad, su versión antialérgica y, sobre todo, su antigüedad”. Así lo asegura Aragón, quien no lo piensa dos veces a la hora de destacar a la frazada como un “producto bandera”. “Nosotros inclusive podemos vender al sector salud, a los hospitales y clínicas, como también al sector militar y al pueblo en sí”, enfatiza.
La diversidad de la manta es también un recurso a su favor, el motor y motivo por el que no corta el hilo con los clientes de tantas generaciones. “Tenemos frazadas de lana de ovino, de alpaca. Las antialérgicas tienen un porcentaje mínimo de nylon, pero es una fibra tratada”, explica. ”Ésta última es la más pedida por nuestros clientes”, añade.
Durante la larga trayectoria de este negocio, el producto de Santa Catalina no pasó desapercibido. De hecho, recibió varios reconocimientos. Algunos de ellos fueron en España y en Francia. “Fuimos galardonados por la corona española. Fue un premio por la calidad del producto. Igualmente fuimos galardonados en París, Francia, por la misma razón”.
La pandemia los golpeó un breve intervalo, pero se repusieron. “Entramos en cuarentena”, apunta. Cuando se reabrió el local acataron inmediatamente las disposiciones del Gobierno. “Nuestros trabajadores a diario son controlados. Igualmente nuestros productos pasan por control de calidad. Son desinfectados, sellados y finalmente enviados a nuestros clientes. Por ahora solo atendemos a domicilio”, apunta. Aunque en los últimos días ya atiende desde su local en el Centro de Lima.
La frazada Tigre fue galardonada por su calidad en España y Francia. (Foto: John Reyes)
El negocio de la frazada tigre no tiene fecha de expiración, es tan inmortal como una novela de Homero o los poemas de César Vallejo. Estas últimas semanas, tanto el asedio del coronavirus como el del invierno han intentado poner contra la pared a los peruanos, los mismos que, en un acto de lógica contingencia, se armaron de medidas sanitarias y de una o dos mantas del local de Santa Catalina para enfrentar a estos enemigos invisibles.