La sequía que oprime la Amazonía
Desde Caballo Cocha y Requena, en Loreto, representantes de los pueblos tikuna y kukama kukamiria relatan cómo los está golpeando la ola de calor y la sequía que afecta a los principales ríos de la Amazonía, aislando a sus comunidades y cortando al acceso a sus fuentes de agua.
Los días en los que hace demasiado calor, Tito Sajami abre todas las puertas y ventanas de su vivienda, en la ciudad de Requena. Muchas veces, el aire que entra está caldeado e insoportable. En esos momentos, el presidente de la Federación de Comunidades Nativas de la Provincia de Requena (Feconapre) sale a la calle con su mujer y su hijo de cuatro años. Dejan pasar el tiempo y solo cuando el aire se pone algo fresco, la familia vuelve a casa.
Sajami dice que en estas épocas en Requena –una ciudad situada a 161 km al sur de Iquitos, a orillas del río Ucayali– siempre hace calor. Pero que lo de este año no tiene precedentes.
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-Realmente, nunca hemos vivido una época tan calurosa y es algo lamentable porque estamos sufriendo las consecuencias de haber dañado el medio ambiente –dice en comunicación telefónica–. Y los que más están sufriendo son mis hermanos de las comunidades kukamas.
El líder de Feconapre dice que el principal problema que tienen los habitantes de la ciudad es la falta de acceso a agua para consumo. La quebrada que los abastece del líquido elemento está prácticamente seca. Desde hace aproximadamente un mes, el agua llega a sus viviendas una hora o dos cada día. No más.
–Y viene con un olor putrefacto, de agua estancada, verde, no es agua potable –dice. Sajami dice que los requeninos también suelen abastecerse de pozos artesianos que excavan en sus viviendas, pero que estos también están secos. Los que tienen dinero, compran agua en baldes a la empresa de un exalcalde. Los que no lo tienen, padecen de sed.
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Según el dirigente, en las comunidades kukamas están peor. En Lago San Marcos o en Nueva Curacay, por ejemplo, ya no pueden usar las aguas del río Ucayali, que se ha retirado con la sequía, y ahora la extraen de quebradas que creen que están contaminadas.
–Vivimos rodeados de ríos, pero no tenemos acceso a agua potable –dice–. Y esto se va a poner peor. Los niños que ahora tienen cinco años van a sufrir las consecuencias de esta catástrofe que estamos viviendo. Nosotros mismos estamos matando nuestro medio ambiente.
Las quebradas son los caminos por los que los campesinos indígenas sacan sus productos. Foto: John Reyes - La República
Temperaturas récord
La ola de calor y la sequía que están viviendo las regiones de la Amazonía peruana está alcanzando niveles históricos. En Requena, en los últimos días de setiembre y los primeros de octubre, los termómetros marcaron 36° y 37°. En Iquitos, lo mismo. El 27 de setiembre pasado, en Tingo de Ponaza, departamento de San Martín, se batió el récord histórico de temperatura en el país, con 41,4 °C. Unos días después, el récord se volvió a batir, esta vez en Iñapari, departamento de Madre de Dios, donde los termómetros marcaron 41,6 °C.
La ola de calor coincide con la sequía hidrológica que ha afectado a toda la cuenca amazónica, sobre todo a los grandes ríos, como el Huallaga, el Ucayali y el Amazonas.
Según Marco Paredes, director regional del Senamhi Loreto, los niveles de estos tres ríos han descendido 2,40 metros aproximadamente. Lo usual es que en esta época del año, tiempo de vaciante, los ríos reduzcan su nivel entre 5 y 8 centímetros al día, pero esta vez han bajado entre 15 y 25 centímetros cada día.
Hace unos días, en diálogo con RPP, Paredes advirtió que esta situación también está ocurriendo con el río Itaya, la principal puerta de acceso a Iquitos. Dijo que el nivel del río había descendido más de 2 metros por debajo de su nivel normal y que dentro de poco las grandes embarcaciones no podrán entrar a su puerto.
El nivel del río Amazonas ha descendido entre 2 y 3 metros, según el Senamhi. Foto: John Reyes - La República
Una ciudad aislada
El problema futuro de Iquitos ya lo está viviendo Caballo Cocha, la capital de la provincia de Mariscal Ramón Castilla y la última gran ciudad antes de la frontera con Brasil y Colombia. Para llegar a Caballo Cocha, las grandes lanchas que traen alimentos, abarrotes y todo tipo de mercaderías desde Iquitos deben ingresar por un caño o canal que fluye entre el río Amazonas y la Laguna Caballo Cocha.
Pero ahora ese canal ha descendido su nivel al punto de que ninguna lancha puede surcarlo. –Como las lanchas no pueden llegar al puerto, nos toca tomar un bote hasta el Amazonas para traer la mercadería –explica el comerciante Hugo Campos por teléfono–. Y eso ha encarecido todos los productos, porque tenemos que pagar más por el bote y por los estibadores. Rosenda Reátegui, vecina de Caballo Cocha, dice que ha subido el precio del pollo, las verduras y los tubérculos. Añade que el otro problema que tienen es que también se están quedando sin agua: los pozos artesianos que usan para abastecerse se están quedando secos.
Las dificultades, como suele suceder, son mayores entre las comunidades indígenas. En Cushillo Cocha, comunidad del pueblo indígena tikuna, los vecinos están padeciendo el encarecimiento de los productos y de los pasajes para movilizarse por río a otras localidades. También les preocupa quedarse sin agua: en los últimos días les está costando mucho más tiempo llenar el tanque del pueblo usando los cuatro pozos que lo abastecen.
Pero según Hosni Bento, accesitario del juez de paz de Cushillo Cocha y profesor de aula, el principal problema que están sufriendo los campesinos tikunas es la imposibilidad de sacar sus productos al mercado. –Aquí la única vía para sacar los productos son las quebradas y actualmente las quebradas están totalmente secas. Entonces, los pobladores sufren para sacar su yuca, su plátano– dice.
En épocas de calor, los tikuna acudían a bañarse en masa a la quebrada Pucacunga, que es como el balneario de Cushillo Cocha. Pero ahora la quebrada casi no tiene agua. Bento dice que los mayores afectados por las altas temperaturas son los escolares. Cuenta que cuando el calor es demasiado intenso, él saca a sus alumnos de los salones, que tienen ardientes techos de calamina, y busca la sombra de un árbol para dictar clases. –El año pasado tuvimos verano, pero solo dos meses, no sucedió como ahora –dice–. Pero ahora es demasiado horrible el calor.