Domingo

Hugo Coya: "Una muestra del menosprecio de la presidenta por la prensa es que ha puesto a un vocero en Palacio"

En medio de un panorama político convulsionado, el periodista Hugo Coya presenta una nueva novela histórica, El espía continental, en la que vuelve a los archivos para contarnos acerca de Jacobo Hurwitz, un peruano formado como aprista, que luego hizo al viraje hacia el comunismo, y que algunos ven como un conspirador internacional. En este diálogo habla de memoria, de los intentos de censura en el sector Cultura y de la relación cada vez más difícil entre el Gobierno y la prensa. 

Hugo Coya dice que ha mejorado la producción de textos de no ficción en nuestro país.
Hugo Coya dice que ha mejorado la producción de textos de no ficción en nuestro país.

Tienes mucha experiencia con libros de ficción y no ficción de corte histórico. ¿De dónde nace tu interés por estos temas?

Todos mis libros son de personajes en algún momento importantes de la historia local o de trascendencia internacional. Desde muy pequeño, siempre me fascinó la historia. Y si no hubiera sido periodista, habría sido historiador.

Tu última novela tiene como hecho disparador el atentado contra el presidente mexicano Pascual Ortiz Rubio, de 1930, que es un hecho real y que vinculas con este personaje peruano, Jacobo Hurwitz, afiliado al Apra y luego al comunismo internacional.

Yo creo que Hurwitz no ha recibido en los libros de historia el espacio que merecería por todo lo que hizo, durante décadas. Los años 30 solo son el inicio de una larga carrera. Fue discípulo de Mariátegui…

… Conoció a Haya de la Torre.

A Haya de la Torre, en la universidad. De alguna manera coadyuvó a que Haya obtuviera su primer cargo.

Entiendo que propicia su elección.

Sí. Se forma un vínculo cuando renuncia a su candidatura en la federación de estudiantes, se hace aprista, es deportado como aprista. Y luego va a Panamá, se involucra en el Movimiento Inquilinario, que recogía el reclamo de los trabajadores que construyeron el Canal de Panamá. Luego es amenazado, se va a Cuba. Allí se relaciona con los comunistas, entre ellos, Julio Antonio Mella, una figura emblemática para el comunismo cubano. Él lo acoge, lo recibe, y luego sale de Cuba porque se enfrenta a la dictadura. Todavía se proclamaba aprista, pero tenía unas discrepancias ideológicas que se consolidan cuando llega a México.

Has hecho un resumen del inicio de su carrera política. ¿Qué tanto has ficcionado sobre él en la novela?

Bueno, él, entre las múltiples acusaciones que recibió a lo largo de su vida, fue sindicado como el hombre de Stalin en América Latina…

Nada menos…

Fue amigo de Farabundo Martí, Diego Rivera, Frida Kahlo. Gana mucha popularidad entre las filas de los comunistas jóvenes en México y eso hace que Moscú, que en ese momento buscaba crear partidos comunistas en América Latina, lo lleve a Rusia y de esta manera abrace la línea moscovita. Ahora, respondo a tu pregunta de hace un momento. En este libro, el 95% corresponde a hechos reales y el 5% se trata de cosas que no tuve posibilidad de corroborar con una segunda fuente, por eso me he tomado unas licencias literarias para contar lo que creo que pasó. Y por eso lo llamo novela.

¿Los peruanos somos buenos lectores de historia, nos gusta reencontrarnos con nuestro pasado?

Cuando comencé a investigar para escribir libros –dicho sea de paso, estoy cumpliendo 20 años de ello, porque la investigación de Estación final empezó en el 2004– presenté la propuesta de una historia sobre peruanos muertos en la Primera Guerra Mundial. Y la directora de Santillana me decía: “Mira, estos temas de historia solo le interesan a un grupo, entonces vamos a sacar un tiraje pequeño, de 500 ejemplares, porque si tú vas a una librería, no vas a encontrar este tipo de libros”. Y era verdad. En esa época, la sección no ficción no existía en las librerías. Pero eso ha cambiado. Ahora tú vas a la librería, y tienes muchos libros de reporteros e historiadores peruanos.

¿Y cómo sientes que se lleva el Perú con la memoria?

El problema de una sociedad tan polarizada como la peruana conduce a intentos de negar la memoria por un sector que pretende reescribir la historia. Y al frente estamos los periodistas, los historiadores, y también los cineastas.

Lo que hay ahora es una arremetida de grupos conservadores.

Yo no los llamaría conservadores, son ultraconservadores.

De acuerdo. Lo último que han hecho es cuestionar los estímulos económicos que los cineastas reciben del Estado y sugerir que antes de que se otorguen estos fondos, las propuestas de películas pasen por la opinión de instituciones como las Fuerzas Armadas.

Primero, lo he dicho en mis redes, me parece una barbaridad. Las Fuerzas Armadas tienen una misión muy respetable que debería ser ajena a la censura. Su intervención en cualquier jurado o decisión acerca del contenido de una película, de un libro, todo ello significaría censura.

¿Su sola presencia?

Sí, su sola presencia. Las Fuerzas Armadas no están para eso. Y quien lo sostenga y lo proponga debería revisar los libros de historia. Debería revisar, por ejemplo, la época del macartismo, donde hubo censura a artistas, cineastas, actores. Hasta Charles Chaplin fue vetado en los Estados Unidos gracias a la comisión McCarthy, acusado de comunista.

Es interesante esto último. Los conservadores ya no usan argumentos para sustentar sus ideas, solo eslóganes o adjetivos, o eres proterruco, rojete o alguna cosa nueva que se les haya ocurrido.

Es que es muy fácil trabajar sobre esquemas unidimensionales. Tú eres proterruco porque lanzas una película como La piel más temida y no usas en ella la palabra terrorista. Pero en esa misma película cuentas que una persona mandó matar a 60 campesinos. Entonces, ¿es necesario que digas la palabra terrorista? Me parece mucho más fuerte que me digas qué hizo, para yo condenarlo. Y repiten la palabra terrorista como un mantra, pero esa palabra es un boomerang. Porque cuando los separas de la sociedad y los tratas como monstruos, no puedes explicar cómo surgieron. Y además les estás quitando responsabilidad. Dices: “Eran monstruos, gente con algún tipo de desequilibrio, con algún problema”.

Los conviertes en inimputables.

Correcto. Son monstruos, locos, desquiciados, pero ya no son seres humanos, con una convicción, con una ideología equivocada, nefasta, ya no son gente que asesinó en pleno uso de sus facultades, como los nazis o los fascistas.

Fuiste jefe del IRTP en dos momentos.

Presidente del IRTP.

Con dos presidentes, PPK y Vizcarra.

Sí.

¿Dirías que desde el Gobierno se entiende que los medios públicos deben ser independientes del régimen de turno?

No. Primero, no existen medios públicos en el país. Lo que hay son medios del Estado, manipulados por el Estado, y usados por el Gobierno para hacer propaganda. Y la mejor demostración de ello, es haber nombrado a la asesora de comunicaciones de Palacio como presidenta ejecutiva de IRTP. Nunca en la historia del Canal 7 se había visto una injerencia tan descarada y obvia.

Para que se entienda, esta funcionaria, un día antes de su nombramiento estaba trabajando en la imagen de la presidenta, y al día siguiente dirigía el canal de todos los peruanos.

Obvio. Este no es el único Gobierno que ha tratado de usar al IRTP para sus fines, pero por lo menos se guardaban las formas. Pero este Gobierno no tiene vergüenza. Este Gobierno dice: Yo nombro a quien me da la gana, me hago cirugía plástica, salgo con Rolex, que cuestan 30.000 o 20.000 dólares, porque siento que así represento bien al Perú. A eso hemos llegado.

¿Qué piensas del ejercicio del periodismo en este momento? Hay una situación que no se había visto antes de acoso físico a hombres de prensa y judicialización de sus casos.

Hostigamiento siempre ha habido, pero nunca habían ocurrido tantos casos al mismo tiempo. Y esto refleja el ánimo de un grupo autoritario que considera que puede estar encima de la ley, de la Constitución, y que piensa que los periodistas somos sus enemigos y hay que sancionarlos y perseguirlos.

Ya no hay Gobierno contra oposición, sino conservadores contra periodistas.

¿Tú ves los comunicados que firman? ¿O la forma en la que responden a las preguntas incómodas, la falta de respeto con la que lo hacen? Otra muestra de ese menosprecio que tiene la presidenta con los periodistas es que ahora ha puesto un vocero en Palacio.

Que tampoco explica muchas cosas.

No es comunicador. Y lo único que hace hasta el momento es leer un guion mal escrito, con errores evidentes de concordancia, en género y número; que cuando se le pregunta por la desaparición de la presidenta durante 12 días dice: ese es un tema de la intimidad. ❖