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Domingo

Marcos Cueto: “Vivimos algo desencantados de la ciencia médica, pero creemos que ella nos va a salvar del coronavirus”

Historiador especializado en medicina y salud pública, profesor de la Casa de Oswaldo Cruz, Fiocruz, Río de Janeiro. Exinvestigador del IEP. En 2006 escribió el libro Historia, salud y globalización junto al actual ministro de Salud, Víctor Zamora.

Marcos Cueto
Marcos Cueto

¿Cuántas epidemias ha afrontado el país a lo largo de su historia y con qué resultado?¿Qué tienen en común la peste bubónica que llegó a nuestras costas en 1903 y el cólera que provocó una crisis de salud pública en 1991? El historiador Marcos Cueto ha tratado de responder estas interrogantes al convertir a las epidemias en su objeto de estudio. Eventos de esta magnitud modifican a la sociedad de manera radical. Él lo sabe bien. Y con esa autoridad habla sobre el coronavirus, una pandemia que debe ser contenida con una estrategia planetaria.

Se solía ver a las epidemias como algo asociado a una determinada población,ya sea por su ubicación geográfica–la malaria en la sierra, por ejemplo–o su estatus social–el cólera que golpeó a los más pobres en 1991–, pero el coronavirus parece ser algo distinto,masivo, democrático, el producto más exitoso de la globalización. ¿Está de acuerdo con esa afirmación?

En realidad no. Muchas epidemias atacan inicialmente a todas las clases sociales, pero progresivamente se ensañan con los más pobres o con grupos discriminados. Hace poco, el científico Anthony Stephen Fauci reveló que el Covid-19 es especialmente mortal entre los afroamericanos de los Estados Unidos y lo relacionó con que ellos tenían menos recursos para tratar otros problemas de salud.

Viejos y pobres, ¿esas terminarán siendo las principales víctimas del coronavirus?

Pobres en casi todas las epidemias y, lamentablemente, con el coronavirus parece que van a ser personas de edad, personas con complicaciones de salud de cualquier edad, y los pobres que tienen recursos limitados para practicar la higiene o el distanciamiento social por el lugar en que viven.

¿Ahora mismo hay posibilidad de una respuesta global a la pandemia? Porque lo que parece es que triunfan los individualismos: potencias que compiten por encontrar una vacuna, países pobres que pugnan por conseguir los test de diagnóstico, etc.

Lamentablemente es así. Se ha olvidado un viejo dicho: “la ciencia no tiene patria”. Lo que menciona es también resultado de años de críticas de gobiernos neoliberales a la principal agencia internacional de cooperación médica: la Organización Mundial de la Salud. Es verdad que esta organización tiene problemas, pero estos gobiernos erosionaron su autoridad y sus recursos sin ofrecer una alternativa para la gobernanza sanitaria mundial.

Es interesante que diga eso, los Estados Unidos son un contribuyente importante de la OMS y han mantenido una influencia relevante sobre este organismo a lo largo de su historia, pero esta semana Donald Trump afirmó que evalúa retirar el financiamiento a la agencia, porque–en su opinión–falló en avisar a tiempo de la pandemia. Ya sé que Trump no es un hombre muy cercano a la ciencia, pero ¿tiene algún asidero lo que dice?

Me parece que no. En los primeros días de enero,la OMS notificó a todos los países y puso atrabajar a un grupo de respuesta internacional. El 30 de enero declaró al Covid-19 como una emergencia de salud pública de preocupación internacional (PHEIC), una denominación técnica que las autoridades sanitarias de todo el mundo saben que se refiere a algo muy serio. Al día siguiente, Trump suspendió los vuelos con China, pero al mismo tiempo seguía minimizando el impacto del coronavirus en los Estados Unidos.

¿No hay nada que pueda motivar una acción planetaria contra el virus? Esta semana,el premio nobel Joseph Stiglitzdecía: “Mientras haya un lugar donde la pandemia siga haciendo estragos, será una amenaza–epidemiológica y económica–en todas partes”.

Sin duda. Desde hace años, muchos salubristas vienen insistiendo en que los virus no tienen pasaporte y que la mejora universal de los sistemas de salud y de vigilancia epidemiológica es una obligación de países ricos y pobres, no solo por razones humanitarias sino por la misma sustentabilidad de la economía mundial. Espero que ahora las autoridades políticas le hagan caso a Stiglitz.

¿La aparición del coronavirus acaba con la vieja aspiración de la ciencia médica de contener las enfermedades infecciosas para concentrarse en los males crónicos y degenerativos?

En realidad, esa aspiración tiene auges y caídas. A fines de los años sesenta, médicos de países desarrollados creían que sus naciones estaban a punto acabar con las principales enfermedades infecciosas. Con el sida, el cólera, el dengue, el ébola y una versión de la tuberculosis resistente a los medicamentos tradicionales, que apareció en la década de 1980, se apagó ese triunfalismo. Lo cierto es que la única enfermedad eliminada por acción humana ha sido la viruela. Un logro conseguido en 1980 y coordinado por la Organización Mundial de la Salud, que contó con el concurso de los Estados Unidos y de la Unión Soviética. Ahora es una paradoja. Vivimos algo desencantados de la ciencia médica, pero creemos que ella nos va a salvar del coronavirus.

En su libro,El regreso de las epidemias (IEP,2000), dice: “Algunos historiadores han argumentado que las epidemias son el factor oculto que explica el desenlace de muchos acontecimientos. Por ejemplo, que en realidad la civilización griega declinó por la malaria, que la Edad Media acabó por la peste negra y que los incas fueron vencidos por la viruela y el sarampión”. Siguiendo esa línea, ¿es el coronavirus el acontecimiento que marca el verdadero inicio del siglo XXI?

Es muy temprano para decirlo. Algunas epidemias auguran un nuevo período histórico, pero otras dejan un legado que revive el autoritarismo o una vuelta al pasado. Por ejemplo, a pesar de las respuestas insuficientes de Fujimori al cólera de 1991, su régimen no solo se consolidó, sino que legitimó un discurso conservador que culpaba a las víctimas. Los chivos expiatorios fueron los “sucios”, es decir los habitantes de las zonas urbano marginales a los que, según el gobierno, no les gustaba lavarse las manos. Con el coronavirus, algunos gobernantes confían en un regreso del neoliberalismo, como si este tuviera una sed de venganza por el tiempo en que estuvo suspendido. Por el contrario, muchos salubristas esperan que nunca volvamos a los recortes de los presupuestos de salud, y movimientos sociales progresistas quieren para el futuro mayor equidad social.

¿Cuál es la cuarentena más antigua que haya ordenado el gobierno peruano y en qué población o territorio se aplicó?

Desde el comienzo de la república peruana existieron cuarentenas inicialmente dirigidas a puertos de la costa, porque la prioridad era proteger el comercio marítimo.Entre las primeras estuvieron la de 1832, contra el cólera de Guayaquil, y la de mediados del siglo XIX, contra la fiebre amarilla. Sin embargo, una diferencia entre esas cuarentenas y la actual es que en el pasado estaban dirigidas, por lo menos formalmente, a detener a un enemigo que podía llegar del exterior. Aunque ahora las medidas iniciales enfatizaron el tránsito aéreo internacional, las estrictas reglas de distanciamiento social en el Perú están orientadas a detener la transmisión comunitaria.

¿El Perú es un país que tiene la costumbre histórica de ver a los grupos más pobres como responsables del origen de enfermedades que pueden desencadenar epidemias?

Sí, como responsabilizar a los inmigrantes chinos de la peste bubónica de comienzos del siglo XX y a los homosexuales del sida en los años ochenta. El estigma está relacionado no solo a los prejuicios preexistentes sino a las respuestas oficiales. Mientras mayor sea el autoritarismo político, mayor es la tendencia a culpabilizar a una minoría. Un amplio consenso, así como un liderazgo legitimado, hacen más fácil la adopción de medidas de control sanitario que modifiquen la vida cotidiana.

¿Es exacto decir que la mayoría de epidemias que hemos enfrentado han empezado en la costa? ¿Porqué? ¿Por la presencia de puertos y aeropuertos?

No. Son mas visibles en la costa, pero epidemias terribles han existido en los andes y la Amazonía. Durante la mayor parte del siglo XX, el tifus exantemático y la viruela fueron una presencia recurrente en la población andina. Asimismo, la malaria era endémica en zonas rurales de la costa. Lo que ocurrió fue que las epidemias urbanas inundaron con mayor facilidad los periódicos, preocuparon a poderosos comerciantes urbanos, y crearon una sensación de urgencia en los gobiernos.

¿Qué instituciones se han fortalecido históricamente con la aparición de pandemias?

El Estado y los grupos profesionales. Durante el siglo XIX, las municipalidades, las beneficencias, y las órdenes religiosas atendían las epidemias. Solamente a partir del siglo XX se fue forjando una conciencia de que la salud pública era una obligación del Estado. Lamentablemente, en las últimas décadas se redujo el rol del Estado en las políticas sociales y predominó un mal entendido gerencialismo que priorizaba las intervenciones sanitarias no por su necesidad sino según su “costo efectividad”. Es decir, si eran financieramente posibles y si el control de ciertas enfermedades era funcional al crecimiento económico.

Usted dice que las epidemias de peste bubónica y de fiebre amarilla, en el Perú, “permitieron asignar mayor relevancia a la salud en el Estado”, y que“el fracaso de las campañas por la erradicación de la malaria y el cólera ayudaron a que la salud perdiese en algo su importancia”,¿por qué la diferencia?

Porque la atención que recibe la salud pública en una emergencia puede ser efímera. En las bambalinas de las epidemias se decide la futura relación de la salud pública y la ciencia médica con el poder. Gobernantes irresponsables, que hasta hace poco negaban la grave - dad de Covid-19 están ahora cooptando parte del discurso científico en intervenciones temporales. La labor médica en curso es admira - ble y merece pleno reconocimiento, pero para responder al coronavirus y otros desafíos en salud, en el mediano plazo, necesitamos crear una convicción de que como sociedades no podemos aceptar la minimización de la salud pública, la investigación y del Estado. En el futuro será crucial escuchar tanto a la razón como a la justicia social.

En el 2006 escribió junto al actual ministro de Salud, Víctor Zamora, el libro Historia, salud y globalización ,¿cuál es la tesis principal de esta publicación?

Que existe una valiosa tradición, que muchas veces ha sido contra hegemónica, que considera los problemas de salud como desafíos transnacionales que los países por sí solos no van a poder enfrentar. Además, que es necesario estudiar y mejorar las condiciones de trabajo de médicos y enfermeras en los servicios públicos.

Vive en Brasil, en Río, una ciudad en la que incluso los maleantes que controlan las favelas entendie - ron que era necesario declararla cuarentena, a diferencia del presidente Bolsonaro que hasta hoy mi - nimiza el impacto del coronavirus. ¿Qué siente un residente de esta ciudad ante esa situación?

Temor. Ansiedad. Es muy preocupante que no exista una clara política nacional de respuesta al coronavirus. Mientras el presidente Bolsonaro pelea con los gobernadores de los estados y hasta con su mismo ministro de Salud sobre cómo debería ser el distanciamiento social, la epidemia sigue avanzando en todo el país.

Periodista formado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es editor y reportero del suplemento Domingo de La República. También ha publicado en el diario El Tiempo de Colombia y La Tercera de Chile. Fue reportero de la sección política de este diario. Tiene un blog sobre fantasía (cuervosobrepalas.wordpress.com) y otro en el que comenta su trabajo periodístico (cambiodetitulares.wordpress.com)