San Martin de Porres y Santa Rosa juntos a la Última Cena de Da Vinci
La iglesia de Santa Maria delle Grazie no solo es un símbolo del arte y la cultura renacentista, sino también un lugar donde los peruanos pueden encontrar un lazo espiritual con su tierra.
Escribe: Manuel Alejandro Navarro
La iglesia de Santa Maria delle Grazie en Milán es mundialmente famosa por albergar el icónico fresco "La Última Cena" de Leonardo da Vinci, una obra maestra del Renacimiento. Sin embargo, esta iglesia dominica es también el hogar de un patrimonio espiritual que conecta profundamente con el Perú: una capilla dedicada a San Martín de Porres y una pintura de Santa Rosa de Lima.
Este vínculo con los santos peruanos no es casual. La iglesia fue construida por el duque Francesco Sforza en el siglo XV y, más tarde, remodelada por el renombrado arquitecto Donato Bramante. El porqué están en este lugar es muy sencillo, pero a la vez sorprendente: esta iglesia es un convento dominico y tanto Santa Rosa de Lima como San Martín pertenecían a esta orden católica.
Capilla dedicada a San Martín de Porres.
La capilla de San Martín de Porres se encuentra en el lado derecho de la nave principal. Según los monjes dominicos que aún residen en el convento, esta capilla refleja la profunda veneración que la comunidad tiene por este santo peruano, conocido por su humildad. Esta devoción se ha mantenido viva durante siglos, subrayando la conexión entre Italia y Perú a través de la fe compartida. Por otro lado, la pintura de Santa Rosa de Lima, llamada "Madonna con Bambino e Santa Rosa da Lima", es obra del pintor italiano conocido como il Montalto; también se la puede apreciar al lado izquierdo de la nave principal, casi al frente de la capilla de San Martín.
La iglesia de Santa Maria delle Grazie no solo es un símbolo del arte y la cultura renacentista, sino también un lugar donde los peruanos pueden encontrar un lazo espiritual con su tierra. Los visitantes peruanos tienen la oportunidad de ingresar gratuitamente a la capilla de San Martín de Porres, experimentando un orgullo compartido en un lugar que es testigo tanto de la grandeza artística de Leonardo da Vinci como de la profunda fe de los santos peruanos.