El expresidente y el arqueólogo
#EvoMorales. Hay que decirlo sin atenuantes, ha sido un desatino del expresidente boliviano, Evo Morales, eso de llegar al país y afirmar que la pandemia es “parte de una guerra biológica”. Claro que no es una sorpresa, no es la primera vez que se distancia de la ciencia y de los datos verificables, solo hay que buscar sus declaraciones sobre el supuesto efecto del consumo de carne de pollo en los hombres. Pero lo que es más insólito es la cobertura que algunos medios le dan a sus actividades. Concentrados en los lugares que visita para comer, el paso de Morales ha sido cubierto con frivolidad. Quizá por eso se pierda de vista que la verdadera agenda política de Morales y sus objetivos deben conocerse. Las preguntas son obvias. ¿Su experiencia como dirigente sindical va a ser aprovechada por Perú Libre? ¿Su discurso contra los Estados Unidos será copiado por el gobierno? ¿Es el representante de un bloque de naciones que quiere tener más influencia sobre el Perú? Lo dicho. No importa tanto a qué restaurante vaya, sino los intereses que hay detrás de él. Por ahora, es una incógnita.
#WalterAlva. Era 1987 y el saqueo de tumbas precolombinas era ‘deporte nacional’ en Lambayeque. Las bandas de huaqueros se hacían de restos arqueológicos que vendían en el mercado negro. El joven arqueólogo Walter Alva decidió frenar la depredación de nuestro pasado y montó en Huaca Rajada un centro arqueológico que había sido tomado por los profanadores, un campamento de exploración. A los pocos meses descubrió el que sería su gran hallazgo: las tumbas reales del señor de Sipán, “unas de las más ricas del nuevo mundo”, dijo la National Geographic. La noticia volvió célebre a Alva. En los años siguientes trabajó duro para que el Estado construyera un museo para el poderoso gobernante moche y lo logró. Tras casi dos décadas como su director, tiene que jubilarse pues hace poco cumplió 70 años. Le debemos mucho al arqueólogo cajamarquino que se dedicó a reconstruir nuestro pasado en el contexto más hostil.