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Ponciano Del Pino: "Sendero tuvo una actitud de desdén frente a las comunidades campesinas"

Quechua. Del Pino cuenta que las comunidades rurales usan la voz quechua “tikrakuy” para referirse al momento en que decidieron luchar contra las huestes de Sendero en Ayacucho.

"Las fuerzas armadas tardaron en reconocer la respuesta de la población, su disposición de combatir a Sendero". Foto: IEP
"Las fuerzas armadas tardaron en reconocer la respuesta de la población, su disposición de combatir a Sendero". Foto: IEP

Los historiadores Ponciano Del Pino y Renzo Aroni han compilado "Una revolución precaria" (IEP 2023), un libro que trata de entender cómo se organizó la guerra que Sendero Luminoso declaró contra el Estado en 1980 y la forma en la que las comunidades campesinas, a veces sin apoyo del Gobierno, decidieron hacerle frente a su proyecto violentista, que las veía como un obstáculo y buscaba desaparecerlas.

¿Por qué escribir sobre Sendero Luminoso hoy?

A ver, como sabes, este libro es un proyecto colaborativo con Renzo Aroni y otros colegas académicos e investigadores que vienen trabajando sobre el conflicto armado. Cuando uno revisa la literatura sobre Sendero, el énfasis en el análisis es mucho más estructural o ideológico, pero se ha investigado poco sobre la configuración de la violencia en realidades mucho más concretas, en procesos situados socialmente, considerando la relación entre población y actores armados. Consideramos que hay preguntas que han estado al margen de la discusión académica y por supuesto también política, sobre lo que fue esta guerra, lo que fue Sendero en estas localidades urbanas y rurales, con qué recursos contaba, tanto materiales, logísticos y humanos.

Y cuando estábamos revisando el manuscrito fi nal, hacia fi nes del año pasado, es que se desencadenaron las protestas y la represión policial y militar de manera tan brutal y tan indiscriminada que era inevitable añadir esa pregunta en la refl exión, porque los capítulos trabajan realidades históricas concretas para entender y dimensionar qué fue Sendero Luminoso, pero estos acontecimientos nos permitieron advertir algo que no imaginamos que volvería a suceder, como fue esta represión contra las poblaciones campesinas, tanto en Andahuaylas, Ayacucho y Juliaca y a su vez esta estigmatización del terruqueo y la amenaza del terrorismo como eslogan discursivo para legitimar justamente la represión.

Ustedes dicen que ahora a Sendero se le usa como un recurso discursivo, para dar la idea de que el terrorismo es omnipresente y que sigue vigente. ¿Con qué intención se hace eso?

Varias. Las intenciones en juego tienen un propósito que es reprimir cualquier acción social de reclamos ciudadano y político. En ese sentido, esta presencia omnipresente de Sendero es operativa en términos de cómo reprimes y controlas el descontento y las demandas ciudadanas. Esa intencionalidad también refl eja cómo, irónicamente, esta imagen de poder omnipresente de Sendero Luminoso, que se construyó en los años 80, ha cobrado más relevancia o se ha amplifi cado conforme nos hemos ido distanciando en el tiempo y eso requiere una lectura también histórica.

Existe el mito de que había una formación ideológica sólida en los militantes de Sendero Luminoso, que era un cuerpo muy efi ciente en ese sentido. ¿Esa visión es real o no?

Es una es una visión que el propio presidente Alan García comentó en el 88, en un evento de la juventud aprista, de la envidia que él sentía por esa mística de los senderistas. Una de las cosas que un análisis permite es advertir que uno encuentra esa entrega total en los militantes de la primera generación de Sendero Luminoso, que fueron parte de la Escuela Militar que inauguró Abimael Guzmán. Los primeros militantes por supuesto tuvieron una formación ideológica, una entrega y una disposición, por eso mismo hacen estas cartas de sujeción a Guzmán. Sin embargo, cuando uno va analizando caso por caso, uno se da cuenta de que eso que se pregonaba no tenía mayor sustento. Los reclutas menores de edad no tenían mayor formación. Las escuelas populares funcionaban por conexiones de sociabilidad más que por la militancia política, y por eso mismo caían constantemente, con facilidad, y estamos hablando del primer lustro de los años 80 y de la ciudad de Ayacucho. Si vemos eso en el campo, esa precariedad era todavía mucho mayor.

El libro trata de explicar cómo es que las comunidades, que en un primer momento dieron un apoyo a Sendero, luego terminan rechazándolo. ¿Cómo se da ese proceso? ¿Cómo empieza esa desconfianza de las poblaciones rurales hacia Sendero?

Uno observa en general que en los proyectos insurgentes en América Latina una de sus rasgos distintivos siempre fueron las difi cultades en términos de acceso a recursos. Y lo que hacía posible que proyectos insurgentes tuviesen una presencia prolongada era una amplia capacidad de negociación que desplegaban con las poblaciones locales. Es decir, si uno no tiene recursos, entonces los encuentra en las poblaciones: alimentación, incluso vestido, donde pernoctar, y además tienes población que puede ser incorporada a las filas insurgentes. Pero Sendero, por su estrechez y su autoritarismo, en ningún momento estuvo dispuesto a establecer espacios de negociación con las poblaciones locales, en la lógica leninista de que el partido es el que decide todo. Desde el 82, comenzaron a generar sus propios organismos y nombraron a sus comisarios locales. Y las comunidades tienen una larga tradición de estructura política, y eso en un primer momento se entendió como una fricción, una aceptación incómoda. Y en la medida que Sendero fue desplegando su violencia contra quienes no se sumaban a su proyecto, cuando comenzó a reprimir y ejecutar a líderes comunales, ahí es cuando esa fricción inicial devino en una insurgencia campesina contra Sendero Luminoso, ese es el punto de infl exión. El capítulo de Renzo Aroni habla sobre una alianza entre comunidades, estamos hablando de 20 a 30 comunidades, que comienzan a coordinar para hacerle frente a Sendero. Y hasta ahora no teníamos la claridad de la envergadura de esa respuesta, que comenzó temprano, en el 83.

¿Sendero tuvo una actitud discriminatoria con estas comunidades? De hecho, tenía una manera particular de llamarlas, le decía mesnadas o yanaumas, las cabezas negras.

Hubo una actitud de desdén abierto contra estas poblaciones. En su lógica vanguardista, Sendero era el partido y Guzmán el pensamiento guía. Había una idea de que la revolución y el comunismo eran inevitables y lo superior en términos de la confi guración de la historia. Y, por supuesto, estas poblaciones rurales eran el último eslabón de ese proceso de modernidad que buscaban alcanzar. En ese sentido, sí hay un desdén contra estas poblaciones, consideraban que tarde o temprano desaparecerían.

¿Qué es el tikrakuy?

El quechua es muy figurativo en términos de expresión y de comunicación. Entonces, tikrakuy se usa cuando hay que voltear la tierra antes de cultivar. Voltear sería la traducción literal, pero cuando hacen referencia al tiempo de la violencia, siempre aluden a la imagen fi gurativa de cambiar de posición. En este caso, es la posición de haber estado en relaciones de colaboración con Sendero Luminoso y luego asumir la decisión de luchar contra Sendero. Y no solo alude a un cambio de actitud, es una toma de posición, es el momento donde esta población interviene abiertamente en la guerra, donde responden como colectividad, y es un proceso tremendamente violento que se da simultáneamente en distintas comunidades. Y eso muestra el paso de una guerra insurgente a una guerra civil, que es una categoría que no solemos usar en el Perú.

¿Hasta qué punto interviene el Estado en esta reacción de las comunidades? Hay quienes piensan que fue el Estado el que las organizó para resistir y combatir a Sendero.

Hay matices. En algunos lugares ocurre por iniciativa propia, si piensas en las comunidades de las alturas de Huanta: Uchuraccay, Huaychao, Ccarhuahurán. Hay este ofi cio que manda la población de Uchuraccay el primero de enero de 1983, informando al subprefecto de Huanta su decisión de luchar contra Sendero. Ojo, estamos hablando del 1 de enero, y las fuerzas armadas recién intervienen por decreto el 29 de diciembre de 1982. Lo que está sucediendo en esas comunidades, en ese contexto, es que están coordinando su respuesta antes de que lleguen los militares a la zona.

Y las fuerzas armadas tardaron en reconocer la respuesta de la población, su disposición de combatir a Sendero. Cuando se diseña la política contrainsurgente, con un manual desfasado, no entienden lo que es Sendero Luminoso, y persiste la idea de que los campesinos son sinónimo de terroristas. Es decir, mucho de lo que encuentras hoy en el discurso que los militares tienen frente a las protestas.

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¿La expansión que tiene Sendero fuera de Ayacucho o Apurímac es parte de su proyecto o es una reacción a la acción del Ejército y de la Policía?

Responde mucho a cómo se van confi gurando los procesos de la guerra. Guzmán reconoce que cuando comenzaron su lucha armada no dimensionaron que su proceso de crecimiento se iba a dar tan rápidamente. Pero, por otro lado, la intervención militar les causa bajas sustantivas, caen muchos de sus cuadros y eso acelera el proceso de enviar a sus militantes a salvaguardarse en otras regiones, donde no había tal nivel de represión. Eso hace que Sendero se mueva hacia la sierra central, hacia Lima, hacia el Huallaga. Son forzados a salir, para salvar a los cuadros de su primera generación. Y allí afrontan otro desafío, su incapacidad de sostenerse en el tiempo, de ampliar bases en las nuevas localidades a las que van llegando. En un primer momento, Sendero tuvo presencia signifi - cativa en las comunidades de Ayacucho, pero hacia el 84 comienzan a dejarlas. Se sitúan más hacia el norte, en Vizcatán, o en zonas alejadas del sur del departamento. Sendero fue efi ciente para lograr establecerse en distintos lugares del país, pero no fue capaz de acumular fuerzas en el tiempo, eso es parte de su precariedad.