Domingo

Violencia durante el parto

La ONU ha encendido las alarmas. En un informe concluye que mujeres en todo el mundo y de todos los niveles económicos sufren abuso en los centros de salud durante el alumbramiento. Pueden ser humilladas por el personal médico o sometidas a maniobras físicas proscritas. En Perú la problemática aún es silenciada.

La ONU reconoció que las mujeres son víctimas de violencia obstétrica.
La ONU reconoció que las mujeres son víctimas de violencia obstétrica.

Eulogia Guzmán (26), mujer quechua hablante, natural del poblado de Layme, Cuzco, se preparaba para dar a luz. Iba por la semana 37 del embarazo de su primogénito cuando los dolores la vencieron y tuvieron que llevarla de emergencia a la posta médica más cercana. Llegó en ambulancia, junto a su esposo Jaime Chipana. La recibió la obstetra de turno quien, acto seguido, la abandonó, le dijo que iría a su casa por su abrigo.

Eulogia y su marido quedaron solos en el cuarto de partos y el alumbramiento era inminente. Al cabo de unos minutos, la muchacha se puso en cuclillas porque tenía la sensación de orinar y en esa posición sintió cómo la cabeza de Sergio Jesús, su bebé, se abría paso por su tracto vaginal. El esposo, nervioso, salió a pedir auxilio a gritos.

Una enfermera entró al encuentro de Eulogia y la incorporó y jalándola de un brazo la obligó a subir a la camilla de casi un metro de altura. La muchacha le rogaba que por favor la ayudara a parir en esa posición, pero la enfermera hizo oídos sordos. Y en ese momento, entre el jaleo y la súplica, el bebé nació y su cuerpecito cayó con violencia al suelo golpeándose la cabeza y cortando el cordón umbilical.

Lo que le sucedió a Eulogia no es un caso más de negligencia médica. Se trata de otra modalidad de maltrato contra las mujeres, ejercida, esta vez, por el personal médico en los establecimientos de salud durante el parto y se le conoce como violencia obstétrica. A esta cusqueña, hoy de 42 años, el personal médico la abandonó durante el parto y la forzó a parir en una posición que afectó de forma crítica a su hijo, que vivió hasta los 12 años con un discapacidad física severa: sufría de convulsiones, no veía, ni hablaba, ni caminaba. La violencia obstétrica puede quebrar vidas y este caso es su expresión más brutal.

Pero también se manifiesta a través de actos que consideramos “normales” o como parte del trato cotidiano en los hospitales públicos: “No lloraste cuando lo hiciste, ¿por qué gritas ahora?”, por ejemplo, es una frase dicha con frecuencia por el personal médico a una mujer que se queja por los dolores de parto. Lo más probable es que muchas mujeres hayan vivido algo parecido, pero no lo denunciaron por temor a represalias o porque, simplemente, creyeron que sería en vano llenar el libro de reclamaciones del nosocomio.

Violencia global y local

No son casos aislados. En julio pasado, a través de un riguroso informe de la relatora Dubravka Šimonović, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoció que el maltrato en los servicios de salud reproductiva se da de forma “generalizada y sistemática en el mundo y lo viven mujeres de todos los niveles socioeconómicos”.

Según la ONU, violencia es retener a la madre y a su recién nacido en los centros de salud porque no se pagaron los gastos de hospitalización; es someter a una mujer a un parto por cesárea sin su consentimiento; es hacer uso excesivo e innecesario de oxitocina sintética para inducir las contracciones; es provocar el alumbramiento mediante maniobras proscritas como la de Kristeller que consiste en presionar el útero, lo que puede dañar al bebé; es increparle a una adolescente que está dando a luz: “no lloraste así cuando lo hiciste, ahora afronta pues”.

El listado de los hechos de violencia obstétrica es largo, estos son solo algunos ejemplos. Para la abogada experta en violencia de género, Brenda Álvarez, este informe es importante porque “no existía consenso internacional sobre lo que era violencia obstétrica y esto, en parte, por las resistencias del gremio médico a reconocer que incurren en estas prácticas”. El Perú también participó en la elaboración del informe enviando, a través de oenegés, testimonios de mujeres que vivieron experiencias traumáticas.

El caso de K.L. es emblemático. Ella tenía 17 años y fue obligada a llevar un embarazo “incompatible con la vida”, es decir, el feto era anencefálico, su cerebro y cráneo estaban incompletos y a lo mucho viviría unas horas al nacer; los médicos rechazaron practicarle un aborto terapéutico (que en el país es legal desde 1924 y tiene un protocolo para aplicarlo), y la adolescente fue obligada a parir y amamantar a un niño que vivió cuatro horas.

La psicóloga Rosinna Guerrero, de Promsex, trabajó en una investigación sobre casos parecidos y encontró un patrón: “A todas las mujeres con este tipo de gestación las obligaron a escuchar los latidos fetales, y las que accedieron a una interrupción del embarazo fueron ubicadas en el mismo pabellón donde reposaban las mujeres con sus recién nacidos. Fue una tortura”.

“¿Por qué obligarlas a desarrollar un vínculo con el bebé en esa condición para luego vivir un duelo?”, se pregunta la antropóloga Angélica Motta, que ha acuñado una terminología para este tipo de violencia obstétrica, el ‘sadomaternismo’: “Se ve cómo se le impone la maternidad a las mujeres con sadismo, incluso en los casos extremos, donde la vida de ese feto no es viable, y fíjate que, finalmente, lo que está en juego no es la vida sino el control del cuerpo de las mujeres”.

No denuncian por miedo

B.F. (32) también vivió una situación de violencia obstétrica en un hospital público. Tuvo un embarazo ectópico (el embrión se implantó en la trompa de falopio) que puso en riesgo su vida y tuvieron que practicarle un aborto: “Al día siguiente de la intervención, una enfermera me trató muy mal porque no podía caminar bien: ‘apúrese señora, para abrir las piernas sí no te duele’, me dijo, y al rato el médico que me operó, no sé por qué, vino a mi cama a mostrarme un pomo con el feto”, narra.

“La violencia obstétrica se manifiesta como otra forma de disciplinamiento del patriarcado hacia la mujer”, agrega Motta, “con el maltrato, están diciendo ‘si no vas a cumplir tu rol maternal entonces, te castigo’ y, en este caso, te ‘muestro el feto’ para que no lo vuelvas a hacer, es una forma de ejercer poder”.

La Defensoría del Pueblo recibe con regularidad testimonios de mujeres que fueron víctimas de tratos abusivos al dar a luz. Pero no llaman a esta forma de maltrato contra la mujer “violencia obstétrica”, y esto porque nuestra sociedad aún no toma conciencia de la problemática.

“Si bien no existe una ley, en el Plan contra la Violencia de Género 2016-2021 se incluye a la violencia obstétrica como una forma de maltrato y discriminación pero de forma muy general. Es vital que se legisle al respecto”, dice la comisionada de la Adjuntía de la Mujer de la Defensoría, Valeria Cárdenas, quien asegura que no hay una estadística completa de los casos de violencia porque no todas las mujeres denuncian. “Sobre todo en las provincias más alejadas donde hay una sola posta médica de la que depende toda su familia”, agrega.

La decana del Colegio de Obstetras, Margarita Pérez, no justifica el maltrato, pero resalta que la precariedad de la infraestructura de los hospitales, el bajo sueldo del personal médico y la sobrecarga de trabajo son factores que propician situaciones descritas líneas arriba.

Corresponde al Estado, recomienda la ONU, garantizar recursos para cubrir las necesidades de una atención de salud digna para las mujeres. Para que tragedias como la de Eulogia no se repitan. Su caso trascendió la justicia local y se definirá en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Después de 16 años aún busca una reparación.