Para leer al último lector: Ricardo Piglia
Maestro y también gran escritor. Este 2025, se cumplen 20 años de uno de los ensayos más significativos de Ricardo Piglia. Aquí un breve repaso de su obra.

En días de feria de libro, la cantidad de novedades editoriales puede distraer incluso al más entrenado de los lectores. A diferencia de otros años, en esta ocasión no veo paquetes que pasen como novedades. Esto tampoco quiere decir que con las actuales novedades no haya pierde.
Si hay un autor que el joven lector literario debe buscar y, de ser posible, leer todo de él, ese autor no es otro que el argentino Ricardo Piglia (1941-2017).
En este 2025, se cumplen 20 años de la publicación de un libro suyo que me gusta mucho, quizá no sea el mejor de su producción, pero sí es uno que nos ayuda a entrar a la visión que este autor tenía de la literatura: El último lector. Razón suficiente para dar algunas señas de este escritor.
Tanto en su ficción y en su ensayística, percibimos la confluencia del vitalismo con el conocimiento humanista, esa confluencia que en otros escritores se presenta como discurso impostado, en su poética adquiría una resonancia que hacía creer al que no podía que sí era posible hacerlo.
Recordemos la suma de su búsqueda creativa con Respiración artificial, novela publicada en 1980, la cual desde su aparición conoció la rendición de la crítica y no tardó en desempeñarse como un catalizador para lectores con intenciones literarias que buscaban una ruta alterna a la linealidad narrativa y realista imperante. Respiración artificial fue un acontecimiento y en nombre de ella germinaron no pocos proyectos narrativos signados por el recurso metatextual y el nervio vital.

"El último lector" (Cátedra). Imagen: Difusión.
En 1986 publicó lo que podríamos llamar una bomba de hidrógeno: Crítica y ficción. En este libro de ensayos, Piglia no solo rescató para las nuevas generaciones de lectores autores como Roberto Arlt y Macedonio Fernández, sino también puso de manifiesto una escuela: la escuela de la lectura. En lo personal, me quedo con el discurso del Piglia lector, ese mismo discurso que asimismo reveló en Formas breves (1999) y El último lector (2005).
Ricardo Piglia es uno de los pocos autores literarios que, aparte de una obra fuerte en ficción y ensayo, ha dejado un magisterio: nos ha enseñado a leer entre líneas. Ese es su principal legado. Piglia abrió caminos para enfrentarnos a la tradición narrativa en nuestro idioma, para que a partir de este conocimiento podamos leer activamente en pos de un discurso ensayístico y creativo renovado.
Somos partícipes de su formación de lector gracias a sus diarios. Los tres tomos de su legendario proyecto de vida Los diarios de Emilio Renzi (segundo nombre y apellido materno de Piglia), como Los años de formación, Los años felices y Un día en la vida, publicados entre 2015 y 2017, no son más que el testimonio de un hombre que se hizo a sí mismo, un manifiesto de honestidad de aquel muchacho que convirtió a Adrogué (provincia de Buenos Aires) en un mundo literario inagotable. En estos diarios somos del mismo modo espectadores de su formación ideológica. Piglia no fue un autor de compromiso político, sino ideológico de izquierda, y leía al amparo de ese modo de ver la vida.
En el 2016, apareció otro libro de Piglia, aunque este fue elaborado más por críticos y especialistas. La forma inicial. Conversaciones en Princeton es una selección de entrevistas, conferencias y discursos que nos ponen a un Piglia frontal que no se guardaba nada. Paul Firbas anota en el prólogo lo mucho que Piglia disfrutaba de la conversación. A Piglia le gustaba polemizar y argumentar sus ideas. Lo podemos ver en lo que nos dice de Onetti, tan fuera del consenso común que viene escribiéndose del uruguayo, ingresando a la médula de su narrativa y explicándonos por qué Onetti es difícil y oscuro; y no solo ello, también teje relaciones entre su obra con las novelas faulknerianas y policiales, entonces el lector, ante este río de ideas, construye una imagen más fresca de Onetti, y este efecto lo siente aquel que ya recorrió al autor como el que no
Piglia estudió Historia y esta no fue ajena a su discurso literario, porque al igual que su admirado Roland Barhes, Piglia no solo desmontaba tendencias y tradiciones, sino igualmente nos recreaba una época. A esto, habría que agregar que la ensayística de Piglia poseía una voz, una voz secular que se colaba en la inherente seriedad del ensayista y, obviamente, del conferenciante. Esta voz hacía que su conocimiento sea bien recibido por los lectores, lo cual puede ser visto como un símbolo de generosidad. Para Piglia, la lectura era un acto placentero de conexión y de discusión horizontal con los lectores. No tenía aires atorrantes por haber leído más y cosas parecidas que abundan en las redes, a saber. Piglia fue un lector con autoridad. Piglia nos convirtió en lectores salvajes, y por esa sola razón le estamos mucho más que agradecidos.















