Un camino con 18 estaciones
Perú confirmó el quinto lugar en las eliminatorias sudamericanas y con ello su pase al repechaje mundialista. El periodista Angelo Torres recuerda el camino transcurrido con Ricardo Gareca, las apariciones, los cambios internos y el valor de Cueva y Lapadula.
Escribe: Angelo Torres Zevallos, tomado de RevistaSudor.com
En el 2017 nació mi hija. El año que clasificamos al mundial después de 36 años, en medio de una racha de 15 partidos invictos que se cortaría en Rusia. No creo que sea coincidencia. Nosotros, los de 30 para arriba, nos acostumbramos a los fracasos, las goleadas en contra y las humillaciones.
Mi hija es parte de otra generación. Es de la nueva normalidad: donde es común celebrar, que la gente lleve con orgullo la camiseta por la calle. Una generación que ha visto a su selección en la final de la Copa América, la que sabe que el mundial no es una utopía.
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Pero Perú es un país que vive en eterno repechaje. Entre lo que quiere ser y lo que es. Entre lo que puede ser y lo que no será. Luchas internas con sus raíces, culturales y raciales, peleas de clases sociales y también políticas. Mucho potencial, pero también muchas taras que nos detienen. Eso es Perú. Eso era la selección también. Pero 11 chicos al frente de una pelota demostraron que el cambio es posible.
No es solo voluntad, es también mucho trabajo. Es cambiar el mensaje y creer. Es convencerse. Es botar la calculadora, es saber que no somos menos que nadie. Todo eso es parte de una revolución interna.
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Muchas cosas cambiaron en este lustro. Una pandemia se llevó a mucha gente. Personas que queríamos: el abuelo patriarca de la familia, un tío cercano o el amigo que parecía indestructible. En momentos de incertidumbre, cuando todo parecía oscuro y había muchas dudas, la selección fue luz. Pero ellos también estuvieron en tinieblas antes de eso. Nos dijeron que estábamos eliminados. De nuevo. Pero no fue así.
En cinco años también cambia un equipo. Paolo Guerrero y Jefferson Farfán ahora lo ven desde la tribuna mientras se recuperan de lesiones en las rodillas. Rodríguez ya no está en nivel de selección. Lobatón se retiró. El tiempo pasa, el tiempo también puede ser cruel. El recambio obligatorio nos llevó a encontrar respuestas en puestos donde no había postulantes, solo un excluido sin DNI que hablaba italiano.
Gianluca Lapadula tuvo que vivir su propio repechaje. Cuando querían que fuera peruano, no lo quiso ser; y cuando no lo extrañábamos, apareció sin nosotros saber que lo necesitábamos tanto. Sus goles, su empuje, su voluntad que lo lleva a jugar con la nariz rota. No necesitaba un curso acelerado de español ni decir que le gustaba el cebiche. Bastaban goles para convencernos. Y nos ha dado uno que nos lleva al repechaje mundialista.
Estamos acostumbrados a vivir en suspenso, la incertidumbre puede ser sinónimo de Perú. Nuestra estabilidad emocional depende de lo que hacen once jugadores dentro de una cancha. Y principalmente de lo que puede lograr Cueva con sus piernas quimbosas.
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El que supera el amor-odio con los hinchas, en una relación tóxica donde ambos nos necesitamos. Christian, el chato con ‘pipa’ de esquinero pero con tanto talento para regalar que solo necesitaba que alguien enderezara esos pelos parados. Que dome ese carácter rebelde y sus demonios. Necesitaba un papá. Necesitaba a Gareca.
Ese primer gol de Lapadula fue lo mejor y lo peor que nos pudo pasar al mismo tiempo. El fantasma de poder tropezar sobrevolaba el Nacional después de ese tanto, hasta que apareció de nuevo Cueva para llevarse a las camisetas albirrojas como si fueran conos; y tras un centro de Flores, Yotún hizo un movimiento acrobático que acabó en gol.
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Otro de los hombres que se transformó desde la llegada de Gareca reafirma por qué es un hombre centenario con la selección. Celebrar con una versión disco de Pocoyó y Michael Jackson es solo un plus.
Perú está a un paso de ir a su segundo mundial consecutivo. Ahora falta jugar el repechaje en junio, contra Australia o Emiratos Árabes Unidos. No importa el rival, importa que Perú juegue como Perú. Hay que aceptar la nueva normalidad, esa que dice que somos quintos en Sudamérica.