Una sociedad de máscaras: Maquillage
Eielson. El Británico Cultural monta la obra de Jorge Eduardo Eielson bajo la dirección de Carla Valdivia.
La semana pasada, dentro del contexto de celebración del centenario de Jorge Eduardo Eielson, tuve la oportunidad de ver Maquillage en el Teatro Británico. La obra fue escrita por el poeta cuando apenas tenía 23 años, pero tuvo un notable éxito. Por ella el poeta recibió el Premio Nacional de Teatro en 1946 y la presentó en la Asociación de Artistas Aficionados (AAA). Lamentablemente, solo dos funciones se realizaron, pues se le censuró por tratarse de un tema ‘escabroso’, ya que la obra trata temas relacionados con la homosexualidad y a la hipocresía de la sociedad limeña. Más terrible aún fue que parte de la obra se perdiese y quedase como un documento incompleto, lo cual la directora en este montaje, Carla Valdivia, resolvió convocando al poeta Bruno Polack con el fin de que este llenase esos vacíos de texto. El resultado es muy bueno, pues quien ve la obra y no conoce el texto original difícilmente diferenciará entre el texto original y el nuevo.
El argumento de la obra es bastante sencillo. Eduardo Camino, Lita Baluarte, Brayan Pinto, Irene Eyzaguirre y Jorge Villanueva personifican a los integrantes de una familia de clase alta venida a menos. A lo largo de una noche, se revelarán una serie de hechos que vienen sucediendo que demuestran la hipocresía, la corrupción, la falsedad y la deslealtad en la que viven estos personajes al guiarse por la única motivación de mantener un nombre ante la sociedad. Christian, el único hijo, un juerguero histriónico adolescente con ambiciones bohemias y hedonistas, encara a la familia envalentonado por su estado de embriaguez. El escándalo lleva a una serie de confrontaciones y descubrimiento que desenmascara a cada uno de los integrantes de esta familia.
El rol de Christian es esencial en la obra. Todo gira en torno a la idea de la máscara que se presenta desde la primera escena en la que vemos al pater familias exaltadísimo por su trabajo en la imprenta del diario cuya dirección acaba de asumir. Viste un mono de trabajo y una máscara de hierro, mientras entre saltos pronostica un futuro glorioso, respetable y delirante a su esposa. La máscara es un elemento simbólico del tópico tratado en toda la obra. La muestra más evidente se expone en una escena en la que el padre golpea con este casco al hijo en el rostro. El tiempo se detiene y suena la música electrónica que se usa como recurso constante a lo largo de la obra.
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La exageración mostrada en escena normalmente no me agrada. Tampoco los discursos exagerados o las actuaciones evidentemente actorales, que caracterizan a los tabladillos limeños. Sin embargo, dentro de una obra que gira en torno al tema de lo fingido y lo actoral, todo esto funciona e incluso otorga potencia a la puesta en escena. Es el caso de Maquillage. De hecho, esta simbiosis se prueba cuando en escena los personajes reconocen que son parte de una obra, que están actuando y que hay un telón que eventualmente caerá para acabar con ese espacio-temporal que permitirá esa serie de revelaciones.
Es sorprendente que en los años 40 en Lima un joven de veintipocos años emplease estos recursos con tal fluidez y naturalidad. La obra representa una crítica a la sociedad limeña de clase alta de esa época. Esta se veía encapsulada en una serie de complejos e hipocresías, que atormentaban la vida de los individuos que la componían. Ya lo vemos al final de la obra cuando se revela que todos han sido infelices a lo largo de su vida mientras fingían ser una familia respetable y feliz. Al final, el sacrificio en nombre de lo honorable no ha valido la pena, pues está claro que no tienen ni dinero ni respeto por parte de la sociedad que tanto les importa. Pero ese no es el fracaso más importante de estos personajes, como bien indica Christian en una de las diatribas que sostiene ante su familia. Lo más terrible resulta que todos han sido profundamente infelices. No han vivido lo que querían vivir. Se les ha pasado la vida por un fin que no consiguieron y las consecuencias han sido los abandonos de sus propios sueños, deseos y ambiciones.
No obstante, muchos de los motivos que mueven a los personajes y los conflictos que estos generan se mantienen vigentes en la Lima de hoy. Es lamentable, pero aún somos una sociedad que se construye muchas veces guiándose por el qué dirán.
Maquillage es una obra potente, dura y muy bien ejecutada por el elenco del Británico. Una muestra de una dramaturgia muy bien elaborada sin la necesidad de un argumento muy complejo. Recomiendo mucho darse una vuelta por el Británico y verla. La última función será el 5 de mayo.