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Domingo

Jaime Chincha: “Hay un avance del conservadurismo en el país”

Veintitrés años después de hacer su debut en las pantallas de Canal N, Jaime Chincha (45) volvió hace algunos días a la que él considera “su casa”.

Figura. Durante más de tres años fue el conductor del programa “Nada está dicho” en RPP. El 3 de mayo estrenó su programa “Octavo mandamiento” en Canal N. Foto: Marco Cotrina/LR.
Figura. Durante más de tres años fue el conductor del programa “Nada está dicho” en RPP. El 3 de mayo estrenó su programa “Octavo mandamiento” en Canal N. Foto: Marco Cotrina/LR.

De este retorno, de sus nuevos programas, de las razones de su salida de RPP, de su pasado en Willax y del estado de la prensa en el país, cuyo trabajo es obstaculizado permanentemente por el Ejecutivo y el Congreso, habla en esta entrevista.

¿Cuándo te convertiste en un objetivo de la extrema derecha de este país?

Por la propia polarización del país, de pronto los que estamos en el centro nos quedamos como vulnerables ante estos grupos radicales que han ido apareciendo, que con su discurso de odio van a tu casa, a tu trabajo y te hostigan.

Eres uno de los pocos periodistas de televisión a los que La Resistencia ha concedido el “honor” de visitarlos y llenarlos de insultos.

(Sonríe) Afortunadamente, ese departamento lo dejé hace tiempo, pero aparece en mi DNI y ese día [22 de febrero de este año], unos vecinos me escriben para decirme “qué está pasando” y yo les dije “no tengo la menor idea” (risas).

¡Entonces, fueron al lugar equivocado!

Es que en mi DNI aparece esa casa. Yo viví allí hasta enero del año pasado.

Imagino que no tienes apuro en actualizar tu dirección...

Nooo, ahora menos (risas).

¿Ya te acostumbraste a que te digan “caviar”, “progre” y cosas peores?

Yo no creo que etiquetar sea la mejor manera de distinguir a alguien porque siempre habrá matices, pero, como yo digo, si por defender derechos fundamentales, de minorías, cautelar las instituciones, defender cierto discurso equilibrado me van a tildar “caviar”, bueno, no me preocupa.

Es curioso porque hasta hace algunos años tú fuiste una figura destacada en Willax, el canal que esta gente consume. ¿Quién cambió en este tiempo? ¿Willax o tú?

Willax. Porque Willax no es ni la sombra de lo que hicimos. Es como el hijo drogadicto, el hijo perdido...

Cuando tú estabas en el canal, ya lo había comprado Erasmo Wong...

No, no, lo tenía un grupo de inversión y la idea era hacer un canal de noticias que defienda las libertades, no solo económicas...

Yo hablo de la etapa 2017-2018.

Claro, pero yo te hablo desde el comienzo. El comienzo de Willax fue hacer un canal que defienda la libertad y el progreso de la gente. Ese fue el acta fundacional. Incluso, me tocó a mi escribir el Libro de Estilo, que hoy deben tenerlo en el baño (risas). Y allí los principios fundamentales eran esos, defensa de libertad económica, defensa de libertad individual, defensa de la libertad social.

¿Para tu segunda etapa el canal ya había cambiado?

Allí sí estaba Erasmo Wong, pero en esa segunda etapa yo era el director de mi programa y las decisiones sobre el contenido eran mías. No había una injerencia de Erasmo. Ahora es una cosa panfletaria, con una posición a veces irracional.

¿Qué ha significado tu regreso a Canal N, tu casa, como tú mismo dices?

Volver al origen. Volver al punto de partida, pero cuarentón, cuajado, creo, y, además, retomar lo que para mí fue el acta fundacional de Canal N, que fue el equilibrio, la pluralidad, la defensa de la democracia. Canal N fue fundamental para que se restableciera la democracia en el país.

¿Qué pesó en tu decisión de dejar RPP?

Fueron varias cosas. RPP fue una etapa maravillosa, yo siempre voy a estar agradecido al grupo humano que sigue allí. Pero fueron como algunas “microagresiones”, como yo les digo, que no me hacían sentir a gusto y yo sentí que se fue desmantelando poco a poco el programa.

¿Fuiste incómodo para los dueños?

En varios momentos. Y en algunos creo que sí se la jugaron por la posición que teníamos. Era como una indecisión, un “ni contigo ni sin ti”. Era como una relación tóxica, y en ese estado de cosas viene la propuesta de Canal N.

¿No dudaste en volver, tomando en cuenta la posición parcializada que esa empresa tuvo en la campaña electoral?

(Piensa) Sí, claro. Lo pensé mucho. Y la explicación que me dieron era que querían regresar al centro... incluso la N del logo ha cambiado, es transparente, es una N centrada, como la del año 2000. El canal quiere el centro, y yo estoy en el centro. Un periodista tiene que estar en el centro.

Tu programa se llama Octavo mandamiento porque pretende librar una batalla contra las mentiras y las fake news. Pero fue en esta empresa donde le dieron pantalla a un exmarino para que difundiera fake news sobre el supuesto fraude electoral.

(Piensa) Yo también me sorprendí de eso, como todos, pero creo que hay una historia tras bambalinas que yo no viví, pero oí, y creo que faltó acuciosidad para enfrentar al entrevistado.

¿Qué garantías has conseguido para preservar tu independencia?

El canal me asegura la libertad de poder hacer el periodismo que la gente quiere. Y la evidencia está en los programas. Tú sintoniza los programas y ahí vas a ver cuál es el espacio de libertad e independencia que Canal N, mi Canal N, donde nací periodísticamente hablando, me asegura.

¿Qué balance haces de estas dos primeras semanas en el aire?

La receptividad de la gente ha sido asombrosa. Ha sido cálida, ha sido grata. No quiero presumir, pero la gente en la calle me detiene un rato y me dice “qué buen programa” y eso para mí es más que suficiente. Que la gente lo vea, lo entienda, entienda por qué a veces hay que hacer determinadas preguntas.

Algunas de las entrevistas que más dieron que hablar se las hiciste a voceros de la derecha más conservadora y cavernaria, como los congresistas José Cueto y Alejandro Muñante. Tú que has debatido intensamente con los dos, ¿qué dirías que tienen en común?

Representan un poco la involución global que estamos viviendo. Hay una penosa involución, un retroceso, de pensamientos que creíamos muchos que se habían conquistado. Y, lamentablemente, a veces uno descubre que en la derecha más ultra, más conservadora, hay pensamientos del siglo XIX.

No solo eso, también hay teorías de conspiración. Cueto es de los que sostienen que el coronavirus fue creado por el hombre para controlarnos.

Sí, ya eso mejor no amplificarlo porque a veces la gente se lo cree. En esas dos entrevistas partí de hechos y de declaraciones y de acciones. Por ejemplo, sobre el señor Cueto… un representante de la nación debería ser un poco más equilibrado. No puedes prohibir que los niños y las niñas aprendan el enfoque de género porque en el enfoque de género, en la igualdad de género, está el futuro de una sociedad mucho más evolucionada. Que los niños y las niñas entiendan sus diferencias. Que las niñas, sobre todo, conozcan su cuerpo, conozcan su sexualidad y no terminen embarazadas. Y él me sacó un argumento de que depende en qué región. Entonces, eso ya es penoso. Que en Iquitos existe una cierta idiosincrasia y que por eso salen embarazadas. No, no. No se puede permitir eso.

Alguna gente terminó escandalizada cuando dijiste que los chicos ven pornografía o exploran su cuerpo. Te dijeron “pornógrafo” y “sátiro”.

Gente que, además, tiene una animadversión a la comunidad LGTBI y a hablar del sexo como se debe hablar. Yo nunca creí, y no lo hago con mis hijos, en llamar “pipilín” o “cosita”, no. La sexualidad se habla claramente. Eso es lo que no pasó en nuestra generación. Nosotros aprendimos a salto de mata. Los niños y las niñas de hoy aprenden en el colegio a distinguir su sexualidad y a llamar “pene” al pene y “vagina” a la vagina y “condón” al condón.

Algunos padres todavía se horrorizan ante eso.

Es que somos un país muy conservador y muy temeroso de muchas libertades. Pero hay una grave contradicción, que es que es en los hogares donde se comete la mayoría de abusos sexuales contra niños y niñas. Entonces, no se les puede dar a los padres, que no somos expertos, que no somos educadores, el derecho y el deber de que eduquen sexualmente a sus hijos. No ha funcionado en siglos que la familia se encargue de eso. Por eso es que se evolucionó. Y ahora el Congreso ha provocado este retroceso educativo y las consecuencias las vamos a ver luego.

Tú que has sido reportero y conductor de noticieros, ¿qué piensas de la actitud del Gobierno y del Congreso ante la prensa?

En este momento de radicalismos, de intolerancia, la prensa no está exenta de ser víctima. Felizmente, ha llegado un relator de la CIDH esta semana que creo que está tomando nota de esta mutilación de los derechos constitucionales que se ha hecho so pretexto de la pandemia...

Van más de dos años que los reporteros no pueden entrar al Palacio Legislativo. Se pasan los días a la intemperie.

No hay derecho, no hay derecho. Y lo mismo en el Ejecutivo. Cada vez que se puede se insulta a la prensa, se la confronta de una manera visiblemente intolerante.

Lo del Gobierno parece peor. El presidente no da entrevistas y no permite que los reporteros se acerquen a sus actividades. Difícil pensar en otro jefe de Estado que haya mantenido tan alejada de él a la prensa.

Creo que no supera la entrevista de Fernando del Rincón. Él tiene serias limitaciones para responder. Yo lo he entrevistado solo una vez, entre la primera y la segunda vuelta, y allí las cosas que dijo, que él no quería el TC, que no quería a los organismos supervisores, que no creía en el derecho de las personas LGTBI de casarse, decía que era un hombre “que se cortaba las uñas”. Es un conservador de izquierda. De ahí que sus parlamentarios, incluso los del ala magisterial, tengan tantas coincidencias con el conservadurismo de derecha. Hay un avance del conservadurismo en el Perú y se han aliado los extremos.

No solo conduces Octavo mandamiento, sino que, a continuación, sigues una hora más con Enfoques cruxados, junto a Gonzalo Zegarra. ¿Es muy complicado preparar dos programas de dos horas y media en conjunto para el prime time diario?

Es cuestión de organizarse. Octavo mandamiento tiene mi mayor dedicación diaria porque son temas de política, de actualidad. Enfoques cruxados es un formato novedoso en televisión porque un solo tema abarca una hora. Permite que dos personas que discrepan puedan abordar un tema desde sus propias posiciones y discutirlos en una mesa. Ahora la clase política se reúne solamente para acordar cosas que van en contra de la sociedad. Ya no hay espacios, no solo en la televisión, sino también en el foro político. Mira cómo el presidente despreció el Acuerdo Nacional y su premier insultó al cardenal cuando lo que quería el cardenal y lo que quería Max Hernández era que la clase política llegara a mínimos acuerdos para hacer viable este país. Entonces, Enfoques cruxados pretende eso, abordar temas de agenda, muchas veces relegados por estas pequeñeces de si te vaco o te disuelvo.

¿Sigues saliendo a correr?

Sí, aunque ahora menos porque... esto que la gente me dice “¡qué paciencia, Jaime Chincha!” [cuando entrevista a ciertos políticos controversiales] me trae algunos insomnios o algunas lecturas. Me gusta mucho leer de madrugada.

¿Te estresas mucho?

A veces sí. Sobre todo por haber vuelto con esta fuerza al canal, a veces, como te digo, me da insomnio, trato de hacer ejercicio, de meditar, de relajarme. A veces no es fácil, pero en esas ando.

Leí que corres 10 kilómetros diarios.

Sí, pero no todos los días, los intercalo con ejercicios. Salgo dos veces a la semana, pero lunes, miércoles y viernes tengo gimnasio. Con eso también equilibro.

Eres un corredor que no deja de fumar.

[Expulsa el humo de su cigarrillo y ríe] Tengo los pulmones grandes. Un día me sacaron unos rayos X y la placa no salió completa y me dijeron “señor, sus pulmones son muy grandes, retroceda dos pasos”. Retrocedí dos pasos y salieron. Sí, digamos que soy un aventajado pulmonar (risas).

¿Cómo empezaste a correr?

Con la bajada de peso, pues. Descubrí que no solamente había que hacer dieta, sino que también mantener una cierta rutina saludable. Entonces, con noventaitantos kilos comencé a caminar, a caminar, de ahí comencé a aligerar el paso y así empecé. Ya son cinco años de una rutina que sí, que me equilibra el estrés con el deporte.

¿Es verdad que llegaste a pesar 125 kilos?

En el año 2013. Fue horrible. Fue la etapa más agónica de mi vida, porque no podía subir escaleras, me cansaba mucho, en los probadores era sudor, depresión, no me entraba nada. Pedía ropa de amigos, familia, que se iban a los Estados Unidos para que en Walmart me compraran XXL o cosas así que todavía no había en el Perú.

Escribiste que estar gordo te hacía “caer pesado” en todo el sentido de la palabra.

Sí. Andaba pesado de peso y pesado de mi rabia y mi frustración de tener un cuerpo tan enorme, tan poco manejable. Eso inevitablemente se traduce en apatía, rabia, frustración, inconformidad constante.

¿Bajar de peso te mejoró el humor?

Me lo ha estabilizado. Ahora me río mucho más que hace diez años.

Además, eres una persona muy gestual…

Tengo un montón de stickers (risas).

(Risas) Es que algunos de tus gestos se volvieron virales.

Es que con la pandemia y el Zoom todo el rato yo estaba en cuadro, entonces, al estar todo el rato en cuadro en la pantalla iba escuchando a los Muñantes, a los Cuetos o algo así (risas), era como… sí, sí, sí, soy bien expresivo. Siempre he sido muecudo.

¿Qué se siente ser fuente de stickers y memes?

(Risas) Me río mucho. Y hay gente que a veces me manda mis propios stickers. Porque, además, las chicas de RPP se encargaron de hacer capturas de mis caras, entonces… los amo (risas). Ellos hicieron toda esta galería que me pasaron y todo y en la radio era motivo de risa.

¿Envías tus propios stickers en WhatsApp?

Ahora sí un poco (risas). Siento que estoy en la época pues, es una época de stickers y memes y, no sé. Se siente rico.