Proyecto Varias mujeres que sufrieron la violencia política de los años 80 y también violencia de género contaron su experiencia como parte de un proyecto de la Red Nacional de Promoción de la Mujer. Sus testimonios fueron recogidos en la publicación Relatos que sanan.,Historias para cerrar heridas,Alicia ha sufrido demasiado pero mantiene la mirada serena y la tranquilidad de espíritu. Su voz describe sin rencor lo vivido allá por los años 90 en un caserío de la selva de Huánuco. Eran épocas difíciles: Sendero Luminoso venía a llevarse a los hombres jóvenes al monte, contra su voluntad, y las patrullas militares que también llegaban por allí, acusaban a cualquiera que encontraban de ser "terruco". Una tarde que ella regresó de su chacra, encontró tiradas todas las cosas de su casa. "Parecía que un animal hubiera entrado y botado todo", cuenta. Pero no. Cuando estaba mirando esa destrucción, escuchó una voz gritando: "¡Terrucos, salgan!", "¡Salgan, carajo!". Ella salió, agarrando a sus dos hijos. Había un grupo de soldados. "No somos terrucos. Yo vivo aquí", les dijo. Pero no la escucharon. En su propia casa fue víctima de abuso. El grupo se quedó hasta la noche y antes de irse quemaron la vivienda. Le contó del ataque sufrido a su esposo, pero no le brindó ni una palabra de consuelo. Con el tiempo ella se separó, se llevó a sus hijos y se fue a su pueblo, a vivir con sus papás. Pero como no le alcanzaba para mantener a los menores, se fue a buscar trabajo a Huánuco. Alicia no sabía leer ni escribir y sufrió muchos maltratos por ello. Trabajó de doméstica en una casa, donde le negaron la posibilidad de estudiar. Con el tiempo se volvió a amistar con su esposo y tuvo dos hijos más, pero ya no era lo mismo. "Yo trabajaba duro, pero él igual me maltrataba", recuerda. Un día que ocurrió lo mismo, ella lo botó. Para su suerte, el hombre se fue. Después se unió a un grupo de mujeres desplazadas y cuando la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) realizó audiencias para que las víctimas de la violencia brindaran su testimonio, ella lo hizo. Allí le nació la conciencia de que su palabra importaba. Después participó en otros encuentros donde le enseñaron a defender sus derechos. Hace unos años decidió estudiar porque se dio cuenta de que nunca es tarde. Ahora es vicepresidenta de su asentamiento, en Huánuco, y el año 2017 terminó la primaria. Este año, como parte del proyecto "Ejercicio de derechos de las mujeres adultas mayores desde un enfoque de género", de la Red Nacional de Promoción de la Mujer, auspiciado por el Fondo Fiduciario de Naciones Unidas, contó su testimonio a un grupo de jóvenes. "Hablando con ellos sentí como si un puente se hubiera armado para poder cruzar hacia la otra orilla. Descargué mis sentimientos y me sentí tranquila. Los jóvenes me dieron valor y fuerza", dice. Su historia, contada por uno de esos jóvenes que la escuchó, obtuvo el primer puesto de la región Huánuco en el concurso Relatos que sanan, que se convirtió en un libro con el mismo nombre. Voces contra la violencia Noemí tenía 12 años en 1983 y recuerda que en Minas Canaria, distrito de Canaria, en Víctor Fajardo, Ayacucho, vivía entre dos fuegos. "Mi mamá vendía comida y por eso los senderistas, cuando pasaban por allí, la amenazaban: Por qué les vendes a los militares, a los policías. Y cuando después pusieron un cuartel, los militares que llegaron te detenían por cualquier razón. Así era". A su tío, que era minero, lo detuvieron un día y se lo quisieron llevar en helicóptero a otra provincia. Ella y sus hermanos se aferraron a su pariente para que no se lo llevaran. Un soldado le dio tal empujón que ella salió despedida y se estrelló de cabeza contra el suelo. "No quedé bien, nunca me recuperé", dice ahora hablando con cierta lentitud. A su tío lo soltaron a los 15 días. Cuando Sendero Luminoso entraba al pueblo, ellos debían escapar a esconderse a las chacras o a los cerros cercanos. "Hubo épocas en que no salíamos para nada, ni a recoger agua o leña, por miedo a los terrucos". Los senderistas se llevaban a los niños y jóvenes de los colegios a la fuerza. El hermano de Noemí fue secuestrado de su colegio y rescatado por el Ejército. Regresó dos años después a casa. "Lo que vivimos en esa época fue terrible", dice. Otro relato, recogido en el libro, es el de Adelina, quien huyó con su esposo de su pueblo, en Ocros, dejando atrás las amenazas y los saqueos de SL, y llegó a Huamanga. En diciembre de 1983, un grupo de militares entró en su casa y se llevó a su esposo Zósimo. "Adelina abrazó a su esposo, lo cogía de las piernas, con desesperación, entre golpes. Mientras trataban de alejarla, un golpe contuso la hizo caer al suelo y la dejó inconsciente", se dice en el relato. Después fue a buscarlo en cuarteles y comisarías, pero nadie le dio razón. "Pasaron los años entre búsquedas infructuosas, entre emociones vanas, entre malos tratos de las autoridades, pero el coraje increíble de Adelina y su fuerza de voluntad siguieron inquebrantables. Ella actualmente tiene 55 años. Aún busca a Zósimo, aún quiere enterrarlo si está muerto, quiere llorar sobre su tumba", dice la parte final de la historia de Adelina contada en libro. El relato también ganó el primer lugar de la región Ayacucho en el concurso. Con el concurso Relatos que sanan la Red Nacional de Promoción de la Mujer quería promover un encuentro intergeneracional. "Con la participación de jóvenes como narradores y testigos de las historias de las mujeres adultas mayores se espera sembrar en las nuevas generaciones interés y reflexión sobre los derechos de las personas adultas mayores y promover acciones frente a las situaciones de violencia que aún viven", dice la Red. "Las mujeres reconocieron que el romper voluntariamente su silencio y ser escuchadas con respeto contribuye a mejorar su salud emocional", agrega. Hay más historias. Como la de Teófila, que fue detenida junto a su esposo en los 80, en Ayacucho, solo por el hecho de ser profesores. "También detuvieron a otros profesores que conocía y que nunca aparecieron", recuerda. Hoy es la representante del comité de vigilancia de mujeres adultas mayores y estuvo en Lima para la premiación de los relatos. A ella le ocurrió lo que se cuenta en la película La teta asustada: fue detenida cuando estaba embarazada. "Mi hija nació asustada, retraída", dice. "Muchas mujeres en los años 80, 90, sufrieron violencia física, sexual y psicológica. Y ahora sufren violencia machista. Este proyecto de la Red -que ha durado tres años- nos ha empoderado para conocer y defender nuestros derechos", explica. A su lado muchas mujeres asienten convencidas.