Cultural

Cárceles, pandillas, piratas y crímenes pasionales

Crítica. La reciente edición de las crónicas de Daniel Alarcón es un libro que interesa tanto literaria como periodística y socialmente.


Cronista. El libro se compone, en su mayoría, por crónicas que Alarcón publicó en The New Yorker.
Cronista. El libro se compone, en su mayoría, por crónicas que Alarcón publicó en The New Yorker.

La nueva edición de La balada de Rocky Rontal (Seix Barral, 2024) reúne una serie de crónicas escritas por Daniel Alarcón en su mayoría para The New Yorker. Los temas a tratar son diversos, aunque siempre latinoamericanos. La buena prosa de Alarcón los vuelve siempre dinámicos y accesibles, pero su principal valor recae en la originalidad de las historias, acaso la mayor virtud del escritor. 

Alarcón es capaz de sorprendernos con historias, personajes y escenarios que muchas veces ignoramos. No se trata de cosas ajenas a los latinoamericanos (seguramente a sus lectores angloparlantes sí). Lo que hace el autor es detenerse a observar y analizar fenómenos de los que siempre hemos sido conscientes, pero precisamente por eso hemos dejado de pensar y observar. 

El caso más evidente es el de las historias que recopila el autor durante sus incursiones al penal de Lurigancho. Quienes hemos crecido en Lima difícilmente ignoramos el nivel de corrupción y hacinamiento que se vive en la cárcel más poblada de la región. Lo que quizás olvidamos o no sabemos es el sistema administrativo y la diversidad que existe dentro del centro de reclusión. 

Alarcón se sumerge en los pabellones del penal y explica los distintos roles que existen, la división de la casi ciudad penitenciaria, el sistema democrático del pabellón 7, que se ha mantenido más que cualquier período democrático de nuestra historia como república, el nivel de cosmopolitismo que hay en dicho espacio, el sistema político, los intercambios económicos y financieros, y toda una serie de acercamientos a personajes con historias y reflexiones muy particulares. No solo se detiene en lo terrible, sino que se sumerge en la humanidad de los criminales y las extrañezas “no tan malas” que ofrece un espacio como el descrito. Uno queda enormemente sorprendido e interesado por más.

Lo mismo ocurre cuando describe los sistemas aplicados en el estado de California o en El Salvador para el control de pandillas. No se trata de que Alarcón coloque como buenos a los criminales, pero sí logra acercarse a la humanidad que la mayoría de veces queda eliminada en los retratos del hampa que construye la prensa.

En la primera crónica, ‘El manuscrito’, aparece uno de sus personajes más interesantes: un exreo de Lurigancho transferido a Castro Castro recientemente. Su interacción con el periodista permite al lector comparar ambos penales. “Lurigancho es Lima. Es ruidosa, rápida y violenta”, dice el personaje. “Castro Castro es la provincia. Todo es más lento aquí. Todo es menos peligroso”. 

Lo particular de Manchas, el personaje, es que además de ser un convicto, es un aspirante a escritor cuyo mayor anhelo es concluir un manuscrito sobre su vida, que protege con la misma. ¿Acaso no parece ficción? Y sucede en nuestra ciudad. A veces, pienso que quienes escribimos aquí no vemos tanto el potencial de las historias que se nos cruzan a diario. Quien se va —como es el caso de Alarcón, que se formó en Estados Unidos— es capaz de detenerse en lo que para nosotros es fútil. 

Evidente resulta cuando apreciamos lo rica que es la historia de la piratería de libros que cuenta el autor en ‘La vida entre piratas’. Pero no solo parece que vivimos barnizados a estas historias, sino que también queda demostrado lo rápido que olvidamos cuando nos sorprendemos al leer un relato tan trágico y reciente como el de ‘La concursante’. Esa crónica —también editada en un pódcast para Radio Ambulante— cuenta el asesinato de Ruth Thalía, la primera concursante de ‘El valor de la verdad’, programa traído al Perú por Latina y dirigido por el tan famoso y cuestionado Beto Ortiz, quien parece tener un especial talento para difuminar su sórdida carrera. La joven es asesinada por su expareja, quien justifica su crimen por la vergüenza y frustración a las que llegó tras ser tratado de cornudo y demás por las revelaciones de Ruth Thalía en televisión nacional. Esa clase de feminicidios los vemos, lamentablemente, todo el tiempo. No obstante, muchas veces no son trabajados lo suficiente como historias que quedan registradas en los textos de nuestro prosistas.

No solo se trata de un libro que muestra fragmentos representativos de lo que es América Latina. Además, la colección de textos de Alarcón resulta alentadora para quienes escriben o se interesan por la escritura tanto periodística como literaria. La crónica como género últimamente se ha ausentado en los espacios nacionales. 

Es una pena, pues qué más efectivo para conocer la realidad de un país o una región que leer un texto bien escrito, curioso, interesante, representativo y potente como los que nos ofrece La balada de Rocky Rontal. Ojalá aparezcan más cronistas que nos despierten intereses y curiosidades sobre las riquezas y tragedias que nos rodean a los latinoamericanos. Vale la pena notar que la edición ha sido traducida por autores de lujo: Alejandro Zambra, Jazmina Barrera y Sabrina Duque. Sin duda, una lectura recomendada.