El legado de Alice Munro
Letras. La Nobel de Literatura 2013 deja más de una decena de libros de primer orden. El cuento renació con Munro en el siglo XXI.
Este martes 14 de abril nos enteramos de la muerte de la escritora canadiense Alice Munro, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2013. Pues bien, hay que tener en cuenta que cuando hablamos de Munro, pensamos en el cuento, aquel género con el suficiente poder de mandar a la frustración a más de una pluma sin importar cuán experimentada sea. En ese terreno aparentemente fácil, Munro jamás dejó de mandar.
La autora es dueña de más de una decena de títulos valorados por la crítica y que gozan del favor de los lectores. Entre sus entregas que podemos recomendar, sugerimos Las lunas de Júpiter, La vida de las mujeres, Demasiada felicidad y Mi vida querida. Munro cumplía un principio que debe atesorar cualquier creador, y qué difícil lograrlo en este universo pautado por las prisas: Munro sabía mirar la vida. Ella podía diseccionar a cualquier persona valiéndose solo de su gesto e incluso de su lenguaje corporal. Solo de esta manera se entienden los efectos que suscitaba en el lector, a quien seducía con historias de vida atormentadas por la insatisfacción. No obstante, sus personajes tenían la posibilidad de salir de la vorágine sentimental, porque lo que le interesaba mostrar no era la tragedia personal, sino la tensión existente entre esta y la posibilidad de enfrentarla, casi siempre en el terreno más delicado: la consciencia. En este sentido, pensemos en Lydia, personaje de uno de los cuentos más epifánicos que le conozco a la canadiense: ‘Alga marina roja’, incluido en Las lunas de Júpiter.
Pero también precisemos una situación, porque ahora que ha fallecido y recibe todos los justos honores no hay que olvidar que a Munro, hasta antes de ganar el Nobel, se la asociaba más a círculos letrados que al gran público. Cuando hablamos de círculos letrados, nos referimos a académicos, escritores, pensadores y lectores con agendas de lectura muy precisas. A saber, todos los seguidores de Munro que he conocido estaban relacionados con la práctica de la escritura de ficción. Su nombre lo escuchábamos más en autores en ejercicio que en lectores diletantes.
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Quien leía a Munro obedecía a un proceso de búsqueda, la cual brindaba las señas de su influencia mayor y descubría en la averiguación su diálogo con autores contemporáneos, como John Cheever, Raymond Carver y, en especial, el primer Richard Ford (previo a la saga Frank Bascombe). No es una relación gratuita, porque como acertadamente se ha indicado, la luz del estilo y el nervio temático de Munro provenían del escritor ruso Antón Chéjov, de quien fue una atenta discípula con luz propia, porque la precisión, la poesía de lo no dicho, el giro de la trama, la falta de trama y la atmósfera surrealista eran más de Munro que de Chéjov.
Cuando ganó el Nobel, el destino de sus libros cambió. Dejó de ser la joyita del catálogo de las grandes editoriales. Este galardón no solo la hizo conocida mundialmente. Gracias a ella, el cuento como género tuvo otra subida, un digno valor frente a la novela. Si vemos a autores que creen en el cuento, si el cuento resiste hoy, se lo debemos a Alice Munro. Ese es también su legado.
Claves
Referente. Munro fue durante décadas la diosa en los programas de escritura creativa de las universidades de Estados Unidos.
Frase. “Cuando un hombre sale de una habitación, deja todo detrás; cuando una mujer lo hace, lleva todo lo ocurrido en esa habitación con ella”. De La vida de las mujeres.